Amor en conserva
Tan aparentemente agradable como en realidad plomiza, la pel¨ªcula llega con la vitola del cine para inmensas minor¨ªas
Hubiera podido ser una bonita pel¨ªcula de media hora, pero a veces las duraciones est¨¢ndares, y sobre todo la incapacidad para rodear una buena idea de sustancia verdadera, acaban con las posibilidades de un llamativo punto de partida del que tirar del hilo. The lunchbox, tan aparentemente agradable como en realidad plomiza, llega con la vitola del cine para inmensas minor¨ªas, la de esos productos localistas que, asentados en la ternura, en las ganas de vivir y, sobre todo, en su exotismo, aterrizan en las multisalas de versi¨®n original para alimentar las exigencias de buen rollo de una parte de su p¨²blico. Sin embargo, que la pel¨ªcula sea ex¨®tica, india, en este caso, no quiere decir que no le pidamos los mismos requerimientos narrativos que a las dem¨¢s. Y esta apenas se sostiene.
En unas l¨ªneas: una mujer joven y guapa cuyo empe?o de cada d¨ªa reside en hacer una buena comida para el descanso laboral de su marido ve c¨®mo un error en los env¨ªos de las tarteras (de ah¨ª, el t¨ªtulo), por mensajero, acaba llevando sus amorosos platos a un tipo gris a punto de jubilarse con el que comienza una relaci¨®n epistolar amparada no el email ni el whatsapp, sino en el tupperware. Bonito, ?verdad?
THE LUNCHBOX
Direcci¨®n: Ritesh Batra.
Int¨¦rpretes: Irrfan Khan, Nimrat Kaur, Nawazuddin Siddiqui, Lillete Dubey, Nakul Vaid.
G¨¦nero: drama. EE?UU, 2013.
Duraci¨®n: 104 minutos.
El problema, sin embargo, es doble: primero, porque el equ¨ªvoco no se sostiene durante demasiado tiempo; y segundo, porque pocas cosas m¨¢s ocurren, asent¨¢ndose el relato en una especie de minimalismo tem¨¢tico que no es sino reiteraci¨®n de manual. Todo ello acrecentado porque durante toda la pel¨ªcula te est¨¢s preguntando por qu¨¦ demonios se jubila este se?or, y por qu¨¦ dicen todo el rato que estamos ante un viejo, cuando el actor que lo interpreta, Irrfan Khan, tiene apenas 46 a?os y solo se han molestado en ponerle gafas y unas cuantas canas.
Porque no es solo que haya secuencias redundantes, que poco aportan m¨¢s all¨¢ de mostrar la rutina diaria de ambos, sino que a cada secuencia le suele sobrar parte de su tiempo: a las de texto, di¨¢logos, y a las silentes, deleite visual. En su tono, y en parte de su ambientaci¨®n, The lunchbox tiene ciertos paralelismos con la sensacional Vivir (Akira Kurosawa, 1952), con ese funcionario de vida mon¨®tona que, en sus ¨²ltimos d¨ªas laborales, apuesta por encontrar un sentido a su existencia en las cosas m¨¢s sencillas y pl¨¢cidas de la vida. Sin embargo, en su debut en el largometraje, Ritesh Batra solo conmueve con unos estupendos 10 minutos finales, por lo que ocurre y por la calidad de su texto.
A pesar de que vuelve a no entenderse (por edad) parte de lo que siente el protagonista, que afirma darse cuenta de que es un viejo al analizar su propio olor corporal, como el de su abuelo cuando ¨¦l era ni?o, es en esa parte final¨ªsima cuando Batra muestra sensibilidad verdadera y, sobre todo, ritmo en la narraci¨®n y exactitud en sus palabras. Pero, para entonces, quiz¨¢ una parte del p¨²blico est¨¦ ya empachado de tanta tartera.
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