El pintor y el poeta
La fascinaci¨®n de Rilke por El Greco muestra que su influencia no se limit¨® a la pintura moderna
¡°?Lo creer¨¢s si te digo que vine a Praga a ver los c¨¦zanne?¡± El mismo Rilke que el 4 de noviembre de 1907 transmit¨ªa a su mujer la fascinaci¨®n por el pintor franc¨¦s escrib¨ªa cinco a?os m¨¢s tarde, el ¡°d¨ªa de Fieles Difuntos¡± de 1912, a la princesa Marie von Thurn und Taxis: ¡°Ahora comprendo la leyenda seg¨²n la cual Dios, en el cuarto d¨ªa de la creaci¨®n, tom¨® el sol y lo coloc¨® exactamente encima de Toledo¡±. ¡°?Espa?a! ?El anhelado viaje a Espa?a! Me escribi¨® cartas inauditas¡±, recordar¨¢ m¨¢s tarde la destinataria antes de subrayar la epifan¨ªa que el poeta vivi¨® en la ciudad imperial: ¡°Buscaba siempre lo extraordinario; pero no lo que suele calificarse como tal, y que en realidad solo requiere para ello de un falso y artificial boato. No: ¨¦l buscaba lo esencial, lo divino, el puro y simple sentido de la naturaleza, de la que ¨¦l mismo era parte, ¨¦l, que tan singularmente se alzaba por encima y m¨¢s all¨¢ de lo humano¡±.
Con su llegada al Hotel de Castilla, Rainer Maria Rilke (1875-1926) hac¨ªa realidad un deseo nacido de su obsesi¨®n por El Greco, solo comparable a la que sinti¨® por C¨¦zanne y, en otro sentido, por su amigo Rodin. Es a ¨¦ste al que le cuenta en 1908 que se ha pasado una hora delante de la Vista de Toledo, expuesta en Par¨ªs. En aquella obra se concentrar¨ªa toda la admiraci¨®n despertada por los tres cuadros del cretense que tiempo atr¨¢s hab¨ªa visto en el estudio de Zuloaga. ¡°Sabe usted, princesa, cu¨¢l hubiera sido mi ¨²nico anhelo: hacer un viaje a Toledo (¡) Debe ser magn¨ªfico ver esta ciudad, y al Greco en relaci¨®n con ella¡±, escribir¨¢ a su protectora un a?o antes de cumplir ese deseo. En la misma carta le transmite la impresi¨®n que le produjo otra pintura, descubierta esta vez en M¨²nich: Laocoonte, ese ¡°cuadro lleno de espacio¡± que tanto influy¨® en los expresionistas centroeuropeos, el ¨²nico de tema mitol¨®gico que se conserva de Dom¨¦nico Theotoc¨®puli. Perteneciente a la National Gallery de Washington, estas semanas podr¨¢ verse en el Museo del Prado dentro de la muestra El Greco y la pintura moderna.
"En El Greco ve Rilke a su predecesor en la representaci¨®n de lo suprasensible"
Con un pie en el tren que le llevar¨ªa a Espa?a (Madrid, Toledo, Ronda), Rilke lleg¨® a referirse a El Greco como ¡°uno de los acontecimientos m¨¢s grandes de mis ¨²ltimos dos o tres a?os¡±. Tal vez por eso consideraba ¡°una misi¨®n¡± sumergirse en una obra que algunos han se?alado como el antecedente pl¨¢stico de su propia poes¨ªa. O de su idea de la poes¨ªa, al menos. ¡°En El Greco ve Rilke, en cierto modo, a su predecesor en la representaci¨®n de lo suprasensible, representaci¨®n que considera como la tarea principal de su arte¡±, dice Friedrich Wodtke al comentar un fragmento del diario espa?ol del escritor, que utiliza insistentemente ese t¨¦rmino, suprasensible, para hablar de los cielos y de los ¨¢ngeles de El Greco, no tan distintos de los ¨¢ngeles de sus poemas.
En unos a?os, los del arranque del siglo XX, en los que la mirada moderna sobre El Greco no se hab¨ªa deshecho a¨²n de las adherencias m¨ªstico-patri¨®ticas, las reflexiones de Rilke sobre los ¨¢ngeles del pintor tienen algo de visionario. As¨ª, lo que para el poeta es una intuici¨®n afortunada -el ¨¢ngel como ¡°la criatura en que aparece ya cumplida la transformaci¨®n de lo visible en lo invisible¡±- para un historiador como Fernando Mar¨ªas, el gran experto en la obra de El Greco, es, un siglo despu¨¦s, una forma de explicar racionalmente los supuestos misterios de una pintura que no quiere representar igual a los vivos y a los muertos, lo sensible y lo suprasensible.
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