El para¨ªso para los seguidores de Prince... est¨¢ en la Red
De forma sigilosa, YouTube se ha llenado de discos del cantante fallecido. Antes de su muerte, apenas hab¨ªa material
El 21 de abril, el mundo recibi¨® una doble conmoci¨®n. La brusca muerte de Prince empuj¨® a millones de personas en busca de su inmensa obra. Pasmo general: descubrieron que pr¨¢cticamente no hab¨ªa nada de Prince en YouTube, Spotify, Deezer o Apple Music. Ninguna sorpresa para los fieles. Desde 2007, Prince decidi¨® borrar todo lo suyo en los sitios m¨¢s populares. Ten¨ªa un argumento incontestable: ¡°en YouTube eliminan el porno pero han elegido no quitar los contenidos ilegales de m¨²sica y cine, esenciales para el ¨¦xito de su negocio¡±. De fondo, las miserables liquidaciones que YouTube o Spotify paga a artistas con millones de usuarios.
Contaba Prince con ¡°un equipo de hermosas abogadas¡± y, sobre todo, con la empresa brit¨¢nica Web Sheriff, especializada en localizar material no autorizado y, mediante amenazas legales, consegu¨ªa que desapareciese en cuesti¨®n de horas. Claro, hubo excesos: se intent¨® intimidar a alguien que hab¨ªan subido unos segundos de su ni?o bailando con el tema Let¡¯s go crazy.
Esta madre pod¨ªa alegar ignorancia de las obsesiones de Prince pero no era el caso de los 22 fans que fueron demandados, un mill¨®n de d¨®lares por persona: compart¨ªan filmaciones de Prince en directo a trav¨¦s de Facebook o sus propias p¨¢ginas web. La publicidad resultante fue tan negativa que Prince retir¨® las demandas. El mensaje, sin embargo, era n¨ªtido: tolerancia cero.
Y lo reforz¨® en 2015, cuando anunci¨® que romp¨ªa con los servicios de streaming. Cargaba contra Spotify, ya que entre sus accionistas est¨¢n las grandes discogr¨¢ficas que detesta. Por el contrario, s¨ª pact¨® con Tidal, que funciona por suscripci¨®n. Razon¨® que era una iniciativa de artistas (su cara visible es Jay-Z) y se call¨® que, necesitado de contenido exclusivo, Tidal ofrece adelantos suculentos. Forma parte del modelo de negocio de Prince, que anteriormente ha vendido estrenos a tiendas como Target o Best Buy, sin olvidar los t¨ªtulos que ¡°regalaba¡± con peri¨®dicos.
Una avalancha de Prince
Conscientes de tales antecedentes, el mismo 21 de abril, los admiradores empezaron a subir sus joyas discretamente. Gran alivio: no recibieron la habitual takedown notice, el aviso para retirar ese material de YouTube. Igual ocurri¨® con medios que almacenaban entrevistas cuya redifusi¨®n estaba prohibida por Prince: por ejemplo, los 38 minutos con Larry King, emitidos por CNN en 1999 o las diversas apariciones en MTV.
El levantamiento del veto es impl¨ªcito. No se sabe qui¨¦n cambi¨® las reglas: cabe imaginar que los posibles herederos ¡ªencabezados por su hermana menor, Tyka Nelson¡ª decidieron que las dram¨¢ticas circunstancias exig¨ªan que las masas tuvieran acceso a discos y directos de Prince a trav¨¦s del principal canal por el que ahora se consume la m¨²sica.
Hemos pasado del cero al infinito. Centenares de v¨ªdeos de calidad variable; ahora podemos disfrutar de The undertaker, largometraje de 1994 que combinaba un mensaje antidrogas con rock duro. Del mismo modo, reaparecen grabaciones de sus legendarias jam sessions tras el concierto principal, donde se puede tomar medida de la aut¨¦ntica talla del m¨²sico, libre de la obligaci¨®n de tocar sus grandes ¨¦xitos, como Small club, registrado en Holanda en 1988.
La riada de YouTube crece cada d¨ªa y el aficionado har¨ªa bien en sumergirse antes de que, ay, alguien mande parar. Si el mundo de Prince fuera medianamente normal, ya deber¨ªan estar preparando la reedici¨®n de los t¨ªtulos desaparecidos del mercado, por no hablar del Santo Grial: los centenares de horas de m¨²sica y v¨ªdeo que duermen en los archivos de Paisley Park; muchas cintas est¨¢n desordenadas ¡ªalgunas, incluso deterioradas por una inundaci¨®n¡ª pero existen listados del contenido de abundantes ¨¢lbumes que se anunciaron y nunca se materializaron.
Un primer paso ser¨ªa llamar a Alan Leeds, veterano de la industria que puso orden en el caos discogr¨¢fico de James Brown, con magistrales recopilatorios como la caja Star time y los vol¨²menes de James Brown: the singles. Leeds trabaj¨® con Prince entre 1983 y 1993 y gozaba de su confianza en asuntos musicales: coloc¨® a su hermano Eric como saxofonista de The Revolution. En Alan Leeds depositamos nuestras esperanzas.
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