El fascismo que sobrevivi¨® a Hitler
El historiador Juli¨¢n Casanova coordina a un grupo de expertos en un libro sobre las cuatro d¨¦cadas de dictadura en Espa?a
Cuando acab¨® la Guerra Civil espa?ola, m¨¢s de la mitad de los 28 estados europeos estaban dominados por dictaduras con poderes absolutos, que no depend¨ªan de mandatos constitucionales ni de elecciones democr¨¢ticas. Excepto en el caso de la Uni¨®n Sovi¨¦tica de Stalin, todas esas dictaduras proced¨ªan del firmamento pol¨ªtico de la ultraderecha y ten¨ªan como uno de sus principales objetivos la destrucci¨®n del comunismo.
El general Francisco Franco y su dictadura no eran, por lo tanto, una excepci¨®n en aquella Europa de sistemas pol¨ªticos autoritarios, totalitarios o fascistas. Pero al margen de las categor¨ªas que se utilicen para definirlos, la mayor¨ªa de esos despotismos modernos eran hijos de la Primera Guerra Mundial, la aut¨¦ntica l¨ªnea divisoria de la historia europea del siglo XX, la ruptura traum¨¢tica con las pol¨ªticas del orden autocr¨¢tico imperial hasta entonces dominantes.
Como Espa?a no particip¨® en esa contienda, el ascenso al poder de Franco se pareci¨® poco, de entrada, al de esos nobles, pol¨ªticos y militares que, tras convertirse en h¨¦roes nacionales por su lucha contra el enemigo exterior, encabezaron el movimiento contrarrevolucionario, antiliberal y antisocialista en sus pa¨ªses desde los a?os veinte. J¨®sef Pilsudski en Polonia y Mikl¨®s Horthy en Hungr¨ªa son los mejores ejemplos (¡)
Esas dictaduras que surgieron en Europa en los a?os veinte recuperaron algunas de las estructuras tradicionales de la autoridad presentes en su historia antes de 1914, pero tuvieron que hacer frente tambi¨¦n a la b¨²squeda de nuevas formas de organizar la sociedad, la industria y la pol¨ªtica. En eso consisti¨® el fascismo en Italia, el primero en germinar como producto de la Primera Guerra Mundial, y a esa soluci¨®n se engancharon en los a?os treinta algunos partidos y fuerzas de la derecha espa?ola. Una soluci¨®n al problema de c¨®mo controlar el cambio social y frenar la revoluci¨®n en el momento de la aparici¨®n de la pol¨ªtica de masas.
El fascismo apareci¨® m¨¢s tarde en Espa?a que en la mayor¨ªa de los pa¨ªses europeos, sobre todo si la referencia es Italia y Alemania, y se mantuvo muy d¨¦bil como movimiento pol¨ªtico hasta la primavera de 1936. Durante los primeros a?os de la Segunda Rep¨²blica, apenas pudo abrirse camino en un escenario ocupado por la extrema derecha mon¨¢rquica y por la derechizaci¨®n del catolicismo pol¨ªtico. El triunfo de Adolf Hitler en Alemania, sin embargo, atrajo el inter¨¦s de muchos ultraderechistas que, sin saber todav¨ªa mucho de fascismo, vieron en el ejemplo de los nazis un buen modelo para acabar con la Rep¨²blica. El que iba a ser el principal partido fascista, Falange Espa?ola, fue fundado en octubre de 1933, cuando el fascismo era ya un movimiento de masas consolidado en varios pa¨ªses europeos.
Poco tuvo que ver Franco, por lo tanto, si lo que seguimos considerando es la conquista del poder, con la forma en que lo consiguieron los dos l¨ªderes fascistas m¨¢s importantes, Benito Mussolini y Hitler, a trav¨¦s de la movilizaci¨®n de las masas con partidos que ellos mismos hab¨ªan creado. Mussolini subi¨® al poder con una combinaci¨®n de violencia paramilitar y maniobras pol¨ªticas, sin necesidad de tomarlo militarmente ¡ªpese al mito forjado despu¨¦s de la marcha sobre Roma por el fascismo victorioso¡ª o ganar unas elecciones. Y el nombramiento de Hitler como canciller del Reich el 30 de enero de 1933, porque Paul von Hindenburg, presidente de la Rep¨²blica, as¨ª lo decidi¨®, fue el resultado del pacto entre el movimiento de masas nazi y los grupos pol¨ªticos conservadores, con los militares y los intereses de los terratenientes a la cabeza, que quer¨ªan la destrucci¨®n del sistema republicano de Weimar y de la democracia.
