La tele ignora el mundo anal¨®gico
Las series se sumergen en un universo digital: si Bogart viviera hoy, tendr¨ªa un tel¨¦fono en la mano, no un cigarrillo
Cuando salga, habr¨¢ tres generaciones nuevas de iPhone¡±, dice Piper justo antes de entrar en la prisi¨®n en el primer episodio de Orange is the new black. En el segundo, hace prometer a su novio que no ver¨¢ Mad Men sin ella, que aguantar¨¢ hasta que cumpla la condena. ?l asiente, pero rompe su promesa y se pone al d¨ªa con la serie. Cuando ella se entera, se abre el primer gran conflicto en la pareja (el hecho de que Piper comparta prisi¨®n con su antigua amante lesbiana no parece tan grave como esta traici¨®n televisiva). El novio ve Mad Men en el ordenador. Se supone que legalmente, pero no a la hora de su emisi¨®n en la cadena AMC. Eso ni se plantea: es una pareja joven que no ve la tele. Nadie ve ya la tele en las nuevas ficciones televisivas. No hay salones con aparatos encendidos y ni siquiera se usan como recurso para insertar una noticia en la trama. Ahora, se enteran por Twitter. Si Bogart viviera hoy, llevar¨ªa en la mano un tel¨¦fono y no un cigarrillo.
Orange is the new black fue, junto a House of cards (ambas, joyas de la corona de Netflix), la primera gran serie que no se emiti¨® por una cadena de televisi¨®n convencional. Aquello sucedi¨® en 2013. Desde entonces, el mercado de la tele a la carta en l¨ªnea ha crecido y se ha diversificado mucho en la mayor¨ªa de los pa¨ªses occidentales, y sus ficciones celebran el nuevo mundo feliz, hipertecnol¨®gico e hiperconectado. Y no solo la nueva tele. El 25 de febrero de 2015, Modern Family emiti¨® un episodio titulado Connection Lost, que simulaba verse a trav¨¦s de la pantalla de un Mac, usando todas las aplicaciones de Apple, hasta el punto de parecer un anuncio (en el fondo lo era, pero la compa?¨ªa ya hab¨ªa usado varias veces la trama de la serie para promocionar sus productos), lo que no impidi¨® que recibiera muy buenas cr¨ªticas y fuese premiado con un Emmy ese mismo a?o.
Master of None, la comedia ¨¢cida del muy popular Aziz Ansari, comienza con la rotura de un preservativo en medio de un coito. Al instante, los protagonistas cogen sus tel¨¦fonos y buscan en Google cu¨¢l es el riesgo de embarazo. Las pantallas iluminan sus caras en la penumbra del dormitorio. Comparan la informaci¨®n de algunas p¨¢ginas y deciden salir a comprar la p¨ªldora. ¡°?Llamo a un Uber?¡±, pregunta ¨¦l, y ella asiente y desaparece del plano, que se centra en el protagonista buscando en el m¨®vil: ¡°Hay un UberX a tres minutos y un Uber Black (m¨¢s caro) a quince. Vale, cojo el Black, no quiero que pienses que soy un taca?o¡±.
En el episodio piloto de otra comedia, Easy, la pareja protagonista vuelve de una cena y se disculpa ante la canguro: ¡°Perdona, se me ha olvidado pasar por el cajero, ?te pago por Paypal?¡±. En C¨®mo conoc¨ª a vuestra madre, el personaje de Barney increpa a Ted: ¡°Abandona tu romanticismo, sue?as con ver a tu chica ideal desde un kiosco de prensa y que ella est¨¦ leyendo una novela en una agencia de viajes: ninguna de esas cosas existe ya¡±. River, serie policiaca brit¨¢nica, est¨¢ protagonizada por un detective que tiene dos rarezas: convive con alucinaciones de gente muerta y es un inadaptado digital. Trabaja en una mesa atiborrada de dosieres que no sabe buscar en un ordenador y tiene la casa llena de discos de vinilo. ¡°Podr¨ªas meter toda esta m¨²sica en el tel¨¦fono¡±, le dice su compa?ero. ¡°?Para qu¨¦ querr¨ªa hacer eso?¡±, responde. El detective River es un marginal estancado en un mundo anal¨®gico, tan anacr¨®nico como si viajara en dirigible y vistiese levita.
