Pez-que?ines
Caballero, Ritter, G¨®ngora A la feria de Sevilla no se debe venir con una novillada tan chica
A la feria de Sevilla no se debe venir con una novillada tan chica. Eso est¨¢ muy feo y es, adem¨¢s, una falta de respeto al que pasa por taquilla. Es que los animalitos no ten¨ªan el tama?o de una sardina; a boquer¨®n llegaron los m¨¢s, y algunos de ellos victorianos, que son de menor tama?o. Sabrosos seguros que estar¨¢n en la cazuela como los citados peque?ines, pero no son aptos para salir a este ruedo maestrante. No se explica, adem¨¢s, c¨®mo novilleros punteros, con ganas de comerse el mundo, se atreven a anunciarse con semejantes caricaturas de toro. Bueno, s¨ª; porque si sus mayores se matan por el toro chico -ah¨ª est¨¦ el caso de las tres figuras del Domingo de Resurrecci¨®n-, qu¨¦ no van a hacer estos chavales. En fin, que el encierro fue una verg¨¹enza. Pero hubo: los boqueroncitos estaban paliduchos, tullidos, sin h¨¢lito de fuerza, inv¨¢lidos que se dec¨ªa antes, y ya habr¨¢ que ir buscando un calificativo m¨¢s contundente. Nobles s¨ª que eran; tan bondadosos que parecen hechos de algod¨®n. El problema es que estos animalitos no producen emoci¨®n, que es la base fundamental de este espect¨¢culo; aburren en demas¨ªa, y por eso, que no por otra raz¨®n, los ni?os se van, huyen los turistas y los del lugar se quedan por respeto, que no por devoci¨®n.
Domecq-Parlad¨¦/Caballero, Ritter, G¨®ngora
Cuatro novillos de Juan Pedro Domecq, -el quinto como sobrero-, y dos, primero y sexto, de Parlad¨¦, muy chicos, inv¨¢lidos y nobles;
Gonzalo Caballero: estocada baja (ovaci¨®n); casi entera baja y tres descabellos (silencio).
Sebasti¨¢n Ritter: bajonazo (silencio); cinco pinchazos, un descabello _aviso_ y cuatro descabellos (aviso).
Lama de G¨®ngora: tres pinchazos y bajonazo descarado (ovaci¨®n); pinchazo _aviso_ tres pinchazos y un descabello (ovaci¨®n).
Plaza de la Maestranza. Primer festejo de feria. Casi tres cuartos de entrada.
Con este material m¨¢s propio de un festejo sin caballos estuvo muy bien Lama de G¨®ngora, un sevillano que tiene madera de torero artista, elegante donde los haya, con un fino sentido de la est¨¦tica, la sensibilidad a flor de piel y con esa gracia tan del gusto de esta tierra. A sus dos novillos los esper¨® de rodillas ante la puerta de toriles, los capote¨® con maneras muy toreras y algunos pasajes muleteriles tuvieron hondura, cadencia y ese embrujo propio de los que tienen un misterio que decir y est¨¢n locos por decirlo. No mat¨® bien y todo qued¨® deslucido. A los toros, aunque boquerones sean, hay que matarlos a la primera. Decepci¨®n, pues, entre la sevillan¨ªa andante.
Distinto fue el caso de sus compa?eros de cartel. Gonzalo Caballero demostr¨® conocimiento, t¨¦cnica, facilidad con los enga?os. Se le nota m¨¢s que placeado. As¨ª y todo fue volteado por su primero cuando toreaba por pedresinas y recibi¨® una paliza de campeonato que le oblig¨® a recibir cuidados en la enfermer¨ªa. Ese novillo derroch¨® una noble soser¨ªa que apag¨® cualquier oportunidad de triunfo; y mala clase demostr¨® el cuarto, con el que abrevi¨®.
No tuvo su tarde el colombiano Sebasti¨¢n Ritter, que debutaba en la plaza. Le toc¨® el mejor novillo, el segundo, que no se cans¨® de embestir, y no dijo nada, lo cual es grave. Da medios pases, ahoga las embestidas y todo queda como muy embarullado y escasamente lucido. Y no pudo levantar el vuelo con el inv¨¢lido quinto.
Sea como fuere, a Sevilla, que se enteren los toreros, hay que venir con toros: y, en casos como el de ayer, con novillos de verdad. ?Ea¡!
Babelia
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