El papel del aguafiestas
De nuevos ricos a nuevos pobres. Ahora toca evaluar el grosor del desastre y sus intangibles. En 'Todo lo que era s¨®lido', Mu?oz Molina propone profundizar en la democracia
Existe mucha enjundia en este ensayo, bastante m¨¢s de la que suele haber en los textos breves. No se han dosificado las ideas. Cada uno de los lectores puede escoger el ejemplo que le interese (el nacionalismo, la izquierda, la transici¨®n, las libertades, los abusos pol¨ªticos, la propaganda, la codicia, el narcisismo, la superioridad moral, el derroche¡) y confrontarse con ¨¦l: para sentirse identificado con las posiciones ideol¨®gicas o profesionales del escritor o para disentir de las mismas. No en vano es un libro que anima a pensar en cada una de sus p¨¢ginas. Pero su vector dominante es la calidad de la democracia en Espa?a y la inquietud de Mu?oz Molina (MM) porque su contenido no haya sido todo lo sobresaliente que anhelamos, o por el peligro de que la podamos perder a base de despreciarla por cotidiana.
MM, como todo intelectual comprometido, es un observador febril de la realidad. La primera perplejidad la pone en boca de Joseph Conrad, cuando este escribe: ¡°Es extraordinario c¨®mo pasamos por la vida con los ojos entrecerrados, los o¨ªdos entorpecidos, los pensamientos aletargados¡±. El autor se sobresalta al detenerse, mirar alrededor y darse cuenta de la profundidad de los cambios que acontecen desde que la crisis, en toda su magnitud multidisciplinar, se instal¨® entre nosotros: empobreci¨¦ndonos. Empobreci¨¦ndonos en lo econ¨®mico, pero tambi¨¦n en lo moral y en lo pol¨ªtico. C¨®mo no nos dimos cuenta de ello hasta que llegamos a este l¨ªmite, c¨®mo no nos atronaba el ruido de las dificultades, qu¨¦ ve¨ªamos, en qu¨¦ est¨¢bamos pensando. Si nuestro oficio es mirar al mundo para poder contarlo, c¨®mo es que no nos fijamos en lo que suced¨ªa delante de nosotros. C¨®mo nos qued¨¢bamos en la superficie del delirio y no le arrancamos la m¨¢scara. ?Por qu¨¦?, ?por distracci¨®n?, ?por irresponsabilidad?, ?por ir cada uno a sus propios asuntos y demediar los espacios p¨²blicos, colectivos, los de todos?, ?por la decisi¨®n, en el fondo asustada, de no aceptar la posibilidad del desastre, por la pura inercia de entender que las cosas eran mucho m¨¢s s¨®lidas de lo que en realidad son? Quiz¨¢ porque avalamos las posiciones de algunos supuestos expertos (tecn¨®cratas) que no lo eran sino en brujer¨ªa, a los que cre¨ªmos no porque comprendi¨¦ramos lo que nos dec¨ªan sino porque no lo comprend¨ªamos y porque la oscuridad de sus augurios y la seriedad sacerdotal con que los enunciaban nos sum¨ªan en una especie de paralizadora reverencia.
El autor se sobresalta al detenerse, mirar alrededor y darse cuenta de la profundidad de los cambios que acontecen desde que la crisis se instal¨® entre nosotros: empobreci¨¦ndonos.
Lo primero que hemos de hacer ahora es evaluar el grosor del desastre y sus intangibles, descubrir lo que se nos hab¨ªa olvidado entre tanto oropel y tanta comunicaci¨®n: que somos pobres, que vamos a serlo m¨¢s todav¨ªa y durante mucho tiempo. Hemos pasado de nuevos ricos a nuevos pobres en un lustro. Comparativamente pobres, eso s¨ª. Hay que advertirlo para no perder una vez m¨¢s el sentido de las proporciones, pecado muy habitual en el mundo de los populismos simplistas. Por supuesto, mucho menos pobres que una vasta mayor¨ªa de la humanidad y mucho menos que nuestros abuelos y nuestros padres.
Cuando se extiende la escasez (de libertades, de servicios p¨²blicos esenciales, de cultura, de dinero¡) es cuando el ciudadano se hace m¨¢s consciente de lo que puede perder. En primer lugar una democracia imperfecta, pero la m¨¢s libre y la m¨¢s justa que ha conocido nuestro pa¨ªs, y superior en sus contenidos a aquellos para¨ªsos ut¨®picos y totalitarios que muchos so?amos en nuestra juventud. Al autor le sorprende la cr¨ªtica exacerbada que se hace hoy a la transici¨®n desde posiciones te¨®ricas de izquierda: no parece que haya nada que defender, nada que valga la pena conservar. La democracia espa?ola es presentada como poco m¨¢s que una concesi¨®n de los herederos del franquismo, enquistados en ella. Lo que hasta hace poco hab¨ªa valido de mucho, de pronto no vale nada, no vale la pena. Es una democracia que solo despierta una lealtad apasionada cuando se ha perdido, una democracia en la que han ido creciendo nuestros hijos y en la que casi nadie recuerda ya el miedo a un golpe militar.
Pero tambi¨¦n hay otras cosas fundamentales que perder, aquellas que de verdad hacen mejor la vida: el derecho a la educaci¨®n y a la sanidad p¨²blica, el imperio de la ley, la garant¨ªa de seguir disponiendo de una vida decente en la vejez, etc¨¦tera. En la mayor parte del mundo solo los ricos o los muy ricos tienen acceso a tales derechos (que all¨ª son privilegios), y sin embargo para nosotros han llegado a ser indiscutibles aunque no hace mucho m¨¢s de 30 a?os que disfrutamos de ellos. Remata MM: ¡°Lo que hoy es m¨¢s indiscutible y m¨¢s s¨®lido, y nos importa m¨¢s, ma?ana puede haber sucumbido a un desguace motivado por intereses econ¨®micos o designios pol¨ªticos, o simplemente porque no hubo un n¨²mero suficiente de personas capaces que tuvieran el coraje de defenderlo¡±.
Para ejercer este coraje hay que levantar la voz y denunciar la degradaci¨®n de la vida c¨ªvica, aunque ello le convierta a uno en algo peor que un reaccionario: un aguafiestas. Cu¨¢ntos abusos han quedado sin castigar por las capas sucesivas de pactos de silencio que se han ido acumulando en la vida p¨²blica espa?ola. Callar por conveniencia, callar por miedo, callar por cinismo, callar por militancia, callar por complicidad, callar por no distinguirse del grupo, callar por no disgustar a la familia, callar porque no parezca que vas en contra de los tiempos o por temor a no ser moderno. En definitiva, callar por no ser un aguafiestas. Frente a este silencio, Antonio Mu?oz Molina ejerce en este ensayo su militancia con la ense?anza de la democracia de cada d¨ªa. Porque entiende que el edificio de la misma est¨¢ siempre a punto de derrumbarse si no se practica, porque hace falta una continua vigilancia para sostenerlo. Lo inaudito puede siempre suceder y lo que parec¨ªa inimaginable porque era infernal, se convierte en cotidiano. Las cosas se deterioran poco a poco y de pronto, en vez de continuar en ese estado que se ha vuelto tolerable, se hunden del todo, sin transici¨®n. Esta es la llamada de atenci¨®n.
Babelia
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