Un surrealista en La Moncloa
'Todo lo que era s¨®lido', de Mu?oz Molina, contiene estampas de primera mano sobre asuntos que ayer fueron actualidad y ma?ana ser¨¢n historia
![Rajoy reúne por primera vez, mayo de 2013, a todos los agentes sociales en La Moncloa. En la parte superior de la imagen cuatro obras de arte contemporáneo.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/C62Q6DA3KJGBGKQLLLIVTR4ZDY.jpg?auth=2af4c4bec9eb9030c05a2ab94c1d9758e20eb2d861fd4cadf0083e828c18b8a4&width=414)
Hemos visto tantas veces a los poderosos por televisi¨®n que solo hay algo comparable a verlos de cerca: que alguien te cuente c¨®mo se comportan en el lugar en el que ejercen el poder. Es lo que hace Antonio Mu?oz Molina en un pasaje de Todo lo que era s¨®lido (Seix Barral), su ¨²ltimo libro, un educativo ensayo sobre la burbuja espa?ola. Pese a lo que se ha dicho, no es la obra de un aguafiestas porque la fiesta termin¨® hace a?os, pero contiene estampas de primera mano sobre asuntos que ayer fueron actualidad y ma?ana ser¨¢n historia. O intrahistoria. As¨ª, Mu?oz Molina relata su visita al palacio de la Moncloa en diciembre de 2004. Fue en calidad de director del Instituto Cervantes de Nueva York y all¨ª lo recibi¨®, junto a otros directores, el presidente Rodr¨ªguez Zapatero, rodeado de asesores que iban y ven¨ªan, bronceado en invierno, la camisa blanqu¨ªsima, los hombros levantados y aquella ¡°gran sonrisa que entonces no perd¨ªa nunca¡±. La viva imagen de un optimista antropol¨®gico. Durante el tour por la sala del Consejo de Ministros, cuenta el escritor, Zapatero puso las manos en el respaldo del sill¨®n que ocupa la cabecera de la mesa y dijo: ¡°Este es el sitio m¨¢s especial del palacio. Cuando te sientas aqu¨ª es cuando tocas de verdad el poder¡±.
Las obras de Mir¨®. Chillida y T¨¤pies ?son adornos o arte
?Al menos tres cosas sorprendieron a Mu?oz Molina en aquella visita: que el presidente ¡°no disimulara el gusto por mandar¡±, que algunas columnas ¡ªcolor crema¡ª de los salones de La Moncloa fueran huecas como las de un decorado y que todo estuviera lleno de litograf¨ªas de Mir¨®, ese artista barcelon¨¦s al que llaman Joan incluso aquellos guardianes de las esencias hisp¨¢nicas que para referirse al Pa¨ªs Vasco hablan de las provincias vascongadas. Si se piensa en el gusto del gobierno central por Mir¨®, en el del catal¨¢n por T¨¤pies o en el del vasco por Chillida es f¨¢cil llegar a la conclusi¨®n de que al poder le alegra la vista el arte abstracto. Razones pueden imaginarse varias: que combina con los sillones (blancos en Moncloa, seg¨²n nuestro cronista), que significa lo que uno quiera (como algunos programas electorales) o que parece m¨¢s democr¨¢tico que el figurativo (m¨¢s del gusto de las monarqu¨ªas, incluidas las parlamentarias).
![El presidente Roland Hollande y el expresidente Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, bajo un cuadro de Joan Mir¨® en La Moncloa, en 2011.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/LK2W3EMKAL2EKBEH7Q6BKTYLQ4.jpg?auth=162665dfbbab8fbef6c9c21ba7c372b9a86917aaf1a0870be43656ed324ab67a&width=414)
La decoraci¨®n pol¨ªtica de interiores produjo hace quince d¨ªas un episodio de alto nivel cuando el Ayuntamiento de Madrid dedic¨® uno de sus plenos a discutir si era un insulto a sus autores considerar adornos unos cuadros de, entre otros, Mir¨®, Chillida y T¨¤pies. La corporaci¨®n hab¨ªa decidido deshacerse de ellos por la mitad de lo que le costaron cuando los compr¨® dentro de un lote de 200 para, literalmente, ¡°decorar despachos o zonas de paso¡± y de ah¨ª el debate. Mientras la oposici¨®n defend¨ªa el car¨¢cter ¡°patrimonial¡± ¡ªesa mezcla de valor y precio¡ª de unas obras adquiridas al peso, Ana Botella insist¨ªa en la tesis ornamental. La alcaldesa sab¨ªa de lo que hablaba y no por sus estudios de est¨¦tica sino por una raz¨®n de mayor peso: antes de sentarse en el palacio de Cibeles fue inquilina del palacio de la Moncloa como consorte de un presidente que sab¨ªa que mandar consiste poner los pies encima de la mesa.
La mesa es importante porque es la tapadera de la grieta que se abre entre el de arriba y el de abajo. Mu?oz Molina cuenta que en aquella visita de 2004 tomaron caf¨¦ con leche ¡ªtibio y mediocre¡ª en torno a una de cristal, baja pero tan ancha que se ve¨ªan de lejos los unos a los otros. Solo hace falta ver el tama?o de las mesas de los poderosos para certificar que el poder es distancia. Cualquiera que vaya a la Zarzuela o a la ciudad financiera del banco de Santander comprobar¨¢ que su poder¨ªo se mide por los kil¨®metros que separan su n¨²cleo duro de la entrada para seres mortales.
La mesa es la grieta que se abre entre el de arriba y el de abajo
Las democracias mantienen la distancia y dejan su modernidad en manos del arte... moderno, justo aquel tachado de degenerado por el gran mandam¨¢s, Adolf Hitler. Buen conocedor de los efectos psicol¨®gicos de cada cent¨ªmetro, el f¨¹hrer hac¨ªa pasar a las visitas por una sala dise?ada por Albert Speer para que, con 140 metros de largo, midiera el doble que la galer¨ªa de los espejos de Versalles. Realizada la traves¨ªa, los elegidos entraban a su despacho: 370 metros cuadrados decorados con m¨¢rmoles, tapices ¡ªfigurativos, claro¡ª y el famoso globo terr¨¢queo parodiado por Chaplin. De la puerta a la mesa ¡ª?la mesa!¡ª se tardaba un minuto. Seg¨²n los que lo hicieron, un recorrido capaz de destrozar los nervios a cualquiera. Los totalitarismos hacen un uso tan atronador de la monumentalidad y de la figuraci¨®n pict¨®rica que las rep¨²blicas con ganas de grandeur reservan la primera a la 'respetable' arquitectura cultural. La pintura figurativa lo tiene m¨¢s dif¨ªcil. Recuperarla para los despachos ser¨ªa como ponerle letra al himno nacional espa?ol. Mejor se queda as¨ª, que todos parecemos m¨¢s inteligentes.
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![Javier Rodr¨ªguez Marcos](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F012bc515-b71b-4e4b-bf1b-a3e60d86110b.jpg?auth=39aa45f989d4cf353356721f4346e926a4e3094776e3ad92191296498425c920&width=100&height=100&smart=true)