?Es usted lector de novela negra?
Toma de otros formatos literarios y crea uno nuevo con rigor
Uno de los tantos libreros instalados en el espacio de unos antiguos astilleros de Gij¨®n hace esa pregunta a uno de los cientos de visitantes que, muy temprano, se han acercado hasta la edici¨®n 27 de la Semana Negra. En pocas horas m¨¢s ser¨¢n miles, repartidos en la gran carpa de los encuentros o en las otras que tambi¨¦n albergan conferencias, debates, presentaciones de libros, antes o luego de haber probado el pulpo de Mario o las costillas asadas de otro chiringuito. Este es un festival cultural me temo que m¨¢s conocido en el resto del mundo que en Espa?a y, aunque a algunos les pese, parte de la identidad cultural de esta ciudad asturiana.
El visitante consultado responde que s¨ª, y agrega que es fan de Paco Gonz¨¢lez Ledesma, y lo dice as¨ª, Paco y no Francisco, porque entre los grandes autores de novela negra y sus lectores se establecen complicidades, v¨ªnculos que superan los idiomas, las distancias y las realidades. Muy cerca, un grupo de lectoras j¨®venes rodean al brit¨¢nico Craig Russell, una de ellas hace espont¨¢neamente de int¨¦rprete para las que no saben ingl¨¦s, y entre preguntas sobre sus personajes le recomiendan un libro del italiano Pino Cacucci presentado el d¨ªa anterior. Complicidades que se dan en torno a este g¨¦nero que goza de millones de lectores.
Hace muy poco, en una ciudad Italiana charlaba con el mexicano Paco Ignacio Taibo II, fundador de la Semana Negra, buscando un porqu¨¦ cartesiano para la popularidad del g¨¦nero. No llegamos a m¨¢s que una conclusi¨®n y es que la novela negra ha incorporado a la literatura el amplio territorio de la ucron¨ªa, ese ¡°?y si las cosas fueran o hubieran sido de otra manera?¡±.
El inolvidable e imprescindible Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, al que se ha rendido homenaje en esta Semana Negra, sol¨ªa decir que la novela negra retiraba el manto de secretismo del poder y lo dejaba desnudo, expuesto a la vista de los lectores, en una suerte de dulce venganza literaria, y vaya qu¨¦ grandes desquites ha ofrecido la novela negra.
Hace treinta a?os el argentino Rolo Diez public¨® Vladimir Ilich contra los uniformados, una novela plet¨®rica de fuerza y de ternura en dosis perfectamente equilibradas y que se transform¨® en un libro referencial y reverencial de la generaci¨®n latinoamericana que padeci¨® las dictaduras del cono sur, y unos pocos a?os m¨¢s tarde el chileno Ram¨®n D¨ªaz Eterovic con La ciudad est¨¢ triste, una novela muy negra que desnudaba la presencia omnipresente de la dictadura en todos los rincones de la capital chilena, y casi al mismo tiempo el uruguayo Mario Delgado Apara¨ªn, con La Balada de Johny Sosa, alegraba la vida de sus paisanos con una victoria m¨ªnima, casi imperceptible, la de un hombre ingenuo enfrentado al poder dictatorial.
Juan Madrid fund¨® con sus obras la ¨¦tica de la derrota, porque los personajes de la novela negra suelen ser grandes perdedores, ilustres perdedores en un mundo de ¡°emprendedores¡± o de cualquier eufemismo con que se quiera llamar a los que dispuestos a pisotear la dignidad humana enarbolan las banderas del triunfo social.
Jean-Patrick Manchette, indiscutible inaugurador del noir franc¨¦s, se?al¨® que escrib¨ªa inventando reglas para violarlas porque as¨ª era la vida en Marsella y no quer¨ªa salir de ella. Y esta es otra de las caracter¨ªsticas de la novela negra, que toma de otros g¨¦neros como la literatura de viajes, de aventuras, costumbrista o el policiaco-deductivo cl¨¢sico, y con rigor crea un g¨¦nero nuevo y en constante transformaci¨®n. Sin ¨¢nimo de excluir a nadie, se puede afirmar que la novela negra es un g¨¦nero ¨¢gil para lectores de mentes ¨¢giles.
Una demostraci¨®n de lo anterior es la obra del sueco Henning Mankel que, mucho antes de la irrupci¨®n del llamado boom escandinavo, ten¨ªa miles de lectores en el mundo hispanohablante. En La leona blanca el pretexto de un caso criminal que debe solucionar el comisario Kurt Wallender lleva al autor, a trav¨¦s de sus personajes, hacia la descripci¨®n m¨¢s descarnada del odioso r¨¦gimen del apartheid.
