Literatura de verbena
¡°Entre los festejos irrepetibles del siglo XX est¨¢n el festival de Woodstock y la fiesta mayor de Gr¨¤cia de 1977¡±, dice Eduardo Mendoza
Nunca se agradecer¨¢ bastante la influencia de las verbenas en la literatura. En agosto de 1977, hace ahora cuatro d¨¦cadas, un novelista barcelon¨¦s que trabajaba como int¨¦rprete en la ONU pas¨® las vacaciones en su ciudad. Espa?a acaba de celebrar las primeras elecciones democr¨¢ticas en demasiado tiempo, este peri¨®dico costaba 15 pesetas y el salario m¨ªnimo eran 15.000 (90 euros). El escritor, por su parte, ten¨ªa 34 a?os, una novela publicada y otra atascada por culpa del ¨¦xito de la primera. Era verano, se ech¨® a la calle, termin¨® bailando.
?l lo cuenta as¨ª: ¡°Fueron d¨ªas de mucho calor, de mucho sudar en los bailes de la fiesta mayor del barrio de Gr¨¤cia. Me atrevo a decir que la de aquel a?o no se pareci¨® a las ediciones anteriores ni a las posteriores¡±. Luego exagera un poco: ¡°En el siglo XX hubo algunos festejos populares irrepetibles. Pongamos que fueron el festival de Woodstock, la fiesta mayor de Gr¨¤cia de 1977 y otro que ignoro, algo que pasar¨ªa en Birmania o en cualquier lugar remoto y secreto¡±. Como subraya el novelista, semanas despu¨¦s de aquel hito, tuvo lugar otro: la Diada del 11 de septiembre, ¡°con un mill¨®n de personas manifest¨¢ndose en Barcelona al grito de Llibertat, Amnistia i Estatut d¡¯Autonom¨ªa. Recuerdo que en Gr¨¤cia todo el mundo iba emporrado, dicho sea sin ¨¢nimo de relacionar una cosa con la otra, claro est¨¢¡±. Las circunstancias eran excepcionales: se respiraba un aire de precariedad, pero la sensaci¨®n de libertad era ¡°nueva y embelesadora¡±. Se intu¨ªa que aquel clima ser¨ªa ¡°flor de un d¨ªa, que no pod¨ªa durar. El momento sab¨ªa a gloria¡±.
De vuelta a Nueva York, y sin bajar de la nube, dej¨® en el dique seco la novela nueva y se lanz¨® a escribir otra. La redact¨® en una semana, la meti¨® en un sobre sin guardar copia y la mand¨® a su editor con un ruego: "Si no te gusta, a la papelera". El escritor, lo habr¨¢n adivinado, era Eduardo Mendoza; la novela exitosa, La verdad sobre el caso Savolta; la congelada terminar¨ªa siendo, nueve a?os despu¨¦s, La ciudad de los prodigios; el editor era Pere Gimferrer, y la novela fulgurante, El misterio de la cripta embrujada. Los recuerdos de Mendoza en el verano de 1977 los recoge el periodista Ll¨¤tzer Moix en Mundo Mendoza (Seix Barral), que, riguroso, ameno, ir¨®nico y fenomenalmente escrito, no solo es el mejor retrato de un autor dif¨ªcil de atrapar (todo parece tom¨¢rselo a broma), sino tambi¨¦n uno de los mejores libros publicados jam¨¢s sobre un literato espa?ol (incluido el que el propio Mendoza dedic¨® a P¨ªo Baroja).
Sin ponerse estupendo, Moix da adem¨¢s con la clave perfecta para resolver el enigma que ocupa a los cr¨ªticos de plantilla desde hace casi 40 a?os, justo desde la aparici¨®n de la Cripta en 1979: la convivencia en el ¨²ltimo Premio Cervantes de novelas ¡°serias¡± y novelas de ¡°humor¡±. No se trata, explica, de obras de diferente categor¨ªa ¡ªmayores o menores¡ª sino de distinto peso, como en el boxeo: que un peso pesado tumbe a un peso pluma ¡°no impide que el pluma sea, en su categor¨ªa, un excelente p¨²gil¡±. Misterio resuelto. A otros por menos les dieron el doctorado. Protagonizada por un detective loco ¡ªm¨¢s bien loco detective¡ª capaz de hablar como un quinqui y como un notario, aquella novela que tuvo su inspiraci¨®n ¡ªo su combustible¡ª en unas fiestas de barrio fue la primera de una serie que por ahora llega hasta El secreto de la modelo extraviada (2015).
A los fan¨¢ticos les molesta todo lo que representan fiestas as¨ª y han tratado de apagar la m¨²sica de Barcelona entera
El misterio de la cripta embrujada tiene sus privilegios por ser la primera aventura de un personaje que suele publicitarse como an¨®nimo pero que tiene nombre: Ceferino Sugra?es. Sin embargo, es posible que la mejor entrega de entre las de su peso sea La aventura del tocador de se?oras. Se public¨® en 2001, pero con la que est¨¢ cayendo en la pol¨ªtica nacional y comarcal es dif¨ªcil no acordarse del protagonista mientras se cuela de rond¨®n en una fiesta en la que el alcalde da un discurso para certificar, melanc¨®lico, que el tiempo vuela: ¡°Acabamos de guardar los esqu¨ªs y ya hemos de poner a punto el yate. Suerte que mientras nos rascamos los huevos la Bolsa sigue subiendo. Os preguntar¨¦is, ?a qu¨¦ viene ahora esta declaraci¨®n de principios? Yo os lo dir¨¦. Se avecinan las elecciones municipales. ?Otra vez? S¨ª, majos, otra vez¡±.
Como si tuviera la mente en 1977, el pr¨®cer rememora luego los tiempos en que el poder le parec¨ªa un sue?o: ¡°?ramos muy j¨®venes, llev¨¢bamos barba, bigote, patillas y melena, toc¨¢bamos la guitarra, fum¨¢bamos marihuana, ¨ªbamos salidos y ol¨ªamos a rayos. Algunos hab¨ªan estado en la c¨¢rcel por sus ideas; otros, en el exilio¡±. De regreso a un presente de mordidas y comisiones, remata: ¡°Algunos de los nuestros han vuelto a la c¨¢rcel, bien que por motivos distintos. Pero, en lo esencial, no hemos cambiado. De coche, s¨ª; y de casa; y de partido; y de mujer, varias veces, gracias a Dios. Pero seguimos con las mismas convicciones. Y con m¨¢s morro¡±. A veces los pesos pluma dan golpes de peso pesado. Otra cosa es no tomarse en serio cosas tan esperp¨¦nticas que parecen de risa.
La fiesta mayor de Gr¨¤cia de hace 40 a?os se recuerda por muchas cosas, casi todas buenas. La de este a?o se recordar¨¢, tristemente, porque a los fan¨¢ticos les molesta todo lo que representan fiestas as¨ª y han tratado de apagar la m¨²sica de Barcelona entera.
?Mundo Mendoza, Ll¨¤tzer Moix. Seix Barral, 2006. 252 p¨¢ginas. 20,50 euros.
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