Leon y Bartoli: letra y m¨²sica
A la novelista Donna Leon le fascinaba el misterio del hombre. A la cantante Cecilia Bartoli, el bello enigma de su m¨²sica. As¨ª que ambas decidieron rescatar la figura de Agostino Steffani, esp¨ªa, sacerdote y m¨²sico, como mejor saben: con letras y voz
Nadie conoce su aspecto. Su vida, a ciencia cierta, es otro cantar, pero m¨¢s o menos existen pistas. Poco fiables. Eso ha sido bueno y malo a partes iguales. Para la escritora estadounidense Donna Leon, porque le proporcionaba herramientas con las que configurar una novela de las suyas. Puro misterio sin certezas con que engatusar a los buenos lectores¡ Para la mezzosoprano Cecilia Bartoli s¨ª exist¨ªa, en cambio, la ¨²nica verdad absoluta con la que m¨¢s o menos uno puede acercarse a Agostino ?Steffani (Castelfranco V¨¦neto, 1654-Fr¨¢nc?fort del Meno, 1725): su m¨²sica¡
Los retratos que m¨¢s o menos pueden dar idea aproximada de sus rasgos no datan de los a?os en que Steffani habit¨® este mundo. No pos¨® para ning¨²n pintor, pero algunos dibujantes se aventuraron d¨¦cadas despu¨¦s de su muerte a darle cierto aire de cura enrevesado, con perilla, p¨®mulos prominentes y un ligero pero evidente gesto entrecruzado en la encrucijada de los ojos.
Aunque despu¨¦s de lo que Bartoli y Leon, cada una por su lado, han abordado con el redescubrimiento de su figura, entran ciertas ganas de que f¨ªsicamente estas dos mujeres se le asemejen un poco. La romana le ha dedicado un disco de arias deslumbrante. La escritora, una novela, Las joyas del para¨ªso (Seix Barral/Edi?cions 62, en catal¨¢n), que aparece en el mercado a la vez. Por eso, quiz¨¢, da que pensar que Steffani tuviera algo de la mirada destiladora de juicio e inteligencia de la autora habitante de Venecia desde hace a?os, o la nariz respingona de la cantante que pasa por ser ya una de las m¨¢s grandes de la historia.
Bartoli es todo un ejemplo
de diva contempor¨¢nea: esas figuras que, contrariamente a los caprichos que las defin¨ªan anta?o, se empe?an en demostrar talento no solo en las tablas y con el dominio de sus voces, sino aportando ambiciosos proyectos culturales como este, su nuevo ¨¢lbum. Mission se llama: una obra rigurosa que nos presenta a uno de los m¨²sicos m¨¢s delicados y ricos del barroco sin que hasta ahora resultara, incluso a o¨ªdos de los eruditos, m¨¢s que una an¨¦cdota.
La figura de Agostino Steffani hasido ignorada durante cerca de 300 a?os. Principalmente por su culpa. M¨¢s cuando decidi¨® llevar a un segundo plano su talento para la m¨²sica y volcarse m¨¢s en su carrera eclesi¨¢stica. Pero no por eso lo que obr¨® y logr¨® en sus partituras deja de ser tan bello como fundamental para comprender la fina cadena de terciopelo que engarza los puentes entre diferentes corrientes hist¨®ricas musicales. "Steffani es una pieza fundamental para entender el paso que lleva de Monteverdi ¨Cel inventor de un arte nuevo hace m¨¢s de 400 a?os¨C a H?ndel", comenta la cantante. Ni m¨¢s ni menos que el camino que transita naturalmente de los or¨ªgenes de la ¨®pera a la ¨®pera en s¨ª, ya en pleno desarrollo barroco, cuando empezaba a desatar furor entre varias de las capas sociales.
Para entender eso, s¨ª. En cambio, y jugando a los enigmas, lo que en su m¨²sica resulta transparente, delicado y sutil, en la vida no lo fue tanto. Al contrario que Bach, por ejemplo, de quien podemos contar con la certeza de que no exist¨ªa para ¨¦l m¨¢s remedio que producir semana a semana piezas y piezas musicales con las que alimentar a sus 20 hijos sin apenas tiempo para m¨¢s ¨Caparte de la oraci¨®n¨C, en Steffani todo es borroso, difuso, esquivo.
Sus conflictos de extra?a personalidad, sus pistas borradas, su juego con el poder, lo convierten en un continuo misterio. Leon arranca del presente para mirar hacia el pasado. En su novela, una estudiosa debe descifrar el legado del personaje metido en dos ba¨²les que han permanecido ocultos en el Vaticano. "?Fue cura? Aparentemente s¨ª, pero no hay prueba de su ordenaci¨®n, de que cantara misa", comenta la escritora.
