Neil Young contra Hern¨¢n Cort¨¦s
Conquistador, un nuevo libro de divulgaci¨®n hist¨®rica, recrea el fatal enfrentamiento entre Cort¨¦s y los aztecas de Moctezuma
TODAV?A PELEANDO POR CORT?S
Este verano, Hern¨¢n Cort¨¦s ha vuelto a las noticias. La prensa ultra ha denunciado el estreno en Edimburgo de una ¨®pera que se burla de la conquista de M¨¦xico, en realidad la adaptaci¨®n c¨®mica de una obra barroca de nombre Montezuma (tambi¨¦n se escribe as¨ª el nombre del rey azteca). La "indignaci¨®n" se prolongar¨¢: cuenta con financiaci¨®n del Teatro Real y ya deben estar preparando la artiller¨ªa para cuando llegue al recinto madrile?o.
Adem¨¢s, alguien lanz¨® pintura roja sobre una estatua de Cort¨¦s en Medell¨ªn, ciudad natal del conquistador. Unos panfletos an¨®nimos denunciaban que el monumento es "la glorificaci¨®n cruel y arrogante del genocidio y un insulto al pueblo de M¨¦xico". Los vecinos, se nos informaba, est¨¢n "consternados y tristes".
Por lo tanto, ambiente perfecto para leer la en¨¦sima versi¨®n de aquellos hechos, Conquistador, el libro de Buddy Levy sobre "Hern¨¢n Cort¨¦s, Moctezuma y la ¨²ltima batalla de los aztecas";. Pertenece a un g¨¦nero muy popular en Estados Unidos: grandes hechos narrados con lenguaje sencillo por periodistas, aunque reforzados por el aparato cr¨ªtico de los historiadores (notas copiosas, atenci¨®n a puntos pol¨¦micos).
CU?NTAME EL ARGUMENTO
Entre 1519 y 1521, Hern¨¢n Cort¨¦s, al frente de unos pocos centenares de aventureros espa?oles, derrot¨® a los aztecas o mexicas, el imperio m¨¢s poderoso de Am¨¦rica del Norte, aunque para ello debi¨® arrasar su maravillosa capital, Tenochtitl¨¢n, en aquel tiempo quiz¨¢s la ciudad m¨¢s poblada del mundo conocida.
Fuera de todas las consideraciones ¨¦ticas, se trata de una epopeya sin precedentes. Cierto que se beneficiaron de las supersticiones locales, que hablaban de unos hombres con barbas que aparecer¨ªan para reclamar el trono de los reyes aztecas; Cort¨¦s ser¨ªa la reencarnaci¨®n de Quetzalco¨¢tl, la divina serpiente emplumada. Adem¨¢s, estaba el pasmo que provocaron aquellos visitantes que montaban sobre caballos, animales que se hab¨ªan extinguido en Am¨¦rica.
En realidad, la victoria militar deriv¨® de la superior tecnolog¨ªa europea. Los espa?oles ten¨ªan devastadores ca?ones y letales arcabuces. Por no hablar de la capacidad para construir esos trece bergantines que se usaron eficazmente en los lagos que rodeaban Tenochtitl¨¢n. La magnitud del empe?o quita el aliento: unas 50.000 personas llevaron los barcos en piezas desde las monta?as hasta la ciudad sitiada.
Sin saberlo, los espa?oles tambi¨¦n se beneficiaron de un arma biol¨®gica: la viruela, desconocida en aquellas tierras, caus¨® estragos entre los nativos. A¨²n as¨ª, es muy posible que el resultado hubiera sido muy diferente de estar los invasores comandados por otra persona. A pesar de carecer de formaci¨®n castrense, Cort¨¦s se mostr¨® como un genio militar. Y pol¨ªtico: detect¨® los puntos d¨¦biles del Nuevo Mundo y supo engatusar o intimidar a los sucesivos caciques que se encontr¨®.
SECUNDARIOS FASCINANTES
El cura Jer¨®nimo de Aguilar y el buscavidas Gonzalo Guerrero. En 1511, su barco naufrag¨® frente a Jamaica. Los supervivientes fueron llevados por las corrientes hasta las costas de Yucat¨¢n, donde les capturaron los mayas. Varios de los espa?oles fueron devorados en un banquete can¨ªbal; Aguilar, Guerrero y otros se salvaron ya que estaban tan flacos que se decidi¨® engordarlos para el siguiente fest¨ªn.
Se escaparon de las jaulas y llegaron a otro poblado maya donde se conformaron con esclavizarlos. Con los a?os, los dos consiguieron emanciparse. En 1519, cuando se difundi¨® que otros hombres blancos hab¨ªan llegado a la isla de Cozumel, Aguilar decidi¨® ir a su encuentro. No as¨ª Guerrero: se hab¨ªa vuelto nativo. Casado con la hija de un cacique, estaba cubierto de tatuajes, con las orejas horadadas y una pieza de jade en el labio inferior. Guerrero se neg¨® a cambiar de vida. El cura se desplaz¨® en una canoa hasta que hall¨® la expedici¨®n de Cort¨¦s, donde inmediatamente fue aceptado como traductor y tuvo asiento privilegiado en el drama de la conquista.
SEXO...
Para los espa?oles, M¨¦xico result¨® el jard¨ªn de las delicias terrenales. Los caciques les regalaban sirvientas (aunque los capitanes se quedaban con las m¨¢s bellas) y la guerra les permiti¨® hacerse con esclavas. Tras la victoria, Cort¨¦s termin¨® con un verdadero har¨¦n, donde se mezclaban indias y espa?olas.
Por el contrario, protestaron ante la tolerancia ind¨ªgena de la homosexualidad (para ellos, "sodom¨ªa"). En Cempoala encontraron travestis que se prostitu¨ªan: "ten¨ªan muchachos vestidos en h¨¢bito de mujeres que andaban a ganar en aquel maldito oficio".