Unos a?os despu¨¦s, Franco comenz¨® el asalto al poder con una sublevaci¨®n militar y lo consolid¨® tras la victoria en una guerra civil (¡) Mientras Franco consolidaba su dictadura tras el triunfo en esa guerra, los que los espa?oles llamamos posguerra, la Segunda Guerra Mundial pon¨ªa patas arriba el mapa de Europa que hab¨ªa salido de la de 1914-1918. Entre 1939 y 1941, siete dictaduras derechistas de Europa del este cayeron bajo el dominio directo de Alemania o Italia: Polonia, Albania, Yugoslavia, Grecia, Lituania, Letonia y Estonia. En el mismo per¨ªodo, siete democracias fueron desmanteladas: Checoslovaquia, Noruega, Dinamarca, Holanda, B¨¦lgica, Luxemburgo y Francia.
Casi todo el continente europeo qued¨® bajo el orden nazi, gobernado por dirigentes nombrados por Hitler o dictadores ¡°t¨ªteres¡±, que sol¨ªan ser l¨ªderes de los movimientos fascistas que no hab¨ªan podido tomar el poder antes de 1939, pero que aprovechaban el nuevo escenario creado por la invasi¨®n militar alemana (¡).
El destino de todos esos reg¨ªmenes qued¨® vinculado al de la Alemania nazi. Y entre los ¨²ltimos meses de 1944 y los primeros de 1945, todos esos pa¨ªses fueron invadidos por los ej¨¦rcitos de la Uni¨®n Sovi¨¦tica o de los aliados occidentales. Las dictaduras derechistas, que hab¨ªan sido dominantes desde los a?os veinte, desaparecieron de Europa, salvo en Portugal y Espa?a. Francisco Franco y Antonio Oliveira de Salazar fueron, por lo tanto, los ¨²nicos dictadores que, como no intervinieron oficialmente en la Segunda Guerra Mundial, pudieron seguir en el poder tras ella. Esa es una gran diferencia entre las dictaduras de Europa del este, destruidas por la guerra, y las de la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica; y entre Franco y Salazar y todos esos dictadores, fascistas o no, que fueron ejecutados o acabaron en el exilio tras 1945.
Franco se libr¨®, obviamente, de ese final, aunque la intervenci¨®n italiana y alemana hab¨ªa sido decisiva para su triunfo en la guerra y conquista del poder y aunque el fervor del sector m¨¢s fascista de su dictadura por la causa nazi se hab¨ªa manifestado, pese a la no beligerancia oficial espa?ola, en la creaci¨®n en 1941 de la Divisi¨®n Azul, por la que pasaron cerca de 47.000 hombres que lucharon contra el comunismo en el frente ruso.
Muertos Hitler y Mussolini, Franco sigui¨® treinta a?os m¨¢s. Vista desde esta perspectiva comparada, el rasgo distintivo de la historia de Espa?a en el siglo XX fue la larga duraci¨®n de la dictadura de Franco despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial. No fue un par¨¦ntesis, sino el elemento central que domin¨® el escenario de forma absoluta durante esas tres d¨¦cadas (¡).
M¨¢s de una generaci¨®n de espa?oles creci¨® y vivi¨® bajo el dominio de Franco, sin ninguna experiencia directa de derechos o procesos democr¨¢ticos. Ese gobierno autoritario tan prolongado tuvo efectos profundos en las estructuras pol¨ªticas, en la sociedad civil, en los valores individuales y en los comportamientos de los diferentes grupos sociales. En 1945, Europa occidental dej¨® atr¨¢s treinta a?os de guerras, revoluciones, fascismos y violencia. Pero Espa?a se perdi¨® durante otras tres d¨¦cadas ese tren de la ciudadan¨ªa, de los derechos civiles y sociales y del Estado de bienestar (¡).
Han pasado cuatro d¨¦cadas desde la muerte de Franco y esa dictadura forma parte de la historia, un tema de estudio consolidado en los proyectos de investigaci¨®n universitarios, en congresos y publicaciones cient¨ªficas y en los programas que se imparten en la mayor¨ªa de los centros escolares. Pero es tambi¨¦n objeto de controversia pol¨ªtica y de debate p¨²blico. Con memorias divididas, esos tr¨¢gicos sucesos del pasado han proyectado su larga sombra sobre el presente y, frente a ella, necesitamos miradas libres y rigurosas.?
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