Instrumentaci¨®n de la m¨²sica
El 'show' de Gu¨¦rguiev en las ruinas de Palmira vino a recordarnos la gran habilidad con que los gobernantes de Mosc¨² utilizan la m¨²sica cl¨¢sica
Pueden, podemos, poner todas las objeciones, pero fue un brillante golpe de teatro pol¨ªtico. El show de Gu¨¦rguiev en las ruinas de Palmira vino a recordarnos la gran habilidad con que los gobernantes de Mosc¨² utilizan la m¨²sica cl¨¢sica. No minusvaloren la haza?a de trasladar una orquesta a una zona b¨¦lica, por no hablar de mantener el secreto de una actuaci¨®n con centenares de invitados. Lo que m¨¢s nos descoloca: que el art¨ªfice fuera Vlad¨ªmir Putin. Los que le trataron, antes de su imparable ascensi¨®n, suelen retratarlo, evitemos los eufemismos, como un hortera. Pero el Poder gusta de engalanarse con el manto de la alta cultura. Y la m¨²sica est¨¢ entre sus manifestaciones m¨¢s aparentes.
Los nazis aplicaron la etiqueta de entartete (degenerado) a compositores tan variados como Mendelssohn, Weill, Korngold o Sch?nberg
Piensen en Fidel Castro: un raro esp¨¦cimen de cubano insensible ante los encantos de la m¨²sica. Sin embargo, en 1962 convirti¨® el Country Club de La Habana, el para¨ªso de los potentados locales, en la Escuela Nacional de Arte. Hubo m¨¢s ambici¨®n que dinero: entre otros, nunca se concluir¨ªa el edificio. Con todo, el sistema educativo cubano ha producido legiones de soberbios instrumentistas, cantantes y compositores. M¨¢s de los que la isla puede mantener. Y luego estaban los emp¨ªricos, los artistas populares reconvertidos en funcionarios. Alg¨²n d¨ªa sabremos los motivos de que el gran Compay Segundo fuera enviado, como obrero agr¨ªcola, a un rinc¨®n remoto de China, para aprender t¨¦cnicas de cultivo del arroz. M¨¢s que el desperdicio de su talento, Compay cre¨ªa que el verdadero castigo fue la prohibici¨®n de intimar con la poblaci¨®n femenina.
En los tiempos del Hombre Nuevo se impuso un relevo: se promocion¨® a j¨®venes autores, mayormente autodidactas, que buscaron un lenguaje propio en los a?os ¨¢lgidos de la revoluci¨®n. Alguien tendr¨¢ que escribir las vidas paralelas de Silvio Rodr¨ªguez y Pablo Milan¨¦s, las luminarias de la nueva trova. Llegaron a ocupar puestos de diputados en la Asamblea Nacional del Poder Popular, pero su trayectoria se ha bifurcado: Silvio ha permanecido esencialmente fiel al castrismo, justificando incluso las ejecuciones ejemplares, mientras Pablo ejerce cierta disidencia. Est¨¢ la famosa leyenda: Fidel, insomne, manda pedir una noche la presencia de este, seguramente para impresionar al visitante de turno; Milan¨¦s se niega, sugiriendo que sea Castro qui¨¦n se desplace a su casa.
Fidel Castro, cubano insensible a la m¨²sica, en 1962 convirti¨® sin embargo el Country Club de La Habana en la Escuela Nacional de Arte
Tales desplantes no hubieran sido tolerados en la Uni¨®n ?Sovi¨¦tica de Stalin o la Alemania de Hitler. Los nazis fueron eficaces en la depuraci¨®n de las artes, aplicando la infamante etiqueta de entartete (degenerado) a compositores tan variados como Mendelssohn, Weill, Korngold o Sch?nberg. Tuvieron menos fortuna a la hora de modificar los gustos del gran p¨²blico, que insist¨ªa en complementar la dieta oficial de valses y marchas con bailes m¨¢s audaces tipo foxtrot y tango.
Se han escrito abundantes tomos sobre la semiclandestinidad del jazz en la Europa ocupada por el Tercer Reich, aunque urge avisar que lo que all¨ª se denominaba jazz era, en muchos casos, poco m¨¢s que bailables ligeros. Un libro especialmente revelador es Swing frente al nazi (Es Pop Ediciones). Su autor, Mike Zwerin, cr¨ªtico estadounidense residente en Par¨ªs, rastre¨® a principios de los a?os ochenta el paradero de los supervivientes ¡ªalemanes, franceses, checos, holandeses, daneses¡ª que tocaron jazz o se organizaron en asociaciones para difundir aquella ¡°atroz m¨²sica de jud¨ªos y hotentotes¡± (Goebbels dixit).
Zwerin se harta de escuchar excusas y batallitas, pero termina por entender la nostalgia de sus entrevistados: efectivamente, aquellos fueron a?os dorados para los jazzistas eu?ropeos, cuando no ten¨ªan que competir con los maestros ingleses o estadounidenses. Cierto: se enfrentaron a dilemas morales que no siempre resolvieron con decencia. Pero se consideran absueltos por la gracia de Django: vivieron penurias y alegr¨ªas al lado de un portento de la guitarra llamado Django Reinhardt. Un gitano minusv¨¢lido e irresponsable que hasta ten¨ªa admiradores en la Wehrmacht.
Swing frente al nazi. Mike Zwerin. Traducci¨®n: ?scar Palmer Y¨¢?ez. Es Pop Ediciones. Madrid, 2016. 288 p¨¢ginas.
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