Restauradores de paisajes
No queda rastro de los 400 bungal¨®s del complejo vacacional que durante cuatro d¨¦cadas se asent¨® en Tudela-Culip (Girona). Su huella se ha borrado con un proyecto de restauraci¨®n que sirve de ejemplo para la maltratada costa espa?ola.
Aqu¨ª los dioses se lucieron¡±, cuentan Mart¨ª Franch y Ton Ard¨¨vol (arquitecto del paisaje e interiorista, respectivamente) a prop¨®sito del paraje de Tudela-Culip, al norte del parque natural del Cabo de Creus (Girona). Geol¨®gicamente, este rinc¨®n de la costa catalana es uno de los m¨¢s espectaculares de Espa?a. Un lugar maravilloso donde se construy¨® un complejo tur¨ªstico en 1961, el Club Med, cerrado 40 a?os despu¨¦s. Tras la clausura, se quiso borrar la huella dejada por aquel desarrollo urban¨ªstico a trav¨¦s de un proyecto de deconstrucci¨®n y restauraci¨®n encargado por las instituciones y acometido por un equipo multidisciplinar de 45 personas, al frente de las cuales est¨¢n Franch y Ard¨¨vol. La mayor actuaci¨®n de estas caracter¨ªsticas jam¨¢s ejecutada en la cuenca mediterr¨¢nea ha dado resultado, convirtiendo un espacio privado en un bien p¨²blico. Un proyecto que es el ¨²nico espa?ol finalista en la Bienal Europea de Paisaje que se celebra en Barcelona a partir del d¨ªa 27 de septiembre.
¡°Mira esta fotograf¨ªa. Y ahora esta otra. Por arte de magia, lo que hab¨ªa construido ha desaparecido¡±, explica la ge¨®loga Marta Puiguriguer, que espera a la entrada del recinto. La magia no es brujer¨ªa. Es arte de un equipo obsesionado para que ¡°nada perturbe la belleza del paisaje, un icono por s¨ª mismo¡±. Junto a ella, Franch y Ard¨¨vol, comenzamos una caminata de 1,7 kil¨®metros. Donde hoy se disfruta de formas rocosas, antes solo se ve¨ªan edificios. El camello, el ¨¢guila o el rinoceronte que inspiraron a Salvador Dal¨ª para el Gran masturbador resurgen en todo su esplendor. Rocas, esquistos y pegmatitas que, erosionadas por el viento durante millones de a?os, han creado morfolog¨ªas singulares. Para los ge¨®logos, este paraje de imposible acceso hasta hace poco es un laboratorio al aire libre donde observar lo que ocurri¨® hace unos 300 millones de a?os a 14 kil¨®metros bajo tierra y a 600 grados de temperatura. ¡°Es como si tuvi¨¦ramos una ventana de lo que est¨¢ pasando en algunos puntos del interior de la Tierra¡±, cuenta Puiguriguer.
Realmente nadie dir¨ªa al llegar, tras dejar Cadaqu¨¦s y desviarse a la izquierda en la carretera que conduce al faro del cabo de Creus, que all¨ª hubo una vez 400 bungal¨®s, restaurantes, anfiteatro, pista de tenis, campo de f¨²tbol, muelle para embarcaciones y hasta un helipuerto. Casi no queda rastro del complejo tur¨ªstico levantado para la clase media francesa en pleno franquismo por el arquitecto figuerense Pelayo Mart¨ªnez -con la complicidad del pintor Salvador Dal¨ª, que tem¨ªa la destrucci¨®n del paraje- y considerado por los expertos como uno de los mejores ejemplos ib¨¦ricos de arquitectura moderna de los a?os sesenta.
El Club Med de Cadaqu¨¦s fue languideciendo. La ciudad de vacaciones hab¨ªa ca¨ªdo en desuso, sobre todo por la imposibilidad de transformar su modelo tur¨ªstico de un todo pagado austero en un entorno protegido. La designaci¨®n del cabo de Creus como parque natural en 1985 y luego reserva natural integral por la Generalitat de Catalu?a dej¨® al complejo sin posibilidad de modernizarse.