...DROGAS
No precisamente la que menciona Neil Young pero si hab¨ªa otras drogas desconocidas en lo que se bautiz¨® como Nueva Espa?a: el tabaco, el pulque y los alucin¨®genos de uso religioso.
...Y ROCK AND ROLL
En el Planeta Rock, Hern¨¢n Cort¨¦s ha quedado retratado como un villano desde que Neil Young public¨® en 1975 su Cortez the killer , como parte del ¨¢lbum Zuma. El canadiense todav¨ªa recuerda con cierto orgullo que el tema fue censurado en Espa?a, en las semanas siguientes a la muerte de Franco.
Tambi¨¦n alardea de que el tema materializaba un sentimiento que se despert¨® en ¨¦l cuando estudiaba Historia, en tiempos juveniles. No debi¨® ser buen alumno ya que la letra contiene gruesos errores. Unos son simp¨¢ticos, como cuando presenta a Moctezuma esperando a Cort¨¦s en la costa (en realidad, su dignidad le obligaba a quedarse en Tenochtitl¨¢n) mientras masca "hojas de coca": ese ser¨ªa otro emperador, Neil, ya en Sudam¨¦rica.
Young sugiere que los aztecas se ofrec¨ªan a los dioses, como si eso fuera una obligaci¨®n c¨ªvica. Incierto: los aztecas sacrificaban a los prisioneros de guerra o a los desdichados que eran entregados como tributo por las tribus sometidas a vasallaje.
Y ya entra en la pura ficci¨®n rosa cuando asegura que en aquella cultura "el odio era una leyenda/ y nunca se conoci¨® la guerra". La verdad es que los aztecas eran tan detestados que fueron muchos los vecinos que se aliaron con Cort¨¦s: la masiva colaboraci¨®n de los tlaxcaltecas result¨® decisiva para el asedio a la ciudad-estado. Al menos, el ?Ay, Tenochtitlan! , de Seguridad Social, matizaba que "¨¦ramos un pueblo, dedicado a trabajar/ no es que fu¨¦ramos perfectos pero se viv¨ªa en paz".
Pero da lo mismo. Cortez the killer es una pieza poderosa que ha tenido y tendr¨¢ infinidad de versiones: pertenece a lo mejor del Neil Young el¨¦ctrico y cazurro.
?Y SE LO MERECE CORT?S?
El pulso entre Cort¨¦s y Moctezuma no pudo terminar de otra manera. El tlatoani azteca estaba reblandecido por una vida muelle y una consideraci¨®n de semidi¨®s: sus s¨²bditos ni pod¨ªan mirarle a la cara. Adem¨¢s, ten¨ªa una visi¨®n fatalista del mundo y carec¨ªa de referencias para entender al enemigo.
Y el enemigo era codicioso, taimado, fan¨¢tico, implacable. Cort¨¦s se indignaba ante los sacrificios humanos, que requer¨ªan sacar el coraz¨®n palpitante de la victima (e imaginen c¨®mo se sent¨ªa cuando se trataba de ni?os, mujeres o sus propios compa?eros de expedici¨®n). Pero no ten¨ªa escr¨²pulos en bendecir matanzas de ind¨ªgenas indefensos, recurrir a la tortura o marcar en la cara con una G (de Guerra) a los vencidos. Todo estaba permitido para propagar la fe cristiana, aumentar el territorio de la Corona de Castilla y, de paso, enriquecerse.
Pat¨¦tico recordar que, una vez deducidos los quintos de Carlos I y del capit¨¢n general, m¨¢s los gastos de la expedici¨®n, los soldados supervivientes recibieron unos m¨ªseros 170 pesos (una espada o una ballesta en condiciones costaba la tercera parte de esa cifra). Cort¨¦s result¨® ser un maestro de la contabilidad creativa.
No obstante, deber¨ªamos asumir la inutilidad de aplicar criterios de moralidad contempor¨¢nea a hechos y personajes ocurridos hace quinientos a?os, a efectos de entender lo que ocurri¨® entonces. De ah¨ª que uno considere m¨¢s profundo el tema Conquistador, de Procol Harum . Sobre una melod¨ªa de Gary Broker que sonaba levemente spanish, Keith Reid desarroll¨® la historia de una visita a la estatua de un conquistador. El cantante siente la futilidad de las antiguas haza?as: "y aunque vine a burlarme de ti / me marcho con pena."
CUIDADO CON EL NOMBRE MALDITO
La construcci¨®n del nacionalismo de M¨¦xico ha pasado por denigrar a Cort¨¦s. Apenas hay estatuas del conquistador (y las que se mantienen, deben estar protegidas del vandalismo). A veces, en noches de tequila, uno tiene que aguantar que brote el rencor contra los gachupines (espa?oles): "ustedes arrasaron la gloriosa civilizaci¨®n azteca".
Y uno se calla la respuesta obvia: "?nosotros? En todo caso, fueron TUS antepasados." Pero no es prudente recordar que los padres del M¨¦xico unificado son precisamente un b¨¢rbaro capit¨¢n extreme?o y la india Malinche, una ex esclava que se veng¨® convirti¨¦ndose en amante y eficaz int¨¦rprete de Cort¨¦s.
MANUAL DE USO
La historia est¨¢ contada v¨ªvidamente por Buddy Levy, que intenta mantener una imparcialidad en su cr¨®nica (y evita cualquier comparaci¨®n con la colonizaci¨®n de Estados Unidos). Tres d¨ªas de lectura excitante. Y si uno quiere profundizar, siempre est¨¢ ese deslumbrante tomo de Hugh Thomas, La conquista de M¨¦xico.
VALORACI?N
6 (seis)
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.