Aun as¨ª, lleg¨® a abad. Es decir, lejos en la carrera eclesi¨¢stica. Pero por otros medios: puede que recompensado por labores de espionaje. "Bueno, ?bajo qu¨¦ premisas definimos a un esp¨ªa? Lo que fue es diplom¨¢tico, y cualquier diplom¨¢tico a lo que se dedica en su trabajo es a espiar". ?C¨®mo as¨ª? Corr¨ªan los tiempos en los que el luteranismo causaba estragos en Alemania. Y el Vaticano le encarg¨® reconvertir aquellos parajes ¨Cdesde M¨²nich hasta Hannover o D¨¹sseldorf, ciudades en las que fue nombrado para diferentes cargos de aquellas cortes¨C donde la herej¨ªa causaba estragos. Cruda misi¨®n que ha llevado a Leon hacia una conclusi¨®n contundente: era fan¨¢tico y ambicioso a la vez.
En mitad de esa encrucijada, Steffani, en un momento de su vida, no dud¨® en sacrificar la m¨²sica por la causa. Una pena. Porque talento exist¨ªa. De sobra. Y si ?Donna Leon se ha dedicado, "divirti¨¦ndome a fondo", confiesa, a descifrar los rastros de su vida, Bartoli ha hurgado en los cajones de las bibliotecas para recuperar su obra: "Era un don nadie en la historia de la m¨²sica, siempre se mantuvo oculto en lo anecd¨®tico. Se conoc¨ªan piezas de c¨¢mara y algunos d¨²os que yo cant¨¦ con Philippe Jaroussky ¨Cgran contratenor franc¨¦s¨C, hasta que, buscando, buscando, nos dijeron que exist¨ªan copias de sus ¨®peras en la Ancient Academy of Music de Londres y en la Biblioteca Nacional de Viena". All¨ª s¨ª las ten¨ªan catalogadas como grandes obras.
Aparte de su reconocido Stabat mater, Steffani compuso dramas como Marco Aurelio, su primera ¨®pera, que se conserva en la biblioteca del palacio de Buckingham. Tambi¨¦n Tassilone, Enrico Leone y Niobe, reina de Tebas. Todas ajenas a los escenarios incluso en las pasadas d¨¦cadas de explosi¨®n barroca internacional y descubrimientos desempolvados del repertorio m¨¢s antiguo por doquier.
Apenas nadie de gran nivel se hab¨ªa arriesgado a interpretarlas. Bartoli las prob¨® degust¨¢ndolas a fondo y descubri¨® a un gran creador que iba como anillo al dedo, primero, al tono de su voz. Pero tambi¨¦n a la coherencia de una carrera que se ha adentrado siempre con riesgo en los terrenos barrocos, cl¨¢sicos ¨Ccon Mozart y Haydn como uno de sus fuertes¨C y belcantistas investigando a fondo lo que hac¨ªa, con el axioma del hallazgo llevado al ¨¦xito como ha ocurrido con recopilaciones suyas cruciales que van desde las ¨®peras de Vivaldi y Salieri hasta aquellos compositores que lidiaron con las censuras del Vaticano en Opera proibita.
Pero cabe hacerse
m¨¢s preguntas sobre Steffani. A fondo. Una cosa les llevaba, siempre por separado, pero en contacto permanente, a la otra. ?De d¨®nde proven¨ªa esa recurrente obsesi¨®n musical que, si bien ¨¦l apart¨® en un momento de su vida, fue decisiva en su biograf¨ªa? ?Puede tener que ver con su misterio a la hora de saber si realmente fue ordenado sacerdote? Leon vierte una teor¨ªa. "Es posible que se tratara de un castratto".
Eso explicar¨ªa varias cosas. "Para empezar, los castratti no pod¨ªan ser ordenados sacerdotes, salvo por un permiso especial". Algo clave para comprender varios aspectos de su personalidad. Su inconformismo. Su ambici¨®n. Ser un castratto fracasado supon¨ªa entrar en los oscuros m¨¢rgenes de la escoria social. Los compositores no tanto, aunque tampoco lo suficiente. "No supon¨ªa tanto prestigio. No olvidemos esa vez cuando a Mendelssohn, ya a?os m¨¢s tarde incluso, le invitaron a dar un concierto en una casa noble y acab¨® comiendo en la cocina, con los criados".
Su ambici¨®n social, por tanto, no le permit¨ªa conformarse con ser nada m¨¢s que un m¨²sico. Persegu¨ªa un reconocimiento en las altas esferas, un prestigio. "Aunque eso del prestigio, ?qu¨¦ es? ?Podemos equiparar dicho concepto a la fama?", se pregunta Leon. "Lady Gaga o Madonna son famosas; Bartoli, en cambio, prestigiosa. Para m¨ª resulta bastante diferente".
