Kechiche divide con su regreso tras ¡®La vida de Ad¨¨le¡¯
¡®Mektoub, My Love¡¯ es un retrato fulgurante sobre los a?os de juventud, que se ve lastrado por su lasciva representaci¨®n del cuerpo femenino
Se lo ha dejado todo en ella para poder terminarla, hasta el punto de vender su Palma de Oro. Pero el regreso de Abdellatif Kechiche, ascendido a la primera divisi¨®n de los autores europeos tras el ¨¦xito apote¨®sico de La vida de Ad¨¨le, ha convencido este jueves solo a medias en la Mostra de Venecia. La pel¨ªcula lleva el peculiar t¨ªtulo de Mektoub, My Love: Canto I. ¡°Mektoub es destino en ¨¢rabe, porque la pel¨ªcula se plantea esa cuesti¨®n. My Love, porque tomamos conciencia del destino en nuestras relaciones amorosas. Y Canto I, porque se trata de una obra en distintos vol¨²menes. Hemos rodado los dos primeros y ya planeamos el tercero¡±, explic¨® el director en la rueda de prensa de la pel¨ªcula, acogida con una mezcla de breves aplausos y alg¨²n abucheo aislado, aunque lo que m¨¢s primara fuera algo tan perjudicial como el silencio.
La pel¨ªcula es un estudio fulgurante y novelesco de los a?os, cortos pero intensos, encajados entre la adolescencia y el paso a la edad adulta. Est¨¢ impregnada de un naturalismo vivaz, digno de quien, a d¨ªa de hoy, parece el mayor referente de Kechiche: otro cineasta tan at¨ªpico e intenso como Maurice Pialat, que despert¨® las mismas pasiones en la Francia de los ochenta. Mektoub, My Love se inscribe en la continuidad respecto a La vida de Ad¨¨le. Sus protagonistas tienen una edad parecida. Comen platos de pasta con id¨¦ntico ardor. Protagonizan escenas de sexo hiperrealista. Descubren la intensidad del sentimiento amoroso, pero tambi¨¦n lo que sucede cuando se marcha el sol. La pel¨ªcula dura tres horas, pero tambi¨¦n un verano. Narra el regreso de Amin, joven universitario y aspirante a guionista, a su ciudad natal, S¨¨te, en la costa mediterr¨¢nea, para pasar las vacaciones. All¨ª se reencontrar¨¢ con su familia numerosa de magreb¨ªes emigrados y sus amigos de infancia, adem¨¢s de un par de veraneantes que no tardar¨¢n en integrarse en ese fogoso grupo. Kechiche adapta la novela La blessure la vraie (La herida, la de verdad), de Fran?ois B¨¦gaudeau, quien ya inspir¨® La clase, de Laurent Cantet.
El director ha optado por acercar el original, que transcurr¨ªa en la costa atl¨¢ntica del norte franc¨¦s, a un terreno m¨¢s familiar. En el centro de su relato, coloca a un joven cineasta francotunecino, igual que ¨¦l, con el que comparte talante taciturno y hasta cierto parecido f¨ªsico. ¡°No s¨¦ si lo llamar¨ªa alter ego. No hay nada biogr¨¢fico en la historia. Pero, como todo el mundo, uno ha vivido amores y tenido sensaciones que dejan marca¡±, respondi¨® Kechiche, con pudor impasible, en la rueda de prensa. Si la novela transcurr¨ªa en los ochenta, el director ha preferido la d¨¦cada posterior. En su pel¨ªcula los m¨®viles no existen, se sigue fumando en los bares, Scatman John suena en las discotecas y el racismo brilla por su ausencia. Coexisten, en paz inalterable, moros y cristianos, hombres y mujeres, imp¨²beres y adultos. Todo parecido con la Francia de hoy es pura coincidencia. ¡°Para entender el presente, hay que comprender el pasado. Antes de principios de este siglo se viv¨ªa de forma m¨¢s armoniosa. Por lo menos, en los ochenta y los primeros noventa, antes de que los tiempos cambiaran. Hay algo escrito en el siglo anterior que nos explica mejor c¨®mo es el actual¡±, explic¨® el director.
Pese a sus innegables virtudes, la pel¨ªcula se ve lastrada por su representaci¨®n del cuerpo femenino. Kechiche reincide en lo que ya practic¨® en La vida de Ad¨¨le, cuyas expl¨ªcitas secuencias de sexo l¨¦sbico fueron criticadas por quienes ve¨ªan en ellas la enso?aci¨®n de un voyeur heterosexual y algo salido. En su rev¨¢lida, no hay duda de que Kechiche no filma igual a los hombres y a las mujeres. Esa asimetr¨ªa se vuelve especialmente conflictiva en el ¨²ltimo tercio de la pel¨ªcula, cuando su c¨¢mara se arrima, como un pretendiente de discoteca, a las curvas botticellianas de una de sus protagonistas, Oph¨¦lie Bau. ¡°Lamento que se haya visto as¨ª. No hay nada machista en mi aproximaci¨®n a los personajes. Creo haber retratado a mujeres fuertes, poderosas y libres¡±, respondi¨® Kechiche cuando se le formul¨® esta cr¨ªtica. ¡°De los 2.500 planos de la pel¨ªcula, 2.400 muestran los rostros de los personajes. Solo hay unos cuantos donde se vean sus cuerpos¡±.
Pese a ese aspecto altamente problem¨¢tico, ser¨ªa reductor definir esta pel¨ªcula como una serie interminable de planos obscenos. El director captura como nadie la electricidad del periodo juvenil, con sus complicidades y ataques de risa, mariposas en el est¨®mago y desgarros emocionales. ¡°Nadie merece algo as¨ª¡±, afirma uno de los personajes, otra v¨ªctima m¨¢s de la hecatombe del amor. Las escenas de grupo y la sutil descripci¨®n de las din¨¢micas de poder entre los protagonistas son paradigm¨¢ticas del talento que sigue demostrando Kechiche. A medida que avanza el verano, la adolescencia queda definitivamente atr¨¢s. Los sentimientos se vuelven m¨¢s n¨ªtidos. Los protagonistas tragan saliva y siguen sonriendo. Y buscan estrategias para sufrir menos, ya sea revelar fotos en un laboratorio casero o visionar pel¨ªculas sovi¨¦ticas mientras todo el mundo est¨¢ en la playa. El criticado mutismo del personaje principal, un tipo pasivo y desdibujado, responde a la descripci¨®n que Kechiche debe de hacerse del artista: alguien que observa a una distancia prudencial, siempre atento a la belleza y al dolor. Su pel¨ªcula no es perfecta, pero resulta innegable que ha logrado capturar ambas cosas.
Babelia
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