Vacaciones para matar animales
El documental ¡®Safari¡¯, presentado en Venecia, sigue a varios turistas occidentales que viajan a ?frica para cazar
![Tommaso Koch](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F68f039d0-7e15-4275-b68c-0f5747bd8547.jpg?auth=ab477fa72e4d40980cc54ff252de262685cd61f4b72ce8c852dce82548a7134e&width=100&height=100&smart=true)
![Fotograma del documental 'Safari' del director Ulrich Seidl.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/FHPVOPVV2ZPSXOMAVZSDUVW474.jpg?auth=e7b72923d3e82fb8b92f5d5e8c2bf21c2d801ccee7efbf87b748aae8c50d147a&width=414)
Matar a un ?u vale 615 euros. Un impala es m¨¢s barato: 245. Pero si el cazador aspira a trofeos como un le¨®n o un guepardo, las tarifas se disparan. A¨²n as¨ª, no hay vida de un animal que no se pueda comprar. Todos tienen un precio, y hay muchos turistas occidentales dispuestos a pagarlos. De este mercado de la adrenalina y la muerte va el nuevo documental de Ulrich Seidl, cineasta austriaco conocido por un estilo que baila entre un acercamiento a? la realidad y su recreaci¨®n fiel. Safari escoge el segundo camino y sigue a varios cazadores mientras se adentran en tierras africanas con su fusil y un objetivo: mimetizarse, disparar y llevarse a casa una cabeza que exponer en el sal¨®n.
¡°Es una pel¨ªcula que habla sobre la pr¨¢ctica de matar en vacaciones. Un filme sobre la naturaleza humana¡±, defiende la sinopsis oficial. El documental ha sido presentado en el festival de Venecia pero no compite a ning¨²n premio.
Todas estas cazas son aparentemente legales, porque las normativas de varios pa¨ªses africanos las permiten y, en algunos casos, hasta las alientan: en el documental, es un guardia local quien acompa?a a los turistas en sus misiones. Zimbabue, Sud¨¢frica, Botsuana, Namibia y Tanzania aparecen entre los destinos favoritos, aunque tambi¨¦n hay varios pa¨ªses africanos que proh¨ªben esta pr¨¢ctica. El coste, entre viaje, estancia y la licencia para matar suele sumar varios miles de euros. Inevitablemente, muchos recordar¨¢n la imagen del entonces rey Juan Carlos cazando elefantes en Botsuana en 2012. O del dentista estadounidense que abati¨®, recientemente, a Cecil, el le¨®n m¨¢s querido de Zimbabue, previo pago de 50.000 euros.
El caso es que Seidl deja al espectador el juicio de valor y prefiere ense?ar la realidad. ¡°No me interesaba tanto mostrar a los ricos, aristocr¨¢ticos, los jeques y los oligarcas que disparan a los animales en ?frica, sino al cazador com¨²n. Desde hace muchos a?os, esta actividad ya est¨¢ al alcance del ciudadano medio occidental¡±, afirma el director en un comunicado.
En efecto, los protagonistas de Safari parecen tipos normales, salvo por su pasi¨®n. Amigos, familias, parejas: el sangriento turismo de la selva acoge a toda clase de p¨²blico. Y su periplo se repite ante la c¨¢mara. Primero encuentran la colocaci¨®n ideal, en alg¨²n punto entre los ¨¢rboles, a decenas de metros, para que su v¨ªctima no pueda verlos ni defenderse. All¨ª, uno de ellos prepara el fusil. Se para, detiene la respiraci¨®n y aprieta el gatillo. Si su punter¨ªa es certera, al acercarse al lugar del crimen hallan trazas de sangre y, poco m¨¢s all¨¢, al animal abatido. El pen¨²ltimo cap¨ªtulo del manual del buen cazador prev¨¦ una foto con la v¨ªctima. Luego, habr¨¢ que despiezarla y convertir sus restos en decoraci¨®n.
En el documental aparecen varias cabezas de animales de fondo, colgadas en alguna pared, mientras los entrevistados por Seidl explican su visi¨®n. ¡°Quer¨ªa descubrir qu¨¦ les mueve a cazar y por qu¨¦ pueden acabar obsesionadas con ello. Pero, sobre la marcha, se convirti¨® en un filme que aborda la pr¨¢ctica de matar: por placer, sin afrontar nunca el peligro, como una especie de liberaci¨®n emotiva¡±, defiende Siedl.
Cuando el director traslada la pregunta a los cazadores, las respuestas son variadas. Hay quien aduce que contribuyen al desarrollo de esos pa¨ªses, al pagar, ¡°en una semana, lo que un turista gasta en dos meses¡±; algunos sugieren que sus acciones ayudan a la ¡°reproducci¨®n de las especies¡±; y otros defienden que solo atacan animales que no est¨¢n en v¨ªa de extinci¨®n. Una se?ora aprovecha adem¨¢s para una puntualizaci¨®n: ¡°No me gusta el verbo matar. Prefiero abatir, es m¨¢s apropiado¡±. El resultado final, sin embargo, es el mismo.
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