Harry Mathews
"La literatura norteamericana empieza en Melville y termina en Mathews", dec¨ªa Perec
En marzo de 1983, Harry Mathews, miembro destacado de Oulipo ¡ªel c¨¦lebre taller parisino de ¡°literatura potencial¡±, siempre a la b¨²squeda de nuevos procesos de creaci¨®n¡ª, record¨® un mandato que Stendhal se hab¨ªa dado a s¨ª mismo (¡°escribir veinte l¨ªneas por d¨ªa, geniales o no¡±) y en ¨¦l vio un buen m¨¦todo para tratar sus miedos y pereza. Pens¨®: incluso para un escritor esc¨¦ptico como yo, veinte l¨ªneas cada ma?ana no parece un ejercicio excesivo. En aquel marzo de 1983, cuenta Mathews en el prefacio a su diario Veinte l¨ªneas por d¨ªa (Mansalva), le preocupaban dos cosas: acabar su novela Cigarettes, que hab¨ªa empezado cinco a?os antes, y la muerte en marzo de 1982 de su gran amigo Georges Perec.
Se hab¨ªan conocido en 1970 cuando el oulipiano Perec le pregunt¨® por carta si ver¨ªa bien que se encontraran. ¡°Bebimos juntos y despu¨¦s fuimos a cenar, y as¨ª empez¨® la relaci¨®n m¨¢s estimulante, divertida, intensa y satisfactoria que he tenido con un hombre y que sin duda jam¨¢s volver¨¦ a tener¡±, comentar¨ªa a?os m¨¢s tarde Mathews. La relaci¨®n estuvo siempre marcada por el esp¨ªritu l¨²dico infinitamente serio de Oulipo, la ¨²nica de las vanguardias literarias ¡ªQueneau, Calvino, B¨¦nabou, Fournel, Roubaud¡ª que ha sobrevivido plenamente al siglo pasado.
El juego y la disciplina se conjugaron de modo admirable en la reuni¨®n de trabajo de Oulipo a la que, convocado exclusivamente para esa sesi¨®n, pude asistir el pasado noviembre, en casa de Harry Mathews. Me asombr¨® que, tal como va el mundo, fuera a¨²n posible encontrar personas capaces de mantener en una casa, durante horas, una apasionante conversaci¨®n sobre literatura.
All¨ª estaba, entre otros, Marcel B¨¦nabou (Por qu¨¦ no he escrito ninguno de mis libros), que fue quien mejor supo definir en su momento al autor oulipiano: ¡°Una rata que construye ella misma el laberinto del cual se propone salir¡±. Y, por supuesto, all¨ª estaba Harry Mathews, en su sill¨®n preferido y con una actitud extremadamente cordial. Si alguien me hubiera dicho que aquella ser¨ªa la ¨²nica tarde de mi vida en que le ver¨ªa, me habr¨ªa resistido a creerlo. De ¨¦l conoc¨ªa algunos de sus ensayos y su elegante y muy ingeniosa novela Cigarettes, publicada entre nosotros en 1990 por la desaparecida Circe: una laber¨ªntica trama de relaciones humanas vistas, con el tiempo, como volutas de humo difumin¨¢ndose en el aire.
Tuvo que pasar un cuarto de siglo para que en 2015 se volviese a traducir a nuestra lengua otra obra de Mathews, Veinte l¨ªneas por d¨ªa. Inesperadamente, el libro me lleg¨® de Argentina muy pocas horas despu¨¦s de que por email Eduardo Berti y Pablo Mart¨ªn S¨¢nchez ¡ª¨²nicos miembros de expresi¨®n castellana de Oulipo¡ª me comunicaran la s¨²bita muerte de Mathews en Key West. Daniela Franco, buena amiga de Harry, opina que ese env¨ªo p¨®stumo podr¨ªa ser un sutil gui?o del mism¨ªsimo Mathews. No s¨¦, pero en la contracubierta del libro, cual golpe seco de billar, destaca un blurb de Perec que parece imitar la ca¨ªda de una losa sobre una tumba: ¡°La literatura norteamericana empieza en Melville y termina en Mathews¡±.
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