Sig¨¹enza celebra los 500 a?os del Lutero espa?ol
El cardenal Cisneros, el gran jerarca de la Iglesia, no tuvo un Dumas que lo convirtiera en Richelieu
Quinientos a?os atr¨¢s vivieron hombres que cambiaron el mundo, o lo complicaron, seg¨²n se mire, sobre todo en el omnipresente cristianismo europeo. Francisco Jim¨¦nez de Cisneros, Mart¨ªn Lutero, Ignacio de Loyola, Erasmo de Rotterdam, Tom¨¢s Moro, Gioralano Savonarola, Bartolom¨¦ de Las Casas, el emperador Carlos I, el papa Borgia¡ Entre todos, el m¨¢s viejo era el cardenal Cisneros, y tambi¨¦n el m¨¢s poderoso, dos veces regente de Espa?a, primado de Toledo, reformador de la orden franciscana, inquisidor guerrero, austero hasta la exageraci¨®n, adelantado de la gran reforma cat¨®lica que dict¨® el Concilio de Trento (finalmente una contrarreforma), visionario, un estadista. A ¨¦l le debe Espa?a, entre otras reformas modernizadoras, el que se identifique a los ciudadanos con un apellido. Las personas se conoc¨ªan hasta entonces con un mote sobre el lugar de procedencia, un oficio o alguna caracter¨ªstica rara. Los hermanos pod¨ªan tener diferente apellido. Semejante caos administrativo lo resolvi¨® una ordenanza de Cisneros fijando el apellido del padre a todos sus descendientes.?Es apenas una muestra de su importancia como gobernante.
El pr¨®ximo oto?o se cumple el quinto centenario de su muerte y Sig¨¹enza lo conmemora con una complet¨ªsima exposici¨®n en tres escenarios imponentes: el museo local, su catedral, una de las mejores de Espa?a, y en otros 11 lugares en la ciudad en la que el famoso prelado inici¨® sus pasos sacerdotales. La muestra se titula Cisneros, de Gonzalo a Francisco y permanece abierta los siete d¨ªas de la semana, hasta el 31 de octubre.
¡°Sig¨¹enza y su catedral deb¨ªan a Cisneros un reconocimiento y una actualizaci¨®n. Incomprensiblemente, hab¨ªa pasado demasiado desapercibido. ?l fue todo o casi todo en la ciudad, en la di¨®cesis y en la catedral, hasta alcalde mayor. Todos los s¨¢bados impart¨ªa justicia desde la entonces llamada Puerta de la Cadena de la catedral. Sig¨¹enza fue clave en la trayectoria de Cisneros y en su misma conversi¨®n. Hasta tal punto su figura ha venido pasando desapercibida que ni tan siquiera tiene una calle en Sig¨¹enza¡±, explica Jes¨²s de las Heras, de¨¢n de la catedral e impulsor de la muestra.
Para ser el jerarca m¨¢s famoso de la Iglesia cat¨®lica, tanto y m¨¢s que cualquier Pont¨ªfice romano, al cardenal Cisneros solo le ha faltado un Alejandro Dumas que lo presentase tan malvado como el autor de ¡®Los tres mosqueteros¡¯ retrata al cardenal Richelieu en novelesco combate con cuatro espadachines justicieros. La comparaci¨®n es tan sugerente que son muchos los historiadores que la sostienen a¨²n hoy. Lo hizo nada menos que Marcel Bataillon en su libro ¡®Erasmo y Espa?a¡¯, publicado en Francia en 1937, y lo acaba de repetir Josep P¨¦rez en Cisneros, el cardenal de Espa?a, editado en 2014 por la Fundaci¨®n Juan March. ¡°Por sus dotes y personalidad, Cisneros representa un momento decisivo en el destino de su patria. As¨ª lo estimaron los contempor¨¢neos de los primeros Austrias. As¨ª tambi¨¦n lo entendieron, en el siglo XVII, los historiadores franceses, quienes, al esbozar un paralelo entre los dos cardenales estadistas, no dudaron en admitir la superioridad del castellano¡±, escribe el ¨²ltimo de los hispanistas franceses.
