La Torre Espa?a, alegor¨ªa de la ciudad
El fallido rascacielos madrile?o se ha erigido como un potente s¨ªmbolo de disfunciones y contradicciones pol¨ªticas y econ¨®micas
El edificio Espa?a es la m¨¢s contempor¨¢nea de las alegor¨ªas urbanas de Madrid. Ha demostrado ser capaz de convocar, con su figura anticuada y pesante, m¨²ltiples y complejos mensajes de actualidad.
En t¨¦rminos generales, una alegor¨ªa es una historia inventada y ficticia en virtud de la cual una imagen o un relato representa o significa algo diferente de lo que es. Hablar aleg¨®ricamente es hacerlo figuradamente, empleando im¨¢genes para plasmar ideas y conceptos. Este recurso se asocia con frecuencia a la did¨¢ctica, porque permite hacer visible lo que es abstracto, y facilitar la comprensi¨®n directa de un concepto a trav¨¦s de una imagen.
La alegor¨ªa est¨¢ vinculada, por tanto, a la duplicidad. La diferencia entre la figura inventada ¡ªla imagen¡ª y su significado la hace susceptible de manipulaci¨®n. Por incre¨ªble que parezca, podemos aventurar que el edificio Espa?a ¡ªrebautizado, en honor a su nuevo propietario, Wang Jianlin, como Wanda¡ª ha sufrido un imprevisto cambio en su significaci¨®n, transform¨¢ndose en una gigantesca alegor¨ªa de 25 plantas, que demuestra la capacidad de una misma y ¨²nica figura de representar, enf¨¢ticamente, ideas distintas, incluso contradictorias.
La buena noticia es que la arquitectura a¨²n significa algo; la mala, su voraz instrumentalizaci¨®n no solo por los partidos pol¨ªticos y la prensa, sino tambi¨¦n por parte de arquitectos, t¨¦cnicos y comisiones de patrimonio.
El edificio Espa?a representa un error, una anomal¨ªa. Es el antirrascacielos, la no-torre.
El edificio Espa?a representa un error, una anomal¨ªa. Si era un rascacielos ¡ª modesto, pero un edificio en altura¡ª, su monumentalidad piramidal, sus fachadas s¨®lidas, la estrechez de las cruj¨ªas y hasta cinco patios de luces incrustados en su interior demuestran la contradicci¨®n t¨¦cnica, simb¨®lica y funcional en la que est¨¢ atrapado desde su construcci¨®n, en 1953. Es el antirrascacielos, la no-torre.
Una torre en la ciudad es un instrumento especulativo y simb¨®lico que aboga por la tecnolog¨ªa del aligeramiento constructivo, la flexibilidad funcional de la planta y el aprovechamiento econ¨®mico propiciado por el desarrollo vertical. El edificio Wanda carece de todas estas cualidades. Su falta de flexibilidad ¡ªpor razones dimensionales, estructurales y, sobre todo, por su inc¨®moda e inveros¨ªmil configuraci¨®n¡ª es un inconveniente objetivo y t¨¦cnico imposible de minusvalorar si se pretende cambiar su uso.
M¨¢s parecido a las moles sovi¨¦ticas construidas tras la II Guerra Mundial (Universidad Estatal de Mosc¨², hotel Leningrado¡), fue construido a principios de los cincuenta con una escasez de medios t¨¦cnicos solo comparable a su generosidad de recursos simb¨®lico-ideol¨®gicos. La flexibilidad y neutralidad fueron sacrificadas y sustituidas por la extrusi¨®n vertical de un bloque convencional ¡ªy demasiado estrecho¡ª sobre un basamento profundo.
El resultado representa no solo una rareza sino un error. Desde el punto de vista de la arquitectura como t¨¦cnica, este es su significado aleg¨®rico. Una cosa con la forma de otra, una funci¨®n instalada en un cuerpo, en un dise?o, que no le corresponde.
Pero la construcci¨®n de s¨ªmbolos aleg¨®ricos es dif¨ªcil de prever. La combinaci¨®n de una figura ¡ªel cuerpo¡ª y un significado ¡ªaquello que representa¡ª no est¨¢ sujeta a la l¨®gica o la coherencia, sino a la efectividad, a su capacidad para comunicar, con independencia de la arbitrariedad contenida.
El germen de otra alegor¨ªa se encuentra en el enfrentamiento entre V¨ªctor Moreno, director del cortometraje sobre el derribo del edificio iniciado en 2007, y Emilio Bot¨ªn ¡ªDavid contra Goliat¡ª para permitir la proyecci¨®n del documental que recog¨ªa un a?o y medio de trabajos de destrucci¨®n del interior del edificio.
La alegor¨ªa se hizo visible al conectar las im¨¢genes del derribo oculto del interior ¡ªuna tarea realizada a mano por trabajadores emigrantes de un espacio sin valor alguno en el 90% de las plantas¡ª con la burbuja inmobiliaria, cuajando el mensaje en los formatos alternativos de las redes sociales.
