Triunfa en la ?pera de Viena un nuevo ¡®Corsario¡¯
Manuel Legris logra el ¨¦xito con una obra que abrir¨¢ la programaci¨®n de danza y ballet del Teatro Real
M¨¢s de 70 elementos en escena (que se ampl¨ªa notablemente con los figurantes y los peque?os de la escuela propia), cinco cambios de decorado con el fant¨¢stico naufragio del barco pirata, un sonido extraordinario aportado por la Orchester der Weiner Staatsoper, dirigida por el moscovita Valeri Ovsianikov y una plantilla de bailarines muy motivada con toques de virtuosismo, hicieron del estreno vien¨¦s de Le Corsaire la pasada semana uno de los acontecimientos europeos de esta temporada. Tambi¨¦n era la primera incursi¨®n de Manuel Legris (Par¨ªs, 1964) en el terreno de los grandes t¨ªtulos del repertorio decimon¨®nico, empe?o del que ha salido m¨¢s que airoso. A la vez, es muy evidente el mejoramiento y pujanza de la compa?¨ªa, c¨®mo ha mejorado desde que en septiembre de 2010 tomara el tim¨®n del ballet de la Staatsoper este parisiense, reputado estilista en su baile y que goza de las simpat¨ªas de toda la profesi¨®n (ya su nombre ha sonado varias veces para el sill¨®n de Garnier en Par¨ªs).
Corsario, basado en un poema de Lord Byron y del que hay en el panorama internacional unas seis versiones de rese?a obligada (G¨²sev, Sergueyev, Grigorovich, Holmes, Burlaka-Ratmanski y ahora Legris) siempre es atrayente, a?ade exotismo, color y variedad, los bailarines pueden lucirse de lo lindo y Legris hizo bien en arriesgar, visionarlo desde una ¨®ptica coral arm¨®nica, jugar con una cierta delicadeza francesa hasta extremar el estilo. Como ya apunt¨® una vez Oleg Vinogradov (que tambi¨¦n tiene su Corsario) casi todo lo que vemos hoy es herencia directa de Alexander Gorski, de lo que ¨¦l empac¨® hacia la modernidad en los albores del siglo XX.
Hay un trabajo previo y b¨¢sico que es parte de este ¨¦xito. Se trata del riguroso editado de la partitura, que parte de Adolphe Adam, pero que tiene dentro materiales de m¨¢s de 10 compositores (Delibes, Pugni, Drigo, Gerber, Oldernburg y Troubetzkoi, entre otros), una selva intrincada de papel pautado donde ha buceado con sabidur¨ªa y rigor un equipo liderado por el pianista y music¨®logo Igor Zapravdin, asistido por dos orquestadores eficientes: el vien¨¦s Thomas Heinisch y el h¨²ngaro G¨¢bor Ker¨¦nyi, un equipo bendecido por el mism¨ªsimo Richard Bonynge, que excepcionalmente escribe en el libro de sala. Lo que se ha o¨ªdo desde el foso de la Staatsoper es fascinante, empastado, coherente, armonioso y justificado en lo que aportaba la cor¨¦utica esc¨¦nica.
Lo que menos gust¨® es la escenograf¨ªa, convencional, basada en cinco telones de fondo pintados con discreto realismo acuarelado, que suben y bajan a placer. El resto del enorme escenario es de terciopelo negro con un bisel de espejo gris en telas laterales, un buen efecto que, sin embargo, no logra su total dimensi¨®n pl¨¢stica. El vestuario funciona con correcci¨®n, y ambos dise?os son responsabilidad de la italiana Luisa Spinatelli.
En la distribuci¨®n estelar del estreno destacaron con claridad y por este orden Maria Yakovleva (M¨¦dora); Davide Dato (Birbanto); Liudmila Konovalova (Gulnare) y Robert Gabdullin (Conrad). Ya el italiano Davide Dato salt¨® a primera l¨ªnea esta misma temporada con La leyenda de Jos¨¦, de John Neumeier, y ahora su Birbanto se come la escena, d¨¢ndole el car¨¢cter adecuado y terrenal. Hay que decir que las danzas de car¨¢cter propiamente est¨¢n muy cuidadas en el todo del ballet, con su gusto orientalista y sus acentos de tradici¨®n eslava. Pero Legris le ha dado un disgusto a los apasionados ballet¨®manos vieneses, que son legi¨®n y se hacen notar, al quitar al personaje del esclavo Al¨ª del segundo acto. Ya sabemos que el archifamoso pas de deux ¨¤ trois entre Medora, Conrad y el esclavo Al¨ª (antes Conrad no bailaba, era solo pantom¨ªmico y Al¨ª no tuvo nombre hasta 1955 en el Teatro Mali de Leningrado) es una invenci¨®n de Alexander Checrigin, que se lo transmiti¨® a Vajtl¨¢n Chabukiani y que Vaganova lo regl¨® como se ve ahora. Legris hace que sea un d¨²o l¨ªrico entre Conrad y Medora donde Yakovleva estuvo soberbia, lo mismo que en el adagio a?adido y extra¨ªdo de Sylvia (Delibes).
La obra de Legris ser¨¢ la encargada de abrir, en enero de 2017, la escu¨¢lida programaci¨®n de danza y ballet del Teatro Real, siendo este Corsaire el ¨²nico plato fuerte de verdadero y riguroso repertorio que veremos en el principal escenario de Madrid.
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