Pol¨ªticos, periodistas y el carro de la basura
Aquellos pol¨ªticos tal vez mediocres ten¨ªan una fe ciega en un futuro mejor y dieron lo m¨¢s positivo de s¨ª
1977. El Congreso de los Diputados, aquel verano de 1977, ten¨ªa la emoci¨®n de la nave zarandeada por una marea que nadie sab¨ªa el derrotero que iba a tomar. La mayor parte de los pasajeros eran pol¨ªticos j¨®venes e inexpertos y cada uno a su manera esperaba que la libertad fuera un asa de viento de la que agarrarse. En la cubierta de esa nave tambi¨¦n se paseaban fantasmas del pasado, de uno y otro bando, salidos del mismo vientre de la dictadura o llegados del exilio y de la clandestinidad. Dolores Ib¨¢rruri parec¨ªa una madre ib¨¦rica, durmiente, pose¨ªda por un luto de piedra; Rafael Alberti con el pelo de huevo hilado, gorra marinera y camisola con palmeras tropicales, aposentado en su esca?o so?aba con caracolas; Santiago Carrillo era el genio burl¨®n, odiado por su pasado y temido por su futuro. Cuando en los primeros d¨ªas de la democracia estos personajes, cuyos rostros estaban asociados a la Guerra Civil, se cruzaban en los pasillos o en el bar del Congreso con Manuel Fraga, L¨®pez Rod¨®, Fern¨¢ndez de la Mora o con cualquier teniente general de paisano, car¨¢tulas del franquismo, el aire se llenaba de ese silencio que en el poblado del Oeste precede al desaf¨ªo entre dos vaqueros con la mano en la culata. Unos meses despu¨¦s tomaban juntos caf¨¦ y compart¨ªan las ensaimadas.
Aventura significa estar a merced del viento. La salida del franquismo requer¨ªa un aventurero con la buena estrella necesaria para gobernar un vendaval que nadie sab¨ªa a qu¨¦ suave bah¨ªa mandar¨ªa aquella nave o contra qu¨¦ acantilado la iba a estrellar. Adolfo Su¨¢rez tuvo todas las caracter¨ªsticas del h¨¦roe: se puso al frente de una empresa cuyo final desconoc¨ªa; dio la talla cuando el destino le impuso un acto de valor ante los cuatreros del 23-F; fue traicionado y abandonado por sus correligionarios y finalmente perdi¨® la memoria.
Tal vez las nuevas generaciones, que tambi¨¦n navegan ahora en la misma desmemoria de Adolfo Su¨¢rez, ignoran c¨®mo fue aquello. Al inicio de la Transici¨®n, aquel verano de 1977, la euforia democr¨¢tica unida a una acracia creativa hizo que los pol¨ªticos y los periodistas alcanzaran un grado de admiraci¨®n ciudadana que hoy parece inimaginable. Las Cortes se hab¨ªan convocado para debatir la Ley de la Reforma Pol¨ªtica, que una vez embarrancada se convirti¨® sobre la marcha en el debate de la futura constituci¨®n democr¨¢tica, un hecho hist¨®rico que Su¨¢rez simul¨® que se le ocurr¨ªa, de pronto, ante una tortilla de dos huevos de pie en la barra del Congreso. Todo ten¨ªa un aire de improvisaci¨®n, entre miedo y coraje, en medio de ruidos de sables y apa?os por debajo de la mesa. Aquellos pol¨ªticos tal vez mediocres, audaces, talentosos y timoratos ten¨ªan una fe ciega en un futuro mejor y se pusieron de acuerdo t¨¢citamente para dar lo m¨¢s positivo de s¨ª mismos con tal de estar a la altura de la historia. Felipe Gonz¨¢lez con su aire de joven agreste, Alfonso Guerra con su lengua de navaja, el liberal kennediano Joaqu¨ªn Garrigues, el socialdem¨®crata Paco Fern¨¢ndez Ordo?ez, el sabelotodo Herrero de Mi?¨®n, el abacial profesor Tierno, eran figuras atractivas que se amasaron con comunistas hist¨®ricos, con falangistas de camisa blanca, democristianos al ba?o mar¨ªa y franquistas engallados, de modo que cada sesi¨®n de aquellas Cortes Constituyentes era un salto en el vac¨ªo. La prensa ten¨ªa entonces un prestigio indudable, puesto que jug¨® una baza decisiva por la libertad en momentos de mucho peligro. Cuando la democracia a¨²n era una fiesta algunas cronistas parlamentarias y pol¨ªticos dem¨®cratas se hicieron amantes y los periodistas de cualquier medio navegaban juntos las noches en Oliver y Carrusel e incluso eran amigos.
2013. Ciertamente aquella primera Transici¨®n sin ruptura, conducida por UCD y PSOE, que Carrillo sostuvo sobre sus anchas espaldas, fue lo m¨¢s parecido a una tienda de todo a cien. La forma precaria de sacar la carreta de la charca franquista produjo luego mucho desencanto, pero semejante frustraci¨®n no es nada si se compara con el desprecio que la mayor¨ªa de los ciudadanos siente hoy en general hacia la pol¨ªtica y el periodismo. Puede que aquellos pol¨ªticos y periodistas, cuya imagen ha edulcorado el tiempo no fueran nada del otro mundo, pero ninguno se comport¨® como un canalla, una afirmaci¨®n que no se sostiene ahora. La monarqu¨ªa, entonces respetada, est¨¢ hoy a las patas del caballo, el Congreso de los Diputados, que alberg¨® el nacimiento de la libertad, debe ser protegido por guardias acorazados ante el cerco de j¨®venes indignados y la hidra de la corrupci¨®n con sus siete cabezas ha comenzado a pudrir de ra¨ªz a las instituciones hasta constituirse en la forma sustancial de la democracia. Los l¨ªderes de cada bando se navajean para defender su parcela y la mediocridad de pensamiento se ve acrecentada por la forma pedestre de expresarlo en la tribuna. Gran parte de la prensa dispersa en el gallinero de las tertulias comparte con la pol¨ªtica el africanismo, que convierte al adversario en enemigo a merced de bander¨ªas y del odio personal. Salgan a ver el cortejo: es el carro de la basura cargado de pol¨ªticos y periodistas que va hacia el vertedero.
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