Salvador Garc¨ªa Cebada, ganadero de leyenda temido por los toreros
Sus ¡®cebadagagos¡¯ representan el toro bravo, encastado, poderoso y bello
![García Cebada, sombrero en mano, junto a Luis MIguel Encabo en 2005.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/QKTN2NY4NYQT6MS2IC43SSPOAQ.jpg?auth=fd0aa1adb2d03f743208d858bbb921d1776fc255e220815b8530f0890b313dee&width=414)
El pasado viernes, la plaza madrile?a de Las Ventas guard¨® un minuto de silencio en memoria de Salvador Garc¨ªa Cebada, ganadero de reses bravas, fallecido esa misma ma?ana en la localidad gaditana de Puerto Real a la edad de 93 a?os a causa de una insuficiencia renal.
Los tendidos, puestos en pie, homenajearon a un singular representante del toro bravo que, parad¨®jicamente, sufr¨ªa desde hace tres a?os el olvido de la empresa madrile?a. Fue, sin duda, la constataci¨®n de que hab¨ªa muerto un ganadero de los de verdad, que dedic¨® su vida a la crianza del toro bravo y encastado, al margen de las imposiciones de las figuras y las veleidades de los empresarios. Un ganadero que defend¨ªa la integridad del animal: ¡°Mis toros salen a la plaza como la madre que los pari¨®; es decir, que yo no tengo problemas con manipulaciones de ning¨²n tipo¡±, dijo a este peri¨®dico en 1995.
Garc¨ªa Cebada, nacido en Paterna de Rivera (C¨¢diz), fue el creador de los famosos cebadagagos, una mezcla de reses de origen Jandilla y N¨²?ez, a ra¨ªz de que su familia comprara el hierro en el a?o 1960. A partir de entonces, surgi¨® un toro diferente que destacaba por su bella estampa, su actitud desafiante, su pujanza y, sobre todo, por su casta. Y pronto se hizo famoso entre la afici¨®n el picante de los toros que se criaban en la finca La Zorrera, situada en Medina Sidonia. Y los cebadagagos se pasearon por las ferias de post¨ªn y contribuyeron al triunfo de muchos toreros que tuvieron que emplearse a fondo para sortear las dificultades de la casta.
¡°Saltaban a la arena los toros bravos de Cebada Gago y al verlos musculosos y proporcionados, con aquellas capas variadas y el pelaje lustroso, las cabezas armadas y astifinas, la cara guapa, el tranco largo, la embestida pronta al primer chulo que asomara por la lejan¨ªa, la afici¨®n dec¨ªa ?oh! o romp¨ªa a aplaudir¡±, describ¨ªa el cr¨ªtico taurino Joaqu¨ªn Vidal sobre una corrida en la Feria de Colmenar en agosto de 1995.
Detr¨¢s de esos bellos y poderosos ejemplares hab¨ªa un rom¨¢ntico del campo bravo, Salvador Garc¨ªa Cebada, calado siempre el sombrero de ala ancha, la tez oscura por el sol, y surcada la faz por las arrugas de la sapiencia y el duro trabajo del campo, convencido de que solo ese toro era capaz de producir emoci¨®n, que es el ingrediente fundamental de la tauromaquia.
Por tal motivo, los cebadagagos fueron adoptados por los verdaderos aficionados y las ferias que rinden culto al toro. Y por la misma causa, la divisa verde y roja fue postergada por las figuras, que prefer¨ªan unos oponentes m¨¢s bondadosos y menos fieros.
As¨ª se entiende, por ejemplo, que esta ganader¨ªa sea una de las fijas en los sanfermines de Pamplona, la llamada Feria del Toro, donde acude cada a?o desde hace un cuarto de siglo, y que, poco a poco, haya perdido el lugar de preferencia que ocup¨® en otros tiempos en las ferias de Sevilla, Nimes, San Sebasti¨¢n, Valencia o Madrid, entre otras plazas.
En una palabra, el ganadero Salvador Garc¨ªa Cebada ha sido una v¨ªctima de la modernidad; prefiri¨® no someterse a las exigencias de los toreros, y estos acabaron expuls¨¢ndolo de los circuitos de las plazas de primera, a excepci¨®n de Pamplona. Hasta Madrid, que el viernes lo homenaje¨®, le hab¨ªa retirado el saludo. Su trayectoria, es, asimismo, la prueba de que los gustos de los aficionados importan poco al taurinismo andante. El veto a una ganader¨ªa la condena al ostracismo.
A pesar del maltrato recibido, Salvador Garc¨ªa Cebada nunca permiti¨® quitarse el sombrero y aceptar los gustos de las figuras. Ha muerto siendo el rom¨¢ntico que cre¨ªa firmemente en el toro bravo y encastado; ese que exige toreros valientes y con el que los triunfos son aut¨¦nticos.
Sus hijos Salvador y Jos¨¦ contin¨²an la estela familiar, y tiempo dir¨¢ si la obra de su padre se mantiene intacta en el reducido grupo de ganaderos de leyenda, como lo ha sido este enamorado del toro que ha muerto con las botas puestas de su firme afici¨®n.
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