El toro antitaurino
El Juli cort¨® una oreja a un nobil¨ªsimo toro de Garcigrande tras una faena tan larga como irregular
La b¨²squeda incansable de la suavidad puede acabar con la fiesta de los toros. Y si no, al tiempo. Las figuras de hoy est¨¢n empe?ad¨ªsimas en ello y seguro que lo consiguen m¨¢s pronto que tarde. Lo uno y lo otro: la suavidad total y la desaparici¨®n de la fiesta.
Mientras toreros como Morante, El Juli y Talavante no entiendan que el toro moderno, estos de Garcigrande o cualquier otro de los apetecidos y exigidos por ellos, carecen de la m¨¢s elemental emoci¨®n, que es condici¨®n indispensable para la pervivencia de la fiesta, no habr¨¢ futuro despejado.
Gordos, los toros elegidos por las figuras, con las fuerzas muy justas, ahogados algunos de ellos a las primeras de cambio, pero nobles y bondadosos hasta la idiotez. Ese es el toro que expulsa a la gente de las plazas; ese es el toro que aburre y desespera; el toro antitaurino. Pagar 100 euros por un tendido de sombra y calarte hasta los huesos ¡ªcay¨® una fina lluvia durante todo el festejo¡ª porque la tarde no estaba para llover y has dejado el paraguas en casa merece, al menos, el sufrimiento incontenible de una buena tarde de toros. Pero no; estos de Garcigrande no hacen afici¨®n. No fijan poblaci¨®n taurina en las plazas m¨¢s all¨¢ de espectadores ocasionales ¨¢vidos de diversi¨®n y orejas facilonas.
GARCIGRANDE, D. HERN?NDEZ / MORANTE, EL JULI, TALAVANTE
Toros de Garcigrande-Domingo Hern¨¢ndez, gordos, mansos, blandos, descastados y nobles.
Morante de la Puebla: casi entera (silencio);dos pinchazos, casi entera atravesada ¡ªaviso¡ª y tres descabellos (pitos).
El Juli: dos pinchazos y estocada (algunas palmas);estocada ¡ªaviso¡ª y un descabello (oreja).
Alejandro Talavante: pinchazo, casi entera y dos descabellos (silencio); dos pinchazos, estocada y un descabello (silencio).
Plaza de la Maestranza. Cuarta corrida de abono, 27 de abril. Lleno de no hay billetes.
Una cort¨® El Juli al quinto toro de la tarde, que acudi¨® con alegr¨ªa al caballo, donde no lo picaron como es de rigor, lo que provoc¨® la ovaci¨®n del respetable, algo ya habitual en la Maestranza. Fue pronto en banderillas y lleg¨® a la muleta con esa suavidad tan perseguida por su lidiador. Result¨®, sin embargo, que las cosas no rodaron seg¨²n lo previsto. El toro soltaba la cara, embest¨ªa de forma irregular y esta condici¨®n determin¨® una faena largu¨ªsima e intermitente, en la que hubo destellos de enorme torer¨ªa con tiempos muertos, compases insulsos y hasta un desarme, que provoc¨® un descanso moment¨¢neo de la m¨²sica, que volvi¨® a las notas en cuanto el torero tom¨® de nuevo la franela. Oreja, al fin, de poco peso.
Quede constancia, no obstante, de que El Juli hab¨ªa toreado muy bien con el capote toda la tarde. A este quinto lo recibi¨® con unas ver¨®nicas muy templadas y volvi¨® por la misma suerte en el quite, que cerr¨® con dos medias lent¨ªsimas. Mejor, si cabe, estuvo en el segundo. Lo recibi¨® con tres ver¨®nicas y media de categor¨ªa, y, momentos despu¨¦s, lo quit¨® con dos chicuelinas lent¨ªsimas rematadas cada una de ellas con el env¨¦s del capote, que provocaron el delirio en los tendidos.
Ese es el toro que buscan las figuras, ese toro tan noble que se convierte en un juguete en sus manos, ese toro que encierra riesgo, claro que s¨ª, pero parece un mu?eco. Despu¨¦s, sucedi¨® que no hubo faena de muleta; iba bien el animal por el lado derecho, pero en la segunda tanda vio el vestido del torero cuando pasaba cerca de sus muslos y el gesto extra?o no le gust¨® a nadie, especialmente a El Juli. Y ah¨ª se acab¨® la noticia. Una mirada furtiva y esquiva descompuso la faena.
Morante no tuvo su tarde; bueno, lo que no tuvo fue su toro, porque su ¨¢nimo parec¨ªa intacto. Un buey de carne fofa era su primero, tan docil¨®n como parado desde que pis¨® el ruedo maestrante. Era el antitoro, ese que adultera la esencia de la lidia y la convierte en un espect¨¢culo denigrante. Una ruina. El cuarto no le gust¨® al torero desde sus primeras embestidas al capote. Le dieron de lo lindo en varas y Morante, siempre a la defensiva, se lo quit¨® de encima ¡ªera una birria¡ª de la mejor manera que supo.
Tampoco fue la ocasi¨®n propicia de Talavante, siempre tan esperado. Se luci¨® en un quite por chicuelinas en el segundo de la tarde y ese fue todo su bagaje. Acelerado y destemplado se mostr¨® con la muleta ante el segundo, que se acab¨® pronto, y al que dio pases de muy baja intensidad. El sexto enga?¨® en el caballo y se qued¨® como un guisando en el tercio final. Hizo bien Talavante en no aburrir al personal y finaliz¨® con brevedad.
He aqu¨ª el resultado de las exigencias de las figuras: una tarde desesperante. El toro antitaurino tiene estas cosas. A ver si se enteran¡
Babelia
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