Nadie ve ya la televisi¨®n en la nuevas ficciones televisivas, no hay salones con aparatos encendidos. Se enteran de las noticias por Twitter
Aziz Ansari, uno de los pocos c¨®micos capaces de llenar el Madison Square Garden, ha hecho del optimismo tecnol¨®gico uno de sus leitmotivs m¨¢s aplaudidos, y llega a burlarse de la torpeza de su padre usando un iPad. Incluso un c¨®mico tan corrosivo y pesimista como Louis C. K. se rinde a esta tendencia en un mon¨®logo donde argumenta que el peor tel¨¦fono moderno es mucho mejor que cualquiera de los humanos que lo usan: ¡°Vivimos un milagro y, en vez de celebrarlo, nos quejamos. ¡®Mierda, cu¨¢nto tarda esta foto en mandarse¡¯, dicen. ?Quieres hacer el favor de darle un segundo? ?Tanto te cuesta esperar a que la se?al viaje al espacio y vuelva? Tienes en tus manos un milagro y no haces m¨¢s que quejarte. Prueba a construir tu propia red con dos latas y un hilo, gilipollas¡±.
Todo esto puede leerse como un reflejo del mundo en que vivimos, pero las series no son exactamente tal reflejo. Los mecanismos de identificaci¨®n no funcionan tanto por analog¨ªa como por aspiraci¨®n. Hace a?os, Friends (1994-2004) y Sexo en Nueva York (1998-2004) recibieron cr¨ªticas por transmitir un arquetipo del profesional urbano que no ten¨ªa correspondencia con la realidad. Efectivamente, la mayor¨ªa de sus seguidores no resid¨ªan en Manhattan sin trabajar apenas y disfrutando de una vida pr¨®spera y adolescente, pero se identificaban con ese ideal. Era la vida so?ada o la aspiraci¨®n de millones de treinta?eros en todo el mundo. Por eso tienen tambi¨¦n ¨¦xito las telenovelas sobre familias ricas en audiencias de pa¨ªses empobrecidos. ?Puede suceder lo mismo con estos subrayados tecnol¨®gicos? Es decir: ?vivimos ya esa vida digital o nos gustar¨ªa vivir en ella y por eso aplaudimos su propaganda y exaltaci¨®n?
Las series celebran un nuevo mundo feliz, hipertecnol¨®gico e hiperconectado
La Uni¨®n Internacional de Telecomunicaciones (UIT), agencia de la ONU, elabora un ¨ªndice de desarrollo de la sociedad de la informaci¨®n (IDI), a trav¨¦s de muchos par¨¢metros que eval¨²an el grado de penetraci¨®n de las nuevas tecnolog¨ªas en los distintos pa¨ªses. Corea, Dinamarca e Islandia lideran la clasificaci¨®n, y Estados Unidos no aparece ni entre los diez primeros, ocupando el puesto 15 (Espa?a empez¨® en el 30 en 2010 y ha escalado hasta un honroso 26). Asimismo, el ¨²ltimo informe sobre La sociedad de la informaci¨®n en Espa?a, editado por la Fundaci¨®n Telef¨®nica, constata que hay muchos aspectos anal¨®gicos que no solo resisten en el nuevo mundo digital, sino que le ganan terreno. Uno de los m¨¢s destacados es el de los libros: mientras el ebook retrocede, el mercado editorial da muestras (t¨ªmidas) de recuperaci¨®n.
?Qu¨¦ quiere decir esto? Que es probable que esta exaltaci¨®n tecnol¨®gica vaya dirigida a una audiencia que vive dentro del nuevo mundo, pero conserva un pie en el anterior, y por eso r¨ªe los chistes de Ansari y aspira a imitar la desenvoltura de esos personajes que pagan a la canguro con Paypal. O tal vez no. Puede que solo sean nativos digitales burl¨¢ndose de los ancianos torpes como el detective River.
Sergio del Molino es escritor, autor de ¡®La Espa?a vac¨ªa¡¯ (Turner)
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