Pensar a golpe de pol¨¦mica
El fil¨®sofo Gustavo Bueno falleci¨® ayer a los 91 a?os en Niembro (Asturias), dos d¨ªas despu¨¦s de la muerte de su esposa. Su voluntad de armar un sistema de pensamiento marc¨® su obra
Hace algunas semanas, en el transcurso de una entrevista para un diario, me preguntaba la periodista por el libro de filosof¨ªa que m¨¢s me hab¨ªa influido. Era una pregunta, claro est¨¢, de imposible respuesta. En vez de hurgar, in¨²tilmente, entre mis textos favoritos, opt¨¦ por tirar de memoria. Y di en recordar un panfleto de Manuel Sacrist¨¢n que marc¨® a la gente de mi generaci¨®n, aquel Sobre el lugar de la filosof¨ªa en los estudios superiores, que tanta cola trajo, en la medida en que impugnaba, de manera radical, la existencia de Facultades de Filosof¨ªa, las mismas en las que, por esas fechas, est¨¢bamos pensando en ingresar.
Fue precisamente como cola de aquel panfleto como muchos de nosotros, estudiantes de finales de los sesenta y principios de los setenta del siglo pasado, conocimos a Gustavo Bueno, quien, dos a?os despu¨¦s de la aparici¨®n del op¨²sculo sacristaniano, en 1970, public¨® su libro El papel de la filosof¨ªa en el conjunto del saber. Era una respuesta desmesurada ¡ªel papel de Sacrist¨¢n ocupaba 36 p¨¢ginas y el texto de Bueno, 319¡ª, alborotada y retadora, muy en su estilo. No se privaba, por ejemplo, de referir en el pr¨®logo que solo hab¨ªa utilizado los libros que ten¨ªa a su alrededor, sin consultar los que ten¨ªa en las estanter¨ªas m¨¢s altas porque no dispon¨ªa de una escalera para acceder a ellos.
Vista la cosa con perspectiva, se puede afirmar que no era aquella intervenci¨®n una mala carta de presentaci¨®n del fil¨®sofo riojano. Por lo pronto, mostraba uno de sus principales rasgos, a saber, un temperamento pol¨¦mico que no dej¨® de acompa?arle nunca. De hecho, tan pespunteada de pol¨¦micas est¨¢ su trayectoria que puede dibujarse la evoluci¨®n de su pensamiento siguiendo el rastro de aquellos pensadores y aquellas posiciones te¨®ricas con las que se fue peleando.
Personalmente, alcanzo a recordar el rifirrafe que mantuvo con Fernando Savater en las p¨¢ginas de la a?orada revista Triunfo a principios de los setenta, rifirrafe del que Bueno no sali¨®, como era de prever, muy bien parado. Tambi¨¦n nos lleg¨® noticia, m¨¢s o menos por los mismos a?os, del incidente con Alberto Card¨ªn en el que se vio involucrado, cuando el prematuramente desaparecido antrop¨®logo estudiaba en Oviedo y le reprochaba al fil¨®sofo su ortodoxia prosovi¨¦tica. Pero luego, como dec¨ªamos, el signo de las pol¨¦micas (y, obviamente, sus interlocutores) fue variando.
Discuti¨® en especial sobre religi¨®n y sobre pol¨ªtica, aunque tambi¨¦n busc¨® el cuerpo el cuerpo en otros asuntos, como el de una reivindicaci¨®n de la pena de muerte que no alcanz¨® el eco que parec¨ªa estar buscando. En todo caso, fue su evoluci¨®n en el campo de la pol¨ªtica la que le report¨® mayor n¨²mero de reproches, especialmente por su defensa de una idea de Espa?a que para muchos no dejaba de constituir una variante del m¨¢s rancio nacionalismo espa?ol.