La censura temporal del cortometraje, impuesta por el Banco Santander, intensific¨® la avidez por m¨¢s figuras aleg¨®ricas: en los trabajos de derribo se vislumbr¨® un s¨ªmbolo del desd¨¦n por la memoria y la identidad de la ciudad y de sus ciudadanos. Para rematarlo, la paralizaci¨®n de los trabajos de derribo en 2008 y el abandono del proyecto de reforma por su ¡°inviabilidad econ¨®mica en la coyuntura de crisis financiera e inmobiliaria¡± hicieron del, a¨²n entonces, edificio Espa?a la definitiva alegor¨ªa de una naci¨®n arruinada. Hasta el Santander se rend¨ªa¡
La compra del inmueble por parte del grupo de inversiones chino Wanda en 2014 se realiz¨® abiertamente a cambio de reducir su nivel de protecci¨®n, y elev¨® as¨ª hasta el paroxismo el nivel simb¨®lico de la imagen herida del edificio, convertido en objeto de una discusi¨®n ahora ya abiertamente ideol¨®gica. Hab¨ªa que elegir, aparentemente, entre nuestros or¨ªgenes o nuestro futuro, un dilema significativo donde los haya. El Wanda era su representaci¨®n inesperada, su figura aleg¨®rica.
Fue construido a principios de los cincuenta con una escasez de medios t¨¦cnicos solo comparable a su generosidad de recursos simb¨®lico-ideol¨®gicos
La reducci¨®n de la protecci¨®n concedida por el Ayuntamiento de la alcaldesa Botella y el presidente Gonz¨¢lez fue elaborada t¨¦cnicamente por la Comisi¨®n de Patrimonio de la Comunidad de Madrid. Esto permit¨ªa al fresco capital chino derribar la totalidad de lo que a¨²n quedaba en pie, con la excepci¨®n de la fachada frontal a la plaza y de sus dos laterales. Todo por la inversi¨®n y el empleo, aun a pesar del sinsentido t¨¦cnico. Transformado en alegor¨ªa y olvidada su condici¨®n material ¡ªes un edificio de 117 metros de altura construido ?hace 60 a?os!¡ª, hay quien cree que se puede cortar, doblar y pegar como si fuera un recortable.
Si en 1953 la torre Espa?a no supo adaptarse a los mecanismos inmobiliarios de los edificios de altura y qued¨® atrapada en los mecanismos simb¨®licos del R¨¦gimen y su falta de medios t¨¦cnicos, en 2014 renac¨ªamos de las cenizas con las lecciones del liberalismo econ¨®mico anglosaj¨®n bien aprendidas. Porque en Nueva York, Chicago o Londres, los edificios de 20 plantas y 50 a?os se derriban para construir, en su lugar, nuevas torres de 60 plantas. As¨ª es como invierte el capital en la ciudad entendida como instrumento econ¨®mico.
Pero, por un instante, hab¨ªamos olvidado las leyes de conservaci¨®n del patrimonio y la tutela administrativa exhaustiva a la que est¨¢ sometida cualquier iniciativa en nuestras ciudades y que, sin embargo, ni facilitan la vida ni aclaran los marcos de acci¨®n. Esta es, en ¨²ltimo t¨¦rmino, la m¨¢s significativa de las alegor¨ªas construidas con el cuerpo herido del edificio Espa?a: la de la rigidez y la contradicci¨®n de los marcos legales europeos, la de la inacci¨®n involuntaria fruto del marasmo normativo, y la confusi¨®n ideol¨®gica.
El edificio Espa?a, por l¨®gica t¨¦cnica y de coherencia arquitect¨®nica, o se conserva como lo que es ¡ªsu estructura y sus fachadas¡ª y se reutiliza dentro de sus muchas e inc¨®modas limitaciones, a cambio de conservar su valor simb¨®lico y su memoria urbana, o se sustituye por otro edificio nuevo, contempor¨¢neo y ¨²til.
Si es un s¨ªmbolo, un monumento, seamos consecuentes. En tal caso, se conservar¨¢ como memoria de un tiempo que se acumula en la ciudad de modo natural, su historia. Si es un instrumento econ¨®mico ¡ªy con ¨¦l la ciudad¡ª, se derribar¨¢ para sustituirlo por uno t¨¦cnicamente contempor¨¢neo. Un s¨ªmbolo, pero de nuestro tiempo. Hay que elegir.
Su actual funci¨®n aleg¨®rica nos obliga a tomar una decisi¨®n sobre qui¨¦nes somos y qui¨¦nes queremos ser. Pero no nos enga?emos: a d¨ªa de hoy y con la ley en la mano, solo puede conservarse. Y los edificios, como casi todas las cosas que han sido hechas por una raz¨®n, no se conservan a la carta, sino respetando su l¨®gica interna, aunque en este caso sea una l¨®gica dudosa.
Luis Rojo de Castro es arquitecto y profesor ayudante de la Escuela T¨¦cnica Superior de Arquitectura de Madrid.
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