?D¨®nde est¨¢ el toro?
?A ver si se enteran de una vez los toreros, los apoderados, los ganaderos, los empresarios y la autoridad! ?A ver si se enteran, en este caso, los se?ores El Cid, Castella y Escribano! Que no se puede venir a Sevilla con seis sardinas podridas, con seis novilletes inv¨¢lidos y descastados, con seis moribundos¡ Que eso es enga?ar al p¨²blico, que es echarlo de las plazas, que es una pantomima inadmisible, y que no hay derecho.
Tres ganader¨ªas / El Cid, Castella, Escribano
Dos toros de Daniel Ruiz (1? y 2?); tres de Juan Pedro Domecq (3?, 4?, como sobrero, y 5?), y dos de Parlad¨¦ (4?, devuelto, y 6?), justos de presentaci¨®n, mansones, muy blandos, nobles y descastados.
El Cid: estocada baja y un descabello (silencio); estocada (ovaci¨®n).
Sebasti¨¢n Castella: dos pinchazos y un descabello (ovaci¨®n); dos pinchazos y estocada (silencio).
Manuel Escribano: estocada (ovaci¨®n); estocada baja (ovaci¨®n).
Plaza de la Maestranza. 28 de septiembre. Segunda y ¨²ltima corrida de la feria de San Miguel. Menos de tres cuartos de entrada.
Otra vez la misma pel¨ªcula; otra vez el toro moderno, noble y tonto hasta la exageraci¨®n, sin gota de bravura ni de casta en sus entra?as; el toro gestado y criado para el aburrimiento y la desolaci¨®n.
Otra tarde perdida, otra mentira, otra piedra grande contra el d¨¦bil tejado de la fiesta.
El ¨²nico cimiento de este espect¨¢culo ¡ªal menos, el b¨¢sico¡ª es la emoci¨®n. Y esta procede en primera instancia de un toro poderoso y fiero, codicioso, noble y desafiante. Sin emoci¨®n, no tiene sentido que un se?or se vista de luces. Sin la emoci¨®n es preferible el baile, por ejemplo, que puede costar lo mismo, pero es m¨¢s c¨®modo y garantiza la diversi¨®n.
?D¨®nde est¨¢ el toro? B¨²squenlo si desean que esta fiesta perdure. Existe, porque sale en otras plazas, ese toro que, al menos, causa respeto por su presencia. Pero es verdad que estos son m¨¢s c¨®modos; pero, amigo, esta comodidad tiene la pinta de ser una sentencia de muerte.
Est¨¢ visto que los taurinos no escarmientan. Nos enga?an cada d¨ªa con una manifiesta irresponsabilidad, pues en esa mentira va la vida de su propio negocio.
Visto lo visto, la terna de hoy domingo no merece m¨¢s que una p¨²blica reprobaci¨®n por presentarse en plaza tan importante con una mercanc¨ªa de desecho. Que no se olvide que si no hay respeto para el toro, dif¨ªcilmente puede haberlo para el torero. El respeto, adem¨¢s, hay que ganarlo, y hoy los se?ores de luces prefirieron el escarnio. Porque un torero de verdad, un h¨¦roe artista, no se presenta en la puerta de cuadrillas con productos de esta cala?a.
Mal El Cid, sin ilusi¨®n, fr¨ªo, sin ideas, mec¨¢nico y desconfiado. Sabe torear, qu¨¦ duda cabe, pero hace tiempo que dej¨® de hacerlo. Ni a la ver¨®nica, sin embraguetarse nunca, ni con la muleta, dijo nada. Castella pas¨® sin pena ni gloria. Su toreo en l¨ªnea recta es anodino. Y Escribano se jug¨® el tipo de verdad con las banderillas, que las puso todas a toro pasado, pero se arriesg¨® en un par al quiebro sentado en el estribo. Con los enga?os en las manos, solo voluntad.
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