Obras maestras por entregas

De alguna manera fue prof¨¦tico. "?Por qu¨¦ te cuesta tanto creer?", le dec¨ªa el hombre de fe John Locke al esc¨¦ptico Jack Shephard en el arranque de la segunda temporada de Perdidos. Era 2005, los supervivientes del vuelo Oceanic 815 empezaban a conocer la peculiar isla en la que su avi¨®n se hab¨ªa estrellado y millones de aficionados segu¨ªan hechizados sus aventuras. Pero, tras a?os de adicci¨®n y misterios, el cierre de la historia en 2010 dej¨® a los seguidores partidos en dos: los satisfechos y los que, como Shephard, no se lo cre¨ªan. ¡°Me sent¨ª frustrado con el final, pero m¨¢s tarde algunos hemos llegado a una especie de aceptaci¨®n casi religiosa¡±, asegura Jordi Costa, fan de primera hora de Perdidos. De ella y de much¨ªsimas m¨¢s series (y pel¨ªculas) hablar¨¢ el cr¨ªtico de cine de EL PA?S junto con varios invitados en el ciclo de conferencias Voces, del que es el comisario y que se celebra hoy y ma?ana en Murcia, en el marco del festival SOS 4.8.

?Son las series la mejor forma de expresi¨®n del ser humano contempor¨¢neo? ?Han superado el nivel del cine? ?Tiene sentido esta comparaci¨®n? Para contestar a estar preguntas / provocaciones el evento cuenta con hu¨¦spedes que van del guionista y profesor universitario Fernando de Felipe Allu¨¦ al cr¨ªtico Adri¨¢n Mart¨ªn, del director Nacho Vigalondo al escritor Jorge Carri¨®n, autor del ensayo Teleshakespeare.

De ciencia ficci¨®n en el siglo XXI hablar¨¢n en concreto los ¨²ltimos dos. ¡°Perdidos, Fringe y Gal¨¢ctica¡±, escoge sin dudar Carri¨®n las mejores tres series del g¨¦nero. Y pocas dudas parece haber tambi¨¦n, m¨¢s en general, en cuanto a las obras maestras de la ficci¨®n televisiva. The wire y Los Soprano salen al principio de la pr¨¢ctica totalidad de las conversaciones sobre el asunto. ¡°Es la primera vez que en la historia del arte un canon de calidad se ha hecho por parte de los espectadores. Aunque es un fen¨®meno que est¨¢ en marcha. Mad men, por ejemplo, podr¨ªa entrar o no en ese Olimpo. Y tambi¨¦n es verdad que una vez que te sales de las tres o cuatro series indiscutibles, se abre un debate mucho m¨¢s amplio¡±, asegura Carri¨®n.

De hecho, Costa tiene algunos peros incluso sobre los intocables de HBO (emisora de The wire, Los Soprano, A dos metros bajo tierra y Hermanos de sangre, entre otras): ¡°Es verdad que hay cierto consenso y que han creado un modelo exitoso. Pero a la vez que sus discursos adultos y su complejidad tambi¨¦n contribuye al triunfo un uso espectacular de sexo, tacos y violencia¡±. Algo as¨ª como la f¨®rmula de Juego de Tronos, la m¨¢s reciente gallina de los huevos de oro de HBO.

Sea como fuere, lo cierto es que desde hace a?os las series ¨Clas buenas, claro- ocupan un lugar privilegiado, tanto en los debates sobre la cultura contempor¨¢nea, como en las charlas en un bar. ¡°Personajes como Toni Soprano, Don Draper o Dexter representan el esp¨ªritu de una ¨¦poca en la que estamos perdidos: son hombres con una doble vida que intentan tapar el agujero entre sus dos existencias. La mitolog¨ªa que compartimos es m¨¢s la de las series televisivas que la del cine¡±, asegura Costa.

Lo que no significa, por otro lado, que un formato sea mejor que otro. Simplemente, coinciden tanto Costa como Carri¨®n, son ¡°distintos¡±. ¡°A los cin¨¦filos nos fascina el estilo, la forma de las pel¨ªculas. En las series, en cambio, se pone m¨¢s acento en el relato¡±, defiende el cr¨ªtico. Y el escritor cree que ¡°las series son m¨¢s poderosas en lo que respecta a la profundidad psicol¨®gica de los personajes. Pero un filme puede ser m¨¢s fuerte en t¨¦rminos art¨ªsticos y de autor¨ªa¡±.

Tambi¨¦n hay, obviamente, diferencias de intensidad. Un filme ¡°se agota en s¨ª mismo¡±, sostiene Carri¨®n. Mientras que, antes de que una serie llegue a su final, suelen pasar a?os. Seis, por ejemplo, tuvieron que transcurrir entre el aplaudido comienzo y el tan criticado final de Perdidos. Los guionistas de la serie juraron una y otra vez que todo estaba previsto desde 2004 y que ya ten¨ªan el cierre escrito. Pero eso no se lo creer¨ªa ni John Locke.