La ¨¦tica de trabajo de los Beatles
Las biograf¨ªas de los Beatles siguen revelando nuevos detalles sobre las vidas del cuarteto de Liverpool
Biograf¨ªa. La bibliograf¨ªa sobre el cuarteto de Liverpool todav¨ªa proporciona sorpresas: aparecen tomos dedicados a su modus operandi en Abbey Road o que narran su despegue comercial, hace ahora cincuenta a?os. En el pujante sector de la literatura musical, dos nombres se repiten inevitablemente: solo Bob Dylan genera m¨¢s t¨ªtulos que The Beatles. L¨®gico, ya que Dylan sigue activo y se trata de un enigma envuelto en un misterio bla-bla-bla. Aunque la mina de los Beatles no est¨¢ agotada, ni en investigaci¨®n ni en interpretaci¨®n: podemos quedarnos deslumbrados por You never give me your money: the battle for the soul of The Beatles, donde Peter Doggett desarrolla una visi¨®n fresca de la trayectoria de los cuatro a partir de 1969, cuando se agriaron las relaciones internas.
El sonido de los Beatles. Geoff Emerick y Howard Massey. Prefacio de Elvis Costello. Traducci¨®n de Ricard Gil. Urano. Barcelona, 2011. 412 p¨¢ginas. 21 euros. Los tesoros de los Beatles. Terry Burrows. Traducci¨®n de Albert Agut Iglesias. Libros C¨²pula. Barcelona, 2011. 64 p¨¢ginas. 37 euros. Beatles 62. El a?o del cambio. Fernando L¨®pez Chaurri. Madrid, 2011. T & B Editores. 303 p¨¢ginas. 22 euros.
El pasado a?o, la gran novedad traducida fue El sonido de los Beatles. Geoff Emerick, su ingeniero durante la etapa m¨¢s rompedora, revienta algunos mitos respecto al trabajo en Abbey Road: s¨ª, pod¨ªan ser torpes y extremadamente desagradables; no, George Martin no siempre llevaba las riendas. Igualmente transmite el pasmo que se sent¨ªa alrededor de semejante factor¨ªa creativa: "Puse A day in the life y mis compa?eros se quedaron sin habla. El sonido, la letra..., no hab¨ªa nada parecido".
Un tomo esencial, algo que no se dir¨¢ de Los tesoros de los Beatles, uno de esos libros para la mesa del sal¨®n. Pertenece a una serie m¨¢s vistosa que nutritiva: versiones comprimidas de la historia de un grupo, con un canci¨®n-a-canci¨®n; el elemento gr¨¢fico incluye facs¨ªmiles encartados de material para fans. Aqu¨ª, son carteles, programas, octavillas; el ¨²nico documento revelador es el contrato -incompleto y medio quemado- para una de sus temporadas en Hamburgo. Especifica sus compromisos en el club Top Ten: de martes a viernes, tocaban cuatro horas y med¨ªa; s¨¢bados y domingos, seis. ?30 horas en directo cada semana! No es la cifra que Malcolm Gladwell les atribuye en Fueras de serie pero queda claro que ya andaban cerca de las famosas 10.000 horas de pr¨¢ctica que ese autor sugiere para alcanzar la maestr¨ªa en un campo.
Para entender su laboriosidad, demos la bienvenida a Beatles 62. El a?o del cambio, donde Fernando L¨®pez Chaurri les sigue d¨ªa a d¨ªa, trazando su ascenso desde una modesta fama local a su primer impacto en Reino Unido. Viajamos a un mundo de una austeridad inimaginable: asombra que los Beatles hicieran su desdichada prueba para el sello Decca el 1 de enero de 1962; el d¨ªa de A?o Nuevo era laborable.
El pa¨ªs estaba saliendo de las miserias de posguerra y el ansia de entretenimiento era inmenso. Gracias a su reputaci¨®n ("?triunfan en Alemania!"), los Beatles tocaban pr¨¢cticamente todos los d¨ªas: el Merseyside rebosaba de locales para actuaciones. The Cavern hasta ofrec¨ªa sesiones de mediod¨ªa, para el p¨²blico m¨¢s tierno. La m¨²sica ya era obsesi¨®n: Liverpool contaba incluso con un semanario sobre su escena musical, Mersey Beat.
Se estaba produciendo un cambio de paradigma musical. Llevados por la inercia, los promotores programaban a los Beatles con bandas de jazz, generalmente dedicadas al denominado trad. L¨®pez Chaurri ha entrevistado a algunos de los supervivientes, que explican que rockeros y jazzmen se ignoraban, aunque compartieran camerinos y escenarios (y que actuar en Liverpool ten¨ªa sus peligros). De cualquier manera, trat¨¢ndose de grupos de provincia, el ¨¦xito no pasaba de ser una fantas¨ªa. Adem¨¢s, se ascend¨ªa y se ca¨ªa fatalmente: ese a?o, los Beatles coincidieron con dos de sus ¨ªdolos, Little Richard y Gene Vincent, entonces relegados al circuito de clubes.
Pero tocar era divertido, aunque fuera en un papel subordinado. Para consternaci¨®n de su m¨¢nager, los Beatles ejerc¨ªan gustosamente de acompa?antes de vocalistas como Craig Douglas, Simone Jackson o The Chants. Simult¨¢neamente, tambi¨¦n se manifestaba su acerada voluntad de destacar. A partir de un comentario cr¨ªtico de George Martin sobre las habilidades de Pete Best, despidieron a su baterista, sin siquiera dar la cara. Quiz¨¢s fue una excusa para resolver tensiones profundas -Best iba a su bola- pero provoc¨® indignaci¨®n en Liverpool, que desemboc¨® en violencia: hay fotos de George Harrison con un ojo morado. Puede que malinterpretaran el pragmatismo del productor: cuando se presentaron con Ringo Starr a grabar Love me do, Martin le reemplaz¨® con un baterista de estudio, Andy White.
El estudio de L¨®pez Chaurri es un modelo de erudici¨®n. De hecho, su obsesi¨®n por el detalle milita en contra de una lectura f¨¢cil. Cada concierto de los Beatles fuera de Liverpool supone unas pinceladas sobre la ciudad y el local que les acogi¨®. Estorba m¨¢s que se incrusten biograf¨ªas de todos los grupos con los que se cruzaron; hubiera sido deseable trasladarlo a un ap¨¦ndice, a modo de panor¨¢mica de lo que sonaba en aquellos clubes juveniles de los primeros sesenta. A cambio, se echa en falta el marco social y pol¨ªtico. A finales de 1962 tambi¨¦n sal¨ªa a la superficie el esc¨¢ndalo Profumo, posiblemente tan decisivo como la irrupci¨®n de los Beatles en la relajaci¨®n de la moral sexual en la sociedad brit¨¢nica.
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