Me precio de ser lector y tambi¨¦n autor del g¨¦nero, y no puedo dejar de mencionar una peque?a joya responsable de mi adicci¨®n a la novela negra. Hace m¨¢s de treinta a?os que el mexicano Paco Taibo II public¨® H¨¦roes convocados, novela en la que un sobreviviente de la masacre de la Plaza de las Tres Culturas, inmovilizado en un hospital, en la fiebre real de la derrota y huesos fracturados, convoca a sus h¨¦roes literarios, a Sandok¨¢n, al conde de Montecristo, al Guerrero del Antifaz, para vengar a las v¨ªctimas de la represi¨®n. Y la verosimilitud de su ficci¨®n hace que el lector se sienta parte de esas huestes vengadoras.
Bienvenidos a la fiera ucron¨ªa, dicen los autores de novela negra, a ese territorio en que el griego Petros M¨¢rkaris, en su ¨²ltima novela, Pan, educaci¨®n libertad, mueve al siempre desencantado comisario Jaritos por una Europa del sur hastiada de las troikas, y que regresa a sus viejas monedas nacionales en un salto atr¨¢s porque delante s¨®lo est¨¢ el abismo.
Aunque amenace lluvia, el p¨²blico no deja de llegar a la Semana Negra. Siempre hay un espacio protegido que compartir con el espa?ol Juan Bolea, el argentino Juan Gasparini, la b¨²lgara Boriana Dukova, la uruguaya Mercedes Rosende, entre tantas y tantos invitados. Y se habla de literatura, asunto algo inusual en los festivales literarios m¨¢s formales, no en vano la Semana Negra empieza en el Tren Negro, y durante el viaje desde Madrid a Gij¨®n los autores y autoras invitadas confiesan qu¨¦ est¨¢n escribiendo y hasta por qu¨¦ est¨¢n escribiendo.
Pero tal vez lo m¨¢s significativo de la Semana Negra es que no solamente los escritores presentes hablan de libros y de autores. Entre un p¨²blico de lectores activos hay quien pregunta si este a?o viene Fred Vargas, porque la autora francesa tiene seguidores fieles, otros mantienen la pol¨¦mica que suscit¨® la publicaci¨®n de la trilog¨ªa Millennium del sueco Stieg Larsson, cuya evidente calidad hizo ganar lectores a todos, y esa misma virtud lo exime de ser el responsable de la ola de autores escandinavos que, para bien y para mal, cautivaron a muchas editoriales espa?olas. Alguien dice que el island¨¦s Arnaldur Indridason y el noruego Jo Nesbo deber¨ªan estar aqu¨ª, y un poco m¨¢s all¨¢ otro asistente indica que a su juicio la mejor novela negra escandinava que ha le¨ªdo la escribi¨® un franc¨¦s, Olivier Truc y recomienda con pasi¨®n la lectura de El ¨²ltimo lap¨®n. En la Semana Negra el intercambio de t¨ªtulos y sugerencias es parte de la din¨¢mica del festival.
El martes reci¨¦n pasado, luego de la presentaci¨®n de En cualquier caso, ning¨²n remordimiento, ¨²ltima novela traducida al espa?ol del italiano Pino Cacucci, un lector coment¨® que para ¨¦l era fundamental que se escribieran obras as¨ª, porque su percepci¨®n de la sociedad contempor¨¢nea le ven¨ªa de leer novela negra, y agreg¨® que de no haber le¨ªdo a tiempo Sangre vagabunda, de James Ellroy, no habr¨ªa conocido jam¨¢s la cara oculta de los Estados Unidos y la soledad del hombre frente al poder.
El cielo amenaza lluvia pero a nadie le importa y adem¨¢s en las carpas de los encuentros y las librer¨ªas la gente pregunta por los ausentes; ?este a?o no viene Leonardo Padura? ?Y V¨ªctor Andresco no est¨¢ en alguna mesa? Son lectoras y lectores fieles que acuden de manera informal a un encuentro libre de ceremonias excluyentes.
Cuando cae la noche y los autores que acuden por primera vez se quedan estupefactos ante el ritual del escanciador de sidra, comparten con los que recuerdan esa copas que bebieron junto a Donald Westlake, Andreu Mart¨ªn, Alicia Gim¨¦nez Bartlett y Jean-Claude Izzo. No falta el que alza una copa y bebe a la salud de Daniel Chavarr¨ªa, Ra¨²l Argem¨ª, Laura Grimaldi y de todos los que han pasado por este festival que no tiene m¨¢s norte que acercar libros y lectores.
Hace pocas horas dos estudiantes me preguntaron si pod¨ªa presentarles a algunos de los autores que deambulaban entre el p¨²blico. As¨ª que busqu¨¦ y les se?al¨¦ a un hombre vestido de pirata y a otro con aspecto de inventor de m¨¢quinas del tiempo; ah¨ª tienen a Carlos Salem, el de La maldici¨®n del tigre blanco, y a Alfonso-Mateo Sagasta, el autor de El reino de los hombres sin amor, les dije, y las vi dirigirse a ellos con entusiasmo de lectoras.
Curiosa semana es esta que se da frente al Cant¨¢brico, porque tiene m¨¢s d¨ªas de los acostumbrados, y porque deja cada a?o un rastro de lecturas de las que siempre se sale mejor.
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