Al final de su vida, Richelieu era un hombre impopular y odiado; Cisneros, en cambio, hab¨ªa nacido pobre (ni siquiera se sabe a ciencia cierta en qu¨¦ lugar de Castilla) y muri¨® de mala manera en Roa (Burgos) una fr¨ªa tarde del invierno de 1517, cuando acud¨ªa a Tordesillas a entregar el poder a Carlos I de Espa?a y V de Alemania, que llegaba por primera vez a la pieza principal de su enorme imperio. La corte que rodeaba al joven emperador lo entretuvo varias semanas ¨Cdespu¨¦s de desembarcar en Asturias, lo llevaron por caminos tan tortuosos que tard¨® veinte d¨ªas en ir de Villaviciosa a Tordesillas-, con la certeza de que el cardenal gobernador, cumplidos los 81 a?os, estaba agonizando sin remedio, pero seguros de que, si lograba reunirse unas horas con Carlos I, lo iba a poner sobre aviso de las muchas corrupciones y cohechos que escond¨ªan sus asesores.
Iba camino de ser el Lutero espa?ol y acab¨® en un adelantado de Trento
La historia de Espa?a (y de la Iglesia romana en Espa?a) habr¨ªa sido distinta si se hubiera celebrado aquel encuentro. Adem¨¢s de la necesidad de combatir la corrupci¨®n, Cisneros iba a pedir al emperador que reformase el Estado dot¨¢ndolo de fuerzas frente a los nobles; que sanease la hacienda y la econom¨ªa; que mejorase el funcionamiento de la administraci¨®n y de la justicia, y que crease un aut¨¦ntico servicio p¨²blico. Es lo que ¨¦l mismo hab¨ªa hecho cuando, cumplidos los 60 a?os, ejerci¨® en Sig¨¹enza, entre 1476 y 1484, de can¨®nigo capell¨¢n mayor de la catedral, provisor del obispado y alcalde mayor. De su vida anterior se sabe poco. Su nombre de pila era Gonzalo, hab¨ªa estudiado en Cu¨¦llar, Roa, Alcal¨¢ y, sobre todo, en Salamanca. Se especializ¨® en leyes y c¨¢nones. Durante nueve a?os (1456-1465), vivi¨® en Roma. A su regreso a Espa?a fue arcipreste de Uceda y can¨®nigo de Sig¨¹enza donde Gonzalo cambia de nombre. Se llamar¨¢ el resto de su vida Francisco, en honor del poverello de As¨ªs. La conversi¨®n es radical, evang¨¦lica. Entra en el convento franciscano de La Salceda e inicia una reforma a fondo. Pobreza, austeridad, espiritualidad. Cuando cumplidos los sesenta a?os (en 1492) es llamado por la reina Isabel la Cat¨®lica a ser su confesor, y tres a?os m¨¢s tarde, cardenal primado de Toledo, el Papa le llama la atenci¨®n por vivir una austeridad impropia de un Pr¨ªncipe de la Iglesia. Desde entonces, Cisneros se vio obligado a compaginar el boato del cargo con la regla franciscana. Nunca fue objeto de maledicencias en una iglesia nada ejemplar, dominada por curas ignorantes, vagos y concubinarios y dirigida por obispos m¨¢s preocupados por el poder y el lujo, que por las almas de sus fieles.
Se ha escrito que la Reforma luterana habr¨ªa sido innecesaria, al menos en lo relativo a los esc¨¢ndalos del clero, de haber tenido tiempo Cisneros de llevar a cabo sus deseos. Muri¨® ocho d¨ªas despu¨¦s de que Lutero clavase sus famosas tesis en la puerta de la catedral de Wittemberg (Alemania). Para entender las consecuencias de la reforma protestante en Espa?a es imprescindible estudiar la prerreforma de Cisneros.
