Los corazones negros
La espl¨¦ndida prosa de Edna O¡¯Brien conduce por el universo del Mal en 'Las sillitas rojas', una obra sobre la barbarie de la guerra serbo-bosnia cuya lectura suscita algunas dudas
Me pregunto qu¨¦ me quiere contar Edna O¡¯Brien en Las sillitas rojas. La escritora irlandesa me sit¨²a en una posici¨®n estimulante porque esta novela habla de: una mujer que se llama Fidelma, la barbarie de la guerra serbo-bosnia, flores que agarran mal en suelo ajeno, fantasmas, la l¨ªrica de las lenguas extranjeras que no se dominan, protecci¨®n, galgos, ansia de maternidad, Irlanda, adulterio, la llegada del monstruo a una comunidad tranquila, cosas que no son lo que parecen, la violencia bestial y la vegetativa, v¨ªctimas y victimarios, ni?os que buscan madre y ni?os muertos que dejan hueco en las sillitas rojas¡ Me aferro a las ¨²ltimas palabras del libro sobre esa necesidad del hogar que desencadena el amor y las guerras, y a la alusi¨®n a Adorno de los editores: ¡°¡ es posible escribir poes¨ªa despu¨¦s de Auschwitz (¡) a veces es posible que la poes¨ªa y el horror sean una y la misma cosa¡±. Depende. Depende sobre todo de si la poes¨ªa transforma el horror en pu?al y pregunta, o difumina y asienta frases hechas. Lo consabido sobre la realidad y sobre los discursos en torno a la realidad, entre ellos, el de la palabra literaria.
Pese al exceso de est¨ªmulos tem¨¢ticos, me gusta la situaci¨®n reflexiva en que me coloca esta novela: en uno de sus cap¨ªtulos se narran las vicisitudes de un taller de lectura coordinado por Fidelma, trasunto de Dido, la que se enamora de un extranjero y es castigada. Los talleristas se toman la literatura muy en serio por cuestiones a veces rid¨ªculas. Es posible que solo tengan ganas de gritar. O¡¯Brien nos enfrenta a una visi¨®n poco humanista de la literatura: no siempre los mejores lectores son las mejores personas. No s¨¦. Lo que s¨ª creo saber es que lo literario se valora en la medida en que no nos deja indiferentes. Y la palabra de O¡¯Brien es magn¨ªfica en su dibujo de naturaleza y barbarie, en p¨¢ginas que dejan sin respiraci¨®n por su energ¨ªa simb¨®lica y sensorial: el desenterramiento de una perrita atrapada; el masaje terap¨¦utico que recibe la hermana Bonaventure; el retrato que Jack, el maduro marido de Fidelma, traza de su esposa¡ En el juego de polifon¨ªas detectamos una met¨¢fora, social y sexual, de la escritura: el sujeto se diluye en el magma colectivo y la voz es la aguja que traspasa la tela, sube y baja, se muestra y se esconde mientras teje el relato.
Sin embargo, en un punto que me cuesta desentra?ar entre la espl¨¦ndida prosa de O¡¯Brien hay algo que me incomoda y que identifico con la pretensi¨®n de abordar el Mal con may¨²scula: Medusa, la jefa de Fidelma en un servicio de limpieza, roba ¡°por pura maldad¡±; ciertos personajes act¨²an con una sa?a que casi transforma en estribillo la arend?tiana banalidad del mal; y Vlad Dragan, el monstruo montenegrino que seduce a Fidelma, es un enmascarado villano irresistible, sanguinario, eg¨®latra, culto¡ Como el 90% de los villanos. Lectura y poes¨ªa se vinculan, formal y ¨¦ticamente, con el asesinato desde tiempos inmemoriales. Muchos malos de pel¨ªcula son mel¨®manos. Se supone que la humanidad est¨¢ en otro lugar, aunque en esta novela tampoco est¨¢ con los sencillos habitantes de Cloonolia, el pueblito al que llega Vlad con nocturnidad y alevos¨ªa. Cierta fingida ingenuidad est¨¦tica lleva a la cr¨ªtica a destacar el car¨¢cter ¡°desafiante¡± del libro de O¡¯Brien, aunque el desaf¨ªo se quede en repetici¨®n del leitmotiv de que el Mal aflora en cualquier lado, de modo que se difuminan los par¨¢metros de lo concreto con estrategias ret¨®ricas de desrealizaci¨®n: extra?eza, fantasmagor¨ªas, sue?os, aplicaci¨®n de c¨®digos cl¨¢sicos que nos llevan a no identificar en un primer momento el tiempo de la narraci¨®n, el aura legendaria de cada testimonio, los textos de la ni?a Mistletoe, la posibilidad de que el Mal neutralice la variable de clase y estalle dentro del coraz¨®n, intr¨ªnsecamente negro, de expatriados, excluidos, parias de un sistema que practica la hipocres¨ªa¡ Incluso las referencias subtextuales a La letra escarlata, La semilla del diablo o El coraz¨®n de las tinieblas levantan una nebulosa respecto a lo hist¨®rico y tangible que hace que Las sillitas rojas no funcione como pretendida denuncia de la barbarie serbia. Las estrategias literarias de desrealizaci¨®n subrayan el axioma de que el Mal es el Mal y los monstruos siempre son los monstruos universales ¡ªes decir, los oficiales¡ª, los de los cuentos, esos monstruos sobre los que no cabe la controversia ni la reflexi¨®n alternativa de la literatura, esos que ni siquiera merecen la complejidad de un buen retrato.
Las sillitas rojas. Edna O¡¯Brien. Traducci¨®n de Regina L¨®pez Mu?oz. Errata Naturae. Madrid, 2016. 352 p¨¢ginas. 19 euros
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