Aroma de buen toreo
Se toreaba a la ver¨®nica cl¨¢sica, despacio, muy despacio, con el cuerpo entero, las manos bajas y el coraz¨®n en vilo para que no se rompa el encanto
Hubo un momento en que por toda la plaza se esparci¨® el aroma del toreo bueno, el que surge de la inspiraci¨®n y el alma de alguien que, por ese misterio de la belleza, se siente artista. Se toreaba a la ver¨®nica cl¨¢sica, despacio, muy despacio, con el cuerpo entero, las manos bajas y el coraz¨®n en vilo para que no se rompa el encanto, con un gusto exquisito todo, temple y lentitud inseparables, y surge el ole y se funde con esa media que desborda el entusiasmo.
SAN LORENZO/EL CID, LUQUE, DUFAU
Toros de Puerto de San Lorenzo, bien presentados y de juego desigual; primero , blando y noble; tercero, bravo y noble; inv¨¢lido el segundo; manso y muy peligroso el cuarto; manso y deslucido el quinto, y soso y noble el sexto.
Manuel Jes¨²s El Cid: estocada (silencio); media ca¨ªda y un descabello (pitos).
Daniel Luque: estocada (oreja); estocada ca¨ªda (ovaci¨®n).
Thomas Dufau, que confirm¨® la alternativa: estocada trasera _aviso_ (ovaci¨®n); dos pinchazos y bajonazo (silencio).
Plaza de las Ventas. 7 de junio. Segunda corrida de feria. Casi tres cuartos de plaza.
Es lo que suele ocurrir cuando alguien torea de verdad, que entras como en ¨¦xtasis, se detiene el tiempo, fijas la mirada en un espacio que desaparece al instante porque lo que queda es una r¨¢faga que se graba en la memoria para siempre.
Toreaba a la saz¨®n un joven sevillano llamado Daniel Luque, que bord¨® el toreo a la ver¨®nica en un quite a su primero; pero ya lo hab¨ªa intentado, y tambi¨¦n con acierto, al recibirlo de salida y en otro quite en ese mismo toro. Que estaba en racha, era la impresi¨®n que daba. Y lo estaba por lo que vino despu¨¦s.
Fue ese un toro bravo en el caballo, que acudi¨® con presteza en banderillas y lleg¨® a la muleta con nobleza, recorrido y las fuerzas muy justas. Lo suficiente para que el torero en racha se luciera con el toreo aut¨¦ntico. Se amold¨® al viaje del toro, y los derechazos brotaron con suavidad y suprema calidad, a pesar del fuerte viento que corr¨ªa en esos momentos. Grandes fueron dos tandas de naturales, e inspirad¨ªsimas, de menos a m¨¢s, en un alarde variedad, salpicadas de molinetes, trincherillas, pases del desprecio y largos de pecho.
No fue, ciertamente, una faena de apoteosis, pero s¨ª de esencia, de hondura, de gracia, y, sobre todo, de aroma ante un toro con clase y dulzura. La oreja fue muy merecida. Quiso rematar su tarde en el quinto, pero no hubo manera; era un manso dificultoso que se encerr¨® en la puerta de toriles y huy¨® despavorido de la actitud valiente, entregada y responsable de un Daniel Luque en plan de torero grande.
Y se esfum¨® el aroma. Hizo mucho viento, todo hay que decirlo; y cada toro y cada torero es un mundo.
OVACI?N: Lugar de honor para el diestro sevillano Daniel Luque, que ayer se sinti¨® torero y artista con capote y muleta.
PITOS: Un marrajo fue el precioso cuarto toro, muy peligroso y deslucido, que se defendi¨® a base de tornillazos y ga?afones.
El franc¨¦s Dufau confirm¨® su alternativa con un noble toro que le permiti¨® hacer el toreo que ¨¦l no sabe. Lo intent¨® de veras, pero le falt¨® mando y templanza; y arrojo y entrega para exprimir la buena embestida del animal. La soser¨ªa del sexto justific¨® de alg¨²n modo la actitud del torero, que no consigui¨® despertar el inter¨¦s de los tendidos.
Y El Cid escuch¨® pitos cuando mat¨® al marrajo cuarto. M¨¢s que una protesta parec¨ªa un lamento: tres corridas y nada ha dejado Manuel Jes¨²s para el recuerdo. Ese toro, de preciosa estampa, no ten¨ªa un pase, pero a ¨¦l se le sigue viendo sin la clarividencia de la figura que es; sin los recursos que, sin duda, atesora; y sin la alegr¨ªa de su toreo de anta?o. Y as¨ª lo expres¨® ante el descastado que mat¨®, muy bien por cierto, en primer lugar.
Total, que, como hubo aroma del bueno, se avent¨® el aburrimiento. Es la fuerza de la belleza¡
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