No obstante, la explicaci¨®n no satisface lo que podr¨ªa ser un sue?o por cumplir en el caso de la diva. A Bartoli no le importar¨ªa que le ocurriera lo que al famoso Farinelli, que fue invitado a curar de la depresi¨®n al rey Felipe V de Borb¨®n, en Espa?a, cant¨¢ndole. "No estar¨ªa mal hacerlo si se diera el caso", comenta la cantante. "Olv¨ªdate, querida; si se tratara de la reina de Inglaterra, llamar¨ªan a Lady Gaga", tercia Leon.
La vida y la historia nos llenan de frustraci¨®n. El arte y la m¨²sica, en tanto, tambi¨¦n. La existencia de Steffani fue un ejemplo de camino equivocado con resultados diversos. Sacrific¨® la m¨²sica por esa mezcla explosiva que se da entre las aspiraciones nobles a cumplir con la conciencia y la ambici¨®n personal. ?M¨²sica o cruzada?, se debi¨® preguntar en alg¨²n momento de su fascinante recorrido. Cruzada, eligi¨®. A juzgar por los resultados, no consigui¨® gran cosa.
En cambio, si sus artima?as diplom¨¢ticas no sirvieron de mucho para reconvertir Alemania, su huella musical ha sido reconocida y palpable en algunos de los grandes. "H?ndel lo cita en varias ocasiones. Para el segundo acto de su Ariodante escogi¨® una melod¨ªa de Notte amica, una pieza de Steffani. Tambi¨¦n hace lo mismo para un oratorio, su Teodora". ?Homenajes? ?Plagios sin contemplaciones? Lo mismo da. "El caso es que si hoy sabemos que H?ndel es uno de los grandes referentes del barroco en la ¨®pera, est¨¢ claro que desde el principio de un arte naciente entonces, los genios no ven¨ªan a surtirlo de la nada, sino con un profundo conocimiento de lo que les preced¨ªa", asegura Bartoli. "Son genios precisamente por tender puentes".
H?ndel lo hizo. Steffani, tambi¨¦n. Su m¨²sica es un fascinante experimento que mezcla estilos y referentes en los que reconocemos los ecos de Monteverdi, Vivaldi, Bach, Lully, el ejemplo de un verdadero esp¨ªritu de la ¨¦poca, curioso, viajado, abierto. Su perfil puede equipararse al de los artistas inquietos del momento, tanto en las letras, como fue el caso de Casanova, Voltaire, el propio Lorenzo da Ponte, como en la m¨²sica, si nos fijamos en los periplos del propio Farinelli, un ser profundamente europeo, que lo mismo triunf¨® en Italia como en Viena, Inglaterra o Espa?a.
El caso es que estas dos enamoradas
del barroco han ido descifrando lo que han podido de este personaje a explorar. Leon, no por casualidad, vive en Venecia. Se siente mejor que en su Nueva Jersey natal entre los canales y los palacios que vieron deambular a Lord Byron y asistieron al ¨¦xito de las ¨®peras de Vivaldi, hoy reconocido, por cierto, como compositor crucial del g¨¦nero, entre otras cosas gracias a Bartoli. Ella lo catapult¨® para el gran p¨²blico con su Vivaldi album, un disco que redescubri¨® al m¨²sico m¨¢s all¨¢ de la dimensi¨®n de Las cuatro estaciones y se convirti¨® en superventas internacional. Para eso, Leon ha decidido que merec¨ªa la pena darle un descanso en su obra a su comisario Guido Brunetti y dejar el caso Steffani a Caterina Pellegrini, una music¨®loga doctora en ¨®pera barroca.
Les ha merecido la pena. A pesar de las pistas falsas, de las preguntas persistentes, de muchas respuestas que tan solo alcanzan la categor¨ªa de teor¨ªa aproximativa, les ha curtido la experiencia. ?Por qu¨¦? Por la enorme calidad de la m¨²sica ahora descubierta y legada al aire del p¨²blico. Ah¨ª descansa la gran verdad de este personaje plagado de vericuetos. Una verdad que tambi¨¦n, tanto a Bartoli como a Leon, les hace mostrarse absolutamente de acuerdo en una conclusi¨®n. "?Fue un buen hombre? Nos lo hemos preguntado tan a menudo mientras nos ¨ªbamos adentrando en el trabajo", plantea la escritora. "Escuch¨¢ndolo a fondo", responde Bartoli, "hemos llegado a la conclusi¨®n de que s¨ª".
¡®Mission¡¯, de Cecilia Bartoli, aparece el d¨ªa 25 de septiembre. ¡®Las joyas del para¨ªso¡¯, de Donna Leon.
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