Antonio Corbacho, guardi¨¢n de los secretos del toreo
El apoderado taurino cincel¨® el arte de Jos¨¦ Tom¨¢s y Alejandro Talavante
Nunca le gustaron los ni?os toreros, porque no quiso serlo. En Chamber¨ª, donde naci¨® el 18 de septiembre de 1951, le vieron los andares de torero. ¡°Desde el colegio me lo dec¨ªan y me lo fui creyendo. Hasta que vi c¨®mo dol¨ªan los golpes. De eso no se daba cuenta mi padre, que encontr¨® en mis supuestas facultades una salida de la pobreza¡±, contaba con una resignaci¨®n ir¨®nica propia de un personaje irrepetible.
Empez¨®, como era la norma entonces, en las capeas. Despu¨¦s en becerradas y novilladas, hasta su debut con caballos el 8 de mayo del 75. Sufri¨® varias cornadas. Las m¨¢s graves en Sevilla y La Roda (Albacete).
Sus inquietudes fueron m¨¢s all¨¢ de los m¨¢rgenes de la fiesta. Vivi¨® la movida, se sinti¨® atra¨ªdo por la pintura, el cine y la bohemia. A pesar de su extenso saber, empleaba m¨¢s tiempo preguntando y observando que sentando c¨¢tedra. Eso solo suced¨ªa si se sent¨ªa a gusto. Ten¨ªa que sentirse en confianza para desplegar una personalidad irrepetible sin parecer histri¨®nico.
Cambi¨® el estoque y la muleta por el capote de brega y las banderillas por responsabilidad familiar. ¡°Estuve cerca de delinquir¡±, confesaba sin tapujos, ¡°ten¨ªa que dar de comer a un criatura y renunci¨¦ a mi carrera¡±. Como hombre de plata estuvo en las filas de Roberto Dom¨ªnguez, David Luguillano y el navarro Sergio S¨¢nchez.
Jos¨¦ Tom¨¢s, del que siempre esper¨® una llamada, una visita, un gesto, le quitaba el sue?o. M¨¢s que admiraci¨®n, era veneraci¨®n lo que ten¨ªa por un chaval al que se uni¨® cuando era poco m¨¢s que un adolescente, pariente de Victorino Mart¨ªn, que quer¨ªa ser torero. La promesa se negaba a pagar por torear novillos en Espa?a. Decidieron mandarlo a M¨¦xico para comenzar la forja de una figura. Corbacho ser¨ªa el responsable de su educaci¨®n, progresos y carrera. Encerrados en el rancho de Jos¨¦ Chafik comenz¨® la leyenda de un torero incapaz de dar un paso atr¨¢s.
En su ¨²ltima temporada antes de la retirada temporal, en 2002, cuando el matador no lo ve¨ªa claro, se multiplicaban todo tipo de misterios y rumores, hasta se dej¨® alg¨²n toro vivo, fue el apoderado el que carg¨® con la presi¨®n medi¨¢tica. Lo alej¨® de los focos. Nunca m¨¢s trabajaron juntos, pero la obra estaba terminada. Le ense?¨® una ¨¦tica del toreo. La lecci¨®n era dura, una lucha consigo mismo desde la independencia. Hasta hoy Jos¨¦ Tom¨¢s no ha dejado de acrecentar su leyenda, de ser casi un mito, por su compromiso y entrega, pero tambi¨¦n por su lejan¨ªa con el sistema establecido y las cuatro familias que gestionan el mundo del toro a su antojo. Corbacho y Jos¨¦ Tom¨¢s demostraron que la rebeld¨ªa era el camino m¨¢s dif¨ªcil, pero tambi¨¦n el ¨²nico hacia la libertad.
Despu¨¦s llegaron otros toreros: un prometedor Sergio Aguilar, un ef¨ªmero V¨ªctor Puerto, y un alumno avanzado, Alejandro Talavante. El extreme?o record¨® en sus inicios a Jos¨¦ Tom¨¢s. Todav¨ªa se nota el sello de su cincel, hasta que sucumbi¨® a las promesas y alivios de los apoderados-empresario. El que asum¨ªa sus m¨¦todos sab¨ªa que solo hab¨ªa dos puertas, la del triunfo o la enfermer¨ªa.
Los hubo tambi¨¦n muy breves. Los que le quisieron a su lado hasta que arrojaron la toalla por su crudeza, como Esa¨² Fern¨¢ndez, exigencia en los tentaderos y pruebas peculiares. Entre estas se incluye salir a correr con traje de luces o torear con un vendaval en el pico de una monta?a.
No le importaba decirle a un torero en la furgoneta que no ten¨ªa motivos para tanto jolgorio, por conformarse con una oreja de un toro de dos, pero tambi¨¦n, imprescindible en los momentos m¨¢s duros. Desaparec¨ªa en las celebraciones, porque sab¨ªa que llegar¨ªan horas bajas y entonces ser¨ªa necesario.
Corbacho era un brujo. Capaz de quebrar una embestida sin mover los pies, de torear ya no con un sombrero, sino con un pa?uelo m¨ªnimo. Era su forma de, solo si se sent¨ªa a gusto, dejar ver que en el torero no todo son facultades, sino tambi¨¦n conocimiento de los toques, los terrenos y el ganado. El secreto, no se cansaba de decirlo, estaba en la colocaci¨®n, en la confianza, en decir ¡°voy a poderlo¡±.
El ¨²ltimo San Isidro se dej¨® ver en el callej¨®n, ya muy delicado de salud, apoyando a un entregado Sebasti¨¢n Ritter. Con ¨¦l se va una escuela, una forma de entender el toreo desde el respeto al p¨²blico, al toro y, sobre todo, a uno mismo.
Dice adi¨®s a la vida mientras esperaba un h¨ªgado. Se queda sin pisar Jap¨®n, la cultura que m¨¢s le influy¨®, el viaje eternamente pendiente. Kimonos, katanas y samurais le impactaban tanto como a los cr¨ªos de hoy los h¨¦roes de Marvel. Deja dos hijos, Antonio, de 35 a?os, y la peque?a Mar¨ªa su debilidad, de 12. Y a Antonio Manuel, un enano de La Alcornocosa, al que construy¨® una casita en su finca. Dej¨® a sus padres para cuidar de la colecci¨®n de criaturas de su improvisado patr¨®n: perros, borricos, erizos, gallinas y tortugas. Una ganader¨ªa, sin duda, de dudoso lucro.
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