Dos d¨¦cadas despu¨¦s, en 2005, con la econom¨ªa en su m¨¢xima expansi¨®n, la entonces ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, llev¨® la Ley de Costas al extremo para iniciar una campa?a de recuperaci¨®n de la zona mar¨ªtimo-terrestre, para convertirla en un espacio p¨²blico, de acceso libre y sin edificaciones (nada que ver, por cierto, con la barra libre que proyecta ahora el Gobierno de Rajoy). El objetivo era destruir edificaciones y urbanizaciones ilegales para devolver el espacio a la ciudadan¨ªa. El paraje de Tudela-Culip en el cabo de Creus era el m¨¢s emblem¨¢tico, por el embrujo del lugar y sus dimensiones. As¨ª que el Ministerio pag¨® al Club Med cuatro millones de euros por sus 200 hect¨¢reas, con el objetivo de hacer desaparecer 45 hect¨¢reas de ellas, las urbanizadas. Tambi¨¦n se deb¨ªan recuperar los ecosistemas naturales, la playa, la fauna aut¨®ctona y la flora (como el enebro o el limonium) para dar un uso social al paraje. Pasar del turismo del sol, arena, mar y sexo -las cuatro eses, que dicen los ingleses- al turismo paisaj¨ªstico, que tambi¨¦n genera riqueza ambiental y econ¨®mica.
La ejecuci¨®n del proyecto empez¨® en julio de 2009 y termin¨® 14 meses despu¨¦s, en plena crisis econ¨®mica, con un coste de siete millones de euros, que sufrag¨® la Generalitat a trav¨¦s de la Gestora de Runas de la Construcci¨®. El equipo de Franch y Ard¨¨vol elabor¨® un diagrama detallado de c¨®mo se deb¨ªa realizar la deconstrucci¨®n. Son 35 fichas en las que describen el procedimiento, desde los materiales textiles (para evitar que los escombros ensucien el entorno) hasta peque?as herramientas para repicar la roca, barrer y aspirar el polvo.
La m¨¢xima de la reutilizaci¨®n se llev¨® al extremo con los 43.000 metros c¨²bicos de escombros. Lo que era aut¨®ctono, una tercera parte, se reutiliz¨® all¨ª mismo. El resto se envi¨® a la marina seca de Roses en camiones. Solo en flora ex¨®tica arrancada, como el diente de le¨®n -desperdigada por 90 hect¨¢reas, el equivalente a 120 campos de f¨²tbol-, se gener¨® una cantidad de rastrojos similar al volumen de un edificio de cuatro plantas. Pero ni se quem¨® ni se movi¨®. Se dej¨® secar. Sirve de colch¨®n en los cr¨¢teres dejados por los edificios, cubiertos por los 4.000 metros c¨²bicos de z¨®calos de pizarra construidos sobre los que reposaban los inmuebles del Club Med.
El equipo restaur¨® estrat¨¦gicamente algunos z¨®calos, aqu¨ª y all¨¢. Los m¨¢s grandes, en el antiguo punto de informaci¨®n del complejo, que sigue teniendo la misma funci¨®n, aunque ahora informa sobre la geolog¨ªa, vegetaci¨®n y el poso cultural del paraje, que ha servido de fuente de inspiraci¨®n desde tiempos remotos. Ellos se inspiraron para la restauraci¨®n en las descripciones de la zona del escritor Josep Pla. ¡°Es un homenaje a lo que signific¨® para muchos este lugar, cuando so?¨¢bamos con la libertad de la que disfrutaban los clientes del Club Med. Adem¨¢s, es muy importante recordar que fue un complejo tur¨ªstico muy bien dise?ado y respetuoso con el medio ambiente¡±, asegura Ton.
