Cuidado: contiene ¡®spoilers¡¯

Cada d¨ªa descubrimos nuevos motivos de preocupaci¨®n. Lo de los spoilers, por ejemplo, no es ninguna tonter¨ªa. Tal como est¨¢n las cosas, escribir sobre una obra de teatro, una pel¨ªcula, una serie o un libro equivale a caminar por un campo minado. ?Se acab¨® aquella jovial inconsciencia de anta?o! Hay compa?eros que alzan r¨®tulos de aviso (¡°?Cuidado, spoiler! ?No siga usted leyendo!¡±) como si temieran por la vida del lector, aunque secretamente tambi¨¦n temen por la suya, como se ver¨¢: el caso es temer. O pierden un tiempo precioso?(le temps petit qui nous reste ¨¤ vivre, ya lo dijo el poeta) pensando: ?ser¨¢ esto que voy a escribir un spoiler?¡±.

Parece que la palabra viene del verbo ¡°to spoil¡±, que significa por igual mimar y echar a perder. Un spoiler es alguien (o algo) que te chafa el final, que te cuenta lo que no deber¨ªas saber. Es el equivalente moderno del tipo que te dec¨ªa ¡°Y entonces, cuando el farmac¨¦utico le da con el hacha¡­¡±, solo que ahora se le llama spoiler, del mismo modo que no te sirven una magdalena a menos que pidas un muffin. (Pronto se hablar¨¢ del ¡°muffin de Proust¡±). Yo entiendo que es molesto fastidiar un final sorprendente, pero es que hace poco a un amigo cr¨ªtico le afearon terriblemente la conducta porque se atrevi¨® a contar c¨®mo acababa Otelo. Y no es que solo le pusieran verde, es que llegaron a pedir ¨C?qu¨¦ digo a pedir! ?a exigir!¨C que le echaran del peri¨®dico. O sea, que quer¨ªan acabar con ¨¦l.

Antes, si uno no conoc¨ªa el final de Otelo, enmudec¨ªa o cabeceaba, displicente, ante su revelaci¨®n: ¡°Ya, ya. Si es que los celos¡­¡±. Ahora la ignorancia es bronca, arrogante. Otro amigo, soci¨®logo, atribuye las iracundas reacciones ante los spoilers a que tragamos tantos carros y carretas a diario que, para compensar, nos subimos por las paredes por aut¨¦nticas peque?eces: ¡°?Ah, no! ?Lo del t¨ªo este con Otelo es intolerable! ?Se las voy a cantar bien claras! ?Hasta ah¨ª pod¨ªamos llegar!¡±.

He consultado a una amiga psicoanalista, que me ofrece una lectura acorde a su negociado: cuando alguien proclama, vehemente, que no quiere que le cuenten el final, est¨¢ manifestando de un modo palmario (nunca mejor dicho) su miedo a la muerte. La interpretaci¨®n me parece muy plausible, aunque yo tengo un miedo cerval a la muerte y no solo he destripado inn¨²meros finales sino que no me importa que me los destripen. Quiz¨¢s no me importe porque tiendo a olvidarlos. Puedo recordar los datos m¨¢s peregrinos pero tengo escasa memoria para los argumentos, y pienso que eso quiz¨¢s se deba a que no me interesa tanto la trama como la forma de contarla. Les aviso, por cierto, de que viene un spoiler, as¨ª que no deber¨ªan seguir leyendo si no quieren enterarse (metaf¨ªsicamente hablando) de que dentro de sesenta y dos palabras, si empiezan a contar a partir de ya, va a terminarse este art¨ªculo, como se terminan todas las cosas en esta vida. Nos estamos acercando al precipicio, as¨ª que lo mejor ser¨¢ seguir las ense?anzas del gran Macedonio Fern¨¢ndez, al que le gustaba tan poco tener que echarle el cierre a sus escritos que los acababa antes de que llegara el final, cosa que me dispongo a hacer exactamente ahora.