Macron o el turbio amor del graduado
Literariamente, lo m¨¢s atractivo del personaje no son los diplomas sino su secreta e inquietante historia de amor febril con Brigitte Trogneux
F¨ªsicamente hay decenas de miles de franceses cortados por el mismo patr¨®n. Alguien parecido a Macron, con un aire de profesor de instituto de provincias, lo puede contemplar en una escena de sobremesa en cualquier pel¨ªcula francesa ante un vino tinto y una tabla de quesos entre amigos que porf¨ªan en decir ingeniosas frivolidades. Si por fuera tiene un cuerpo tirado a troquel, que no parece haber ido m¨¢s all¨¢ de la gimnasia sueca, en cambio, Macron esconde bajo el flequillo de su amplia frente un cerebro penetrado por una inteligencia seductora, adornada con los cr¨¦ditos m¨¢s apreciados. Bachillerato en el liceo Henri IV de Par¨ªs, t¨ªtulo de Filosof¨ªa en la Universidad de Par¨ªs- Nanterre, tesis sobre Hegel, graduado en el Instituto de Estudios Pol¨ªticos y en la Escuela Nacional de la Administraci¨®n, pero literariamente lo m¨¢s atractivo del personaje no son los diplomas sino su secreta e inquietante historia de amor febril, que se inici¨® en el colegio de jesuitas La Providence, en Amiens, donde naci¨® en 1977 y estudi¨® las primeras letras.
No se sabe de qui¨¦n parti¨® la seducci¨®n. Lo cierto es que la profesora de arte dram¨¢tico, Brigitte Trogneux, hija de una acaudalada familia propietaria de una f¨¢brica de chocolates y de macarrones, casada y con tres hijos, se enamor¨® de su alumno adolescente, el m¨¢s brillante de la clase, llamado Emmanuel Macron, al que le llevaba una diferencia de 25 a?os y no cej¨® hasta casarse con ¨¦l. Comenzaron vi¨¦ndose los viernes furtivamente fuera de clase con la excusa de escribir una obra de teatro y terminaron liados en el cl¨¢sico enredo entre el joven graduado y la mujer madura, que hizo saltar por los aires un matrimonio burgu¨¦s con un formidable esc¨¢ndalo provinciano.
La atracci¨®n amorosa continu¨® cuando Macron, convertido ya en un alto funcionario multiuso y de ideolog¨ªa izquierdista totalmente adaptable ejerc¨ªa a la vez de banquero en la Banca Rothschild, de colaborador de Nicol¨¢s Sarkozy y de Fran?ois Hollande, quien lo nombr¨® ministro de Econom¨ªa y Finanzas. Era el pol¨ªtico de izquierdas preferido de los franceses cuando de pronto un d¨ªa proclam¨®: "La honestidad me obliga deciros que ya no soy socialista". Como quien ha recibido una revelaci¨®n se puso en marcha en busca del santo grial de la nueva pol¨ªtica y finalmente lo encontr¨® bajo la sagrada forma del Centro Democr¨¢tico. Este pol¨ªtico de 39 a?os, en realidad era un centrista incluso de cuerpo entero, de estatura media, rostro agradable, pero anodino, con las patillas a la altura exacta.
No se hab¨ªa equivocado. Result¨® que el Centro Democr¨¢tico era la mejor parrilla de salida hacia la Historia. Gan¨® las elecciones presidenciales, pero Macron parece saber que a la Historia hay que echarle a veces una mano. Lo demostr¨® en ese paseo simb¨®lico que realiz¨® en su presentaci¨®n como presidente elegido. Mientras avanzaba a solas aquella noche midiendo los pasos durante tres minutos hacia la tribuna emiti¨® al mundo sin palabras este mensaje: solo soy un dem¨®crata, camino bajo los acordes del Himno de la Alegr¨ªa hacia un destino com¨²n, no por el Arco de Triunfo de la derecha, ni por la Bastilla de la izquierda, sino por la explanada del Louvre, un lugar emblem¨¢tico del centro, que une a Francia con el resto de Europa.
Con la tonalidad de un alto tecn¨®crata intercambiable pronunci¨® sus primeras palabras, que sin duda se llevar¨¢ el viento. Nada que no fueran las promesas rituales de moralizar la vida p¨²blica, defender la vitalidad democr¨¢tica y la econom¨ªa de mercado, refundar nuestra Europa y garantizar la seguridad de los franceses. Despu¨¦s de gritar ?viva la Rep¨²blica, viva Francia! se dio a s¨ª mismo un toque de distinci¨®n: se dirigi¨® a un lado del escenario para abrazar y besar a su mujer Brigitte, rodeada de siete nietos, y con ese gesto literario sell¨® ante el p¨²blico una bella y morbosa historia de amor. Si la profesora y el colegial enamorados no escribieron entonces la obra de teatro, la Historia se ha encargado de escribirla por ellos, sin que se sepa todav¨ªa si se trata de un drama o de una comedia. D¨ªas despu¨¦s Donald Trump salud¨® al presidente de Francia d¨¢ndole la mano prepotente y a la vez esquiva, pero Macron la retuvo, tir¨® de ella, ambos forcejearon y finalmente el franc¨¦s le dobl¨® la mu?eca. As¨ª empieza el carisma.
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