La sensibilidad de los autores se percibe durante todo el paseo. En teor¨ªa, una hora de ida y otra de vuelta. En la pr¨¢ctica, bastante m¨¢s si uno se deja embrujar por el entorno. Ellos se lo han pateado cientos de veces. ¡°Creo que hemos hecho 200 kil¨®metros durante las visitas de obra¡±, recuerda Ard¨¨vol. Empap¨¢ndose del ambiente, porque este no es un proyecto realizado solamente sobre plano ni desde un despacho. ¡°En la oficina ves los vol¨²menes, pero no eres capaz de percibir las texturas ni el horizonte¡±, remata Franch.
Durante un tramo, el itinerario cambia. El asfalto deja paso al hormig¨®n pigmentado con el color blanco y rosado de la piedra del lugar, la pegmatita. Es como si la roca hubiese resbalado sobre el camino. La eliminaci¨®n de las carreteras tambi¨¦n forma parte de la reconstrucci¨®n. Solo queda la que marca el recorrido a seguir hasta el final, en la cala Culip, desde donde se observa el faro. Es la ¨²nica playa donde uno se puede ba?ar; en el resto est¨¢ prohibido. Antes contemplamos la isla de Portal¨® desde el mirador donde los turistas practicaban yoga y ve¨ªan, al fondo, Francia.
Los paneles informativos son m¨ªnimos y est¨¢n muy escondidos durante todo el recorrido. ¡°Hemos evitado al m¨¢ximo los impactos visuales. Queremos que la gente se centre en las rocas, el mar y el viento. Queremos reivindicar el paisaje y no los artilugios¡±, dice Mart¨ª. Al mismo tiempo, tratan de fomentar la doble percepci¨®n a la que invitan las rocas del lugar. Algunos atriles tumbados indican d¨®nde se pueden descubrir formas animales en las rocas. Un ¨¢guila o un conejo por aqu¨ª, una pareja de monos o de enamorados por all¨¢¡
A Franch y Ard¨¨vol les preocupa mucho c¨®mo envejece la obra. Dos a?os despu¨¦s de haber sido entregada, recupera poco a poco, d¨ªa a d¨ªa, su estado natural. ¡°Marta, ?mira c¨®mo crecen los enebros y los coixinets de monja!¡±. ¡°?Fijaos en la playa, ya no queda rastro del espig¨®n!¡±. Este verano ha sido el primero en que cualquier persona pod¨ªa visitar el paraje, a cinco euros por veh¨ªculo. Sin embargo, las instituciones a¨²n no saben bien c¨®mo gestionar el uso p¨²blico, tanto l¨²dico como did¨¢ctico, de un enclave que ha costado a?os y 11 millones de euros en recuperar. Ellos consideran que ¡°no solo es importante por las aves y las plantas. Es m¨¢s calidad de vida para los lugare?os. Sin olvidar que fomenta la cultura de la naturaleza, que es un nuevo patrimonio¡±.
El reclamo de cualquier sitio tur¨ªstico, f¨ªjense en cualquier postal, es siempre el paisaje. El camino que ellos han marcado en el cabo de Creus plantea el derecho social a un paisaje y medio ambiente de calidad, lo contrario a lo que plantea la nueva Ley de Costas del Gobierno de Rajoy. Algo de raz¨®n tendr¨¢n, porque acumulan varios galardones por este proyecto. El gremio ha reconocido la tarea art¨ªstica coral de un equipo de 45 personas, capitaneadas por Mart¨ª Franch (Barcelona, 1971) y Ton Ard¨¨vol (El Poal, Lleida, 1951), en el cabo de Creus. El primero, el Premio de Arquitectura de las Comarcas de Girona y del Jurado de la Cultura. El m¨¢s reciente, de la Asociaci¨®n Americana de Arquitectos Paisajistas (ASLA) a los mejores proyectos de ordenaci¨®n paisaj¨ªstica del mundo, el ¨²nico europeo entre los nueve elegidos. El veredicto del jurado es elocuente: ¡°Esto es integraci¨®n art¨ªstica en el paisaje (¡). No se trata de salvar el mundo, solo quiere ser lo que es¡±.
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