Aunque tal vez el rasgo te¨®rico por el que mejor quede definido Gustavo Bueno sea por su voluntad de sistema. Durante algunos a?os, constitu¨ªa casi un lugar com¨²n en la comunidad filos¨®fica de nuestro pa¨ªs se?alar que Bueno era, junto con Eugenio Tr¨ªas, el ¨²ltimo fil¨®sofo que todav¨ªa estaba empe?ado, contra viento y marea, en elaborar su propio sistema, el denominado materialismo filos¨®fico.
Bibliograf¨ªa b¨¢sica
Ensayos materialistas (1972). Intenta explicar la historia humana en funci¨®n de una "conciencia aut¨®noma" de la idea de Dios.
El animal divino (1985). Uno de sus ensayos m¨¢s pol¨¦micos. Bueno divide las religiones en tres categor¨ªas y defiende que surgen como un proceso hist¨®rico que se inicia con el culto a los animales.
El mito de la cultura (1997). Uno de sus libros m¨¢s populares, donde critica las nacionalidades porque pretenden arrogarse la cultura, imponi¨¦ndose al pensamiento cient¨ªfico.
Espa?a frente a Europa (2000). Desde la perspectiva de una filosof¨ªa materialista de la historia, discute la naturaleza de la identidad de Espa?a y la estructura de su unidad.
El mito de la izquierda (2003). Acusa a los independentistas de indefinici¨®n por su idea de Estado y su proyecto pol¨ªtico.
La fe del ateo. (2007) Su gran negaci¨®n de la existencia de Dios, por la que algunos le calificaron de islam¨®fobo.
Se reparar¨¢ en que el elogio ten¨ªa un car¨¢cter puramente formal, esto es, no entraba a enjuiciar el valor del concreto sistema elaborado por el autor de la Teor¨ªa del cierre categorial. No es, ciertamente, este momento, el de la despedida, el adecuado para entrar en la valoraci¨®n t¨¦cnica del mismo. Cumple ahora a quienes tanto se han reclamado de ¨¦l, por ejemplo desde las p¨¢ginas de la revista El Basilisco, acreditar la potencia te¨®rica, la capacidad interpretativa y la fecundidad heur¨ªstica de lo pensado, aunque la vigorosa personalidad de su creador les pone la tarea francamente cuesta arriba.
Sea como sea, no habr¨ªa que descartar que una de las claves para aquilatar de manera adecuada la aportaci¨®n de Gustavo Bueno se encuentre precisamente en esa distinci¨®n de la que luego tantos se han reclamado y que ¨¦l ya dibujaba en su pol¨¦mica con Sacrist¨¢n. Me refiero a la distinci¨®n entre filosof¨ªa acad¨¦mica y filosof¨ªa mundana.
Acaso el privilegio del tiempo transcurrido, y la deriva que ha ido sufriendo el pensamiento filos¨®fico tanto en el medio propiamente acad¨¦mico como en el espacio p¨²blico, nos permitan considerar esas dos dimensiones del trabajo de Bueno bajo una nueva luz. Quiz¨¢, a medida que ambos escenarios iban evolucionando con el tiempo, empez¨® a desenvolverse en ambos con creciente dificultad, y no termin¨® de atinar con el lenguaje ni con las categor¨ªas adecuadas para cada uno de ellos (deviniendo abstrusamente hiperacad¨¦mico en un lugar y sencillamente extravagante en el otro, como cuando le dio por oficiar de comentarista del programa de televisi¨®n Gran Hermano). En cualquier caso, nada de eso rebaja el m¨¦rito de su intuici¨®n ni nos autoriza a minusvalorar el arrojo de haberse atrevido a transitar por ella.
Ha sido, en fin, para bien y para mal, un digno hijo de su tiempo, y lo supo resumir ¨¦l mismo en una frase que pronunci¨® cuando le preguntaron por aquellos de sus textos que todav¨ªa consideraba v¨¢lidos: ¡°Con fecha, todos; sin fecha, ninguno¡±. Apliqu¨¦monos esa lucidez.
Manuel Cruz es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Contempor¨¢nea de la Universidad de Barcelona.
Babelia
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