¡°Con su devoci¨®n austera y concentrada fue mucho m¨¢s parecido a Lutero, Zuinglio o Calvino que a su coet¨¢neo espa?ol, el papa Alejandro VI, pero buena parte de sus reformas adelantaron lo que el Concilio de Trento iba a decretar muchas d¨¦cadas despu¨¦s¡±. Es la conclusi¨®n de Diarmaid MacCulloc, el gran historiador de Oxford (Historia de la Cristiandad. Debate, p¨¢gina 629).
No pudo ser
No tiene la actual jerarqu¨ªa de la Iglesia romana especial simpat¨ªa por el cardenal Cisneros. Visto en conjunto, su biograf¨ªa es desconcertante. Abandon¨® una carrera destacada para entrar en una de las ¨®rdenes religiosas m¨¢s rigurosas, los Franciscanos Observantes, tom¨® el nombre de Francisco como s¨ªmbolo de pobreza, se apart¨® del mundo como un eremita. Pero su fama de entrega espiritual le oblig¨®, en contra de su criterio (hubo un tiempo en que los sacerdotes ¨ªntegros no quer¨ªan ser obispos), a convertirse en confesor de la reina Isabel y se encontr¨® ocupando los cargos m¨¢s altos de Castilla en la Iglesia y la comunidad pol¨ªtica. Iba camino de ser el Calvino espa?ol (quiz¨¢s mejor Lutero), y acab¨® en un adelantado de Trento.
No hay historiador que no se extra?e por c¨®mo un fraile austero y de extrema espiritualidad supo utilizar sus inigualables posibilidades de acci¨®n de formas que hoy no parecen coherentes. "Siendo al mismo tiempo defensor de la pobreza apost¨®lica y primer estadista de Espa?a, gast¨® dinero con generosidad como principal patr¨®n del lugar de estudio m¨¢s avanzado de la ¨¦poca: fund¨® la Universidad de Alcal¨¢ con sus propios recursos y financi¨® la edici¨®n de gran n¨²mero de libros dirigidos a presentar los escritos de sus m¨ªsticos favoritos al p¨²blico alfabetizado. Al mismo tiempo, fue responsable de quemar miles de libros y manuscritos no cristianos y se convirti¨® en Inquisidor General en 1507, el mismo a?o en que fue nombrado cardenal" (MacCulloch en su imponente Historia de la Cristiandad).
Lo que vino despu¨¦s, a su muerte, fue mucho peor. Suele creerse que Carlos I pens¨® en maquinar para hacer papa a Cisneros. El cardenal no lo quer¨ªa. Era demasiado viejo (camino de los 80 a?os). En todo caso, nada habr¨ªa sido igual en la cristiandad. Quiz¨¢s se habr¨ªa evitado el Cisma de Occidente, que tanta sangre hizo derramar sobre Europa, y la colonizaci¨®n americana se habr¨ªa realizado con mayor misericordia. Cisneros protegi¨® a Bartolom¨¦ Las Casas, quiso traer a Alcal¨¢ a Erasmo, que rechaz¨® la invitaci¨®n porque no se fiaba del entorno cardenalicio, y era partidario de la mano dura pero tambi¨¦n del perd¨®n. Cuando muri¨®, todo se fue al traste. Como dijo el gran pedagogo Juan Luis Vives: ¡°Vivimos en tiempos tan dif¨ªciles que es peligroso hablar o guardar silencio¡±.
Con Cisneros al mando es impensable que se hubiera producido el terrible saco de Roma por tropas imperiales que mataron, violaron, robaron y humillaron la ciudad pontifical aquella primera semana de mayo de 1527. Aquel brutal incidente marc¨® los siglos posteriores del catolicismo espa?ol e hizo insoportables a los inquisidores que sucedieron a Cisneros.
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