Mujeres directoras protagonizan una agitada Bienal del Teatro en Venecia
La influencia latente y poderosa de Pina Bausch se hace patente en varios espect¨¢culos
Dedicado a las mujeres directoras, el estreno del director Antonio Latella (Castellmare di Stabia, 1967) como nuevo responsable de la secci¨®n de teatro ha llegado con un programa agresivo, fuerte en las formas y en el fondo, que apuesta por revisar a fondo las funciones ¨²ltimas y m¨¢s responsables de la propia Bienal. En ella, las artes esc¨¦nicas han ido tomando peso a?o tras a?o, como parte de la pol¨ªtica del presidente del ente bienal, Paolo Baratta, donde la potenciaci¨®n de estas zonas creativas se ha reforzado con las escuelas, el llamado College, un concepto que re¨²ne a poco m¨¢s o menos un centenar de j¨®venes actores (en otros casos bailarines o m¨²sicos) a los que se les ofrece una singular manera de clases, seminarios y pr¨¢cticas de vanguardia. Cada director de su sector (m¨²sica, danza o teatro) escoge el tema y los maestros, el sistema did¨¢ctico, y que ser¨¢ presentado como conclusi¨®n. Se trata b¨¢sicamente de visi¨®n de futuro, de pensar que la Bienal tiene un rol decisivo en lo formativo, en la panor¨¢mica que pone en manos de los consagrados del ma?ana.
La inauguraci¨®n de esta Bienal de Teatro de Venecia esta semana se convirti¨® sin mucho esfuerzo en un acto pol¨ªtico reivindicativo de la democracia en Polonia. Primero fue la ganadora del Le¨®n de Plata, la directora polaca Maya Kleczewska (Varsovia, 1973) quien improvis¨® un s¨®lido y potente discurso en defensa de la separaci¨®n de poderes y contra las pretensiones del partido en el poder en Polonia de cargarse la independencia del poder judicial. Fue firme, aunque por momentos se le entrecortaba la voz por la emoci¨®n. Por la noche, en el teatro Piccolo Arsenale, al final de su golpeante representaci¨®n The Rage, basado en un brillante texto de la premio Nobel Elfriede Jelinek, una actriz interrumpi¨® los calurosos bravos y aplausos del p¨²blico para leer un comunicado donde volv¨ªan a exponerse con m¨¢s detalles las mismas reivindicaciones: ¡°Los artistas del teatro no podemos permanecer callados ni conformes con este atropello a la democracia; es una iron¨ªa el nombre de ese partido que ostenta ahora el poder en Polonia: son racistas, hom¨®fobos, mis¨®ginos y nacionalistas. El Gobierno nos ha atacado a los que hacemos teatro, nos considera antipatriotas y antipolacos porque saben del poder del teatro. No podemos flaquear¡±.
El Le¨®n de Oro por primera vez ha ido a parar a manos de una escen¨®grafa, la alemana Katrin Brack (1958), figura puntera del dise?o teatral en Alemania y toda Centroeuropa. Brack sintetiz¨® su est¨¦tica: "La escenograf¨ªa no es mera decoraci¨®n¡±. Latella apunta: su trabajo es una verdadera contribuci¨®n a la dramaturgia¡±.
En The Rage Kleczewska despliega un fresco coral, posapocal¨ªptico y muy actual, razona sobre terrorismo, humanismo y respuesta vital, alerta sobre el drama de las migraciones y los refugiados y finalmente hace aparecer como personaje a la propia Elfriede Jelinek, que en un largo y sostenido mon¨®logo cierra el c¨ªrculo, un eje muy f¨ªsico, casi todo coreografiado desde el desconcierto rasgado de realidad y violencia.
Al d¨ªa siguiente comenzaron los dos estrenos sucesivos de la directora estonia Ene-Liis Semper (Tall¨ªn, 1969). El primero en el Teatro alle Tese: NO43 Filth, donde Pina Bausch es una presencia casi constante y medular. Resulta casi imposible que estas directoras puedan substraerse a esa influencia poderosa y decisiva. El suelo de fango, los cubos de agua, la guturalidad, el tono cism¨¢tico, el uso de la m¨²sica (esta vez un loop implacable del Vals triste de Jean Sibelius, como haciendo notar que todo queda casi en casa, en el B¨¢ltico). La obra se llama 43 y es de 2015 como parte de un proyecto a largo plazo. Cuando lleguen a la obra 01, contando al rev¨¦s desde la 99, el grupo se disolver¨¢. Su otra obra vista despu¨¦s ha sido NO42: El Dorado, los payasos, donde una especie de Olev Popov tr¨¢gico asiste a su propio funeral de las ambiciones. Es una lectura paroxismal, plena de una escatolog¨ªa g¨®tica en un G¨®lgota sacrificial; castraci¨®n, sangre y m¨²sica completan la coreograf¨ªa coral regida por Juri Nael, evidentemente mucho m¨¢s que un asistente de movimientos.
Pero Bausch volvi¨® a aparecer como una estantigua obligatoria y rectora en Le bruit des arbres qui tombent, de la francesa Nathalie Beasse, una pieza para cuatro actores que en realidad se someten a una lectura cor¨¦utica torturante y continuada durante 90 minutos al son del Adagietto de Mahler y otros apoyos sonoros menores. Alg¨²n entusiasta ha dicho que quiz¨¢s es al rev¨¦s, que Pina se dej¨® influir por el teatro contempor¨¢neo. Sin negar la acci¨®n de vasos comunicantes en la escena de nuestro tiempo, hay que tener en cuenta las cronolog¨ªas: cuando estas directoras estaban naciendo o iban al kindergarten, ya Pina Bausch estaba llegando a Wuppertal y hab¨ªa hecho en Essen los proleg¨®menos formales de su estilo. Al C¨¦sar lo que es suyo.
En la exposici¨®n de Ca¡¯Justiniani y explicitado en el cat¨¢logo, una soberbia muestra sobre la participaci¨®n de la mujer en las bienales desde 1950 resulta revelador y oportuno, un trayecto de m¨¢s de seis d¨¦cadas de apuestas, riesgo y arte de vanguardia donde Pina Bausch ocupa un indiscutido podio desde los tiempos de Franco Quadri.
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