¡°Todo empieza en la deriva urbana¡±
La relaci¨®n entre escritura y arquitectura, entre escultura y 'collage' define 'Los Afijos', la propuesta de Juan L¨®pez en Matadero en Madrid
Una tirada de dados. Un roce. Un rendez-vous. Una b¨²squeda sin orden. Mallarm¨¦ asom¨¢ndose al espacio de Abierto ¡Á Obras de Matadero Madrid. Toda la negrura que acumula este m¨ªtico lugar, una antigua c¨¢mara frigor¨ªfica calcinada en los noventa, aparece ahora como una p¨¢gina en blanco. Tiene sentido viniendo de la mano de Juan L¨®pez (Alto Malia?o, 1979), que siempre lee los espacios como zonas de comunicaci¨®n. ?ste lo ha llenado de afijos, dice el t¨ªtulo, secuencias ling¨¹¨ªsticas que se insertan a una palabra para modificar su significado. En la instalaci¨®n que ahora presenta se rinde a ellos. Partiendo de los elementos arquitect¨®nicos, el artista reproduce vigas y columnas, a?adi¨¦ndolas a la estructura original y generando un alfabeto cifrado. Descompone el lenguaje para generar nuevas construcciones. Una especie de collage tridimensional impotente de lenguaje.
Lo hace como siempre, discretamente: ¡°El proyecto se centra en la propia estructura del lugar, asumi¨¦ndola como una ret¨ªcula sobre la que escribir. Al ordenar esos a?adidos a la estructura original se generan solapamientos visuales entre unos y otros. Como consecuencia, aparecen nuevas formas que pueden recordar a signos gr¨¢ficos, trazos que se acercan de alg¨²n modo a la escritura. Aunque la palabra en s¨ª no es lo importante aqu¨ª, sino la acci¨®n de escribir un espacio. La forma, el volumen, la densidad, las texturas. En s¨ª, la escultura¡±, explica.
Camufladas en la sala conviven una C, una I, una R, una E, una P¡ La cosa es cr¨ªptica y parece que el artista celebra lo enigm¨¢tico. Hay un porqu¨¦: ¡°En esa fragmentaci¨®n aparecen los distintos elementos sobre los que empezar a trabajar. El proceso de reordenar genera un nuevo mensaje encriptado, una composici¨®n abstracta, que para poder interpretarla requiere de unas pautas o reglas del juego. Me interesan mucho los sobrantes, los descartes, las marcas, huellas y restos. De alguna manera concentran la esencia de una acci¨®n. Durante mucho tiempo trabaj¨¦ el dibujo mural con cinta aislante y vinilos. Eran trabajos que requer¨ªan de unos tiempos de montaje infinitos. Fue durante aquellos procesos donde empec¨¦ a fijarme en los restos de material, a?adi¨¦ndolos al dibujo definitivo y entreteni¨¦ndome en su colocaci¨®n. Al desmontar los murales, todos aquellos trozos quedaban dispuestos en la pared como memoria del trabajo, cifrando la acci¨®n original¡±, explica.
Le propongo saltar el muro y dar un paseo, deambular como los situacionistas, o como lo hac¨ªa Joan Mir¨® por el casco antiguo de Barcelona, fascinado por los garabatos an¨®nimos descubiertos al azar. Dejamos atr¨¢s Matadero buscando desandar casi 20 a?os de trabajo desde su primera exposici¨®n en el pub Minimal, la mejor biblioteca por aquel entonces de su Malia?o natal. Con aquellos 20 a?os, la ciudad y lo urbano ya eran su tablero de juego. El de Madriz, con zeta, la misma de aquel colectivo suyo Zumo Natural, empieza a dominarlo en 2004, cuando se instala tras pasar por la Facultad de Bellas Artes de Cuenca. Pronto llegan las galer¨ªas y los premios de arte joven. Santa M¨®nica, en Barcelona, le abre en 2005 la puerta institucional que ya no se cierra ni en momentos A la derriba, la exposici¨®n en La Panera de Lleida que marca un antes y un despu¨¦s. Y el fin de un aburrimiento de 2012. Una peque?a muestra en el s¨®tano de la galer¨ªa L21 de Mallorca le sirvi¨® para hacer el clic, girando las esquinas del espacio. De ah¨ª, las paredes movedizas de la Casa Museo Federico Garc¨ªa Lorca en Granada, la columna coja de NoguerasBlanchard, las graf¨ªas convertidas en escenarios de Soutenir y los sufijos que acampan en Matadero.
Caminamos por Madrid como quien hace un ejercicio de sintaxis, trazando oraciones simples y complejas, recorriendo los enclaves m¨¢s paradigm¨¢ticos para el artista, que recorre habitualmente hallando respuestas. Atravesamos varias letras; la primera, la M-30. ¡°Es un lugar que se define por su entrada y su salida, muy simb¨®lico de lo que es el centro de un lugar y su periferia. Y esa idea de margen es fundamental en mi trabajo. Marca los l¨ªmites del juego. Un anillo alrededor de la ciudad que la comprime y organiza su acceso. Una l¨ªnea, un dibujo en el espacio¡±, dice.
Algo hay en Matadero de t¨²nel subterr¨¢neo, aunque siempre le han fascinado los muros de la ciudad, todo lo que se encuentra inscrito en las paredes de calles y plazas. El discurrir cotidiano, la forma en la que nos desplazamos, las derivas urban¨ªsticas y los desgastes arquitect¨®nicos le sirven para indagar en la productividad del lenguaje. El suyo es amplio, del hip-hop patrio a Spike Jonze, del f¨²tbol al patinaje, de la teletienda a la cita culta, del adhesivo al cartel, de Ed Templeton a los superh¨¦roes, de Matta-Clark a Faemino y Cansado.
Desde sus obras tempranas de intervenci¨®n en el espacio urbano, trabajando con adhesivo y c¨²ter, releyendo y recomponiendo carteles, su trabajo busca desvelar nuevos modos de percibir el lugar como hip¨®tesis para otras relaciones sociales fuera de la norma. ?Con qu¨¦ fin? ¡°Para intentar ver si hay nuevas maneras de estar, de convivir. Aunque mi trabajo haya tenido muy presente ideas de quiebro, rotura y desastres, nunca lo he tomado como una finalidad destructiva, sino como punto de partida para volver a empezar y hacer las cosas mejor. Esto no quiere decir que en todos los casos lo establecido no sirva, pero s¨ª que se puede mejorar, aportando otras cosas, d¨¢ndole la vuelta¡±.
El paseo nos lleva al Retiro y su Palacio de Cristal, el otro gran espacio muse¨ªstico abierto a intervenciones para artistas. Le interesa, dice, por ¡°ese juego entre interior y exterior que genera su arquitectura. Interior de un museo con un exterior natural, aunque de una naturaleza en cierto modo impostada, al estar organizada en un parque urbano. En trabajos anteriores, ese trasvase de informaci¨®n entre el dentro y fuera aparec¨ªa de una manera m¨¢s evidente. Ahora lo exterior se ha convertido en un campo de estudio, un taller m¨¢s. La deriva urbana es parte del proceso de trabajo, el punto de partida¡±.
Varios rodeos nos llevan a toparnos con m¨¢s letras, aunque ausentes. Galer¨ªas que han perdido color bajo el nombre de go eriq. Autom¨®viles sin letras transformados en aut oles. Hasta una valla publicitaria anuncia un sola en venta. Lexemas tiritando. Desde hace a?os, fotograf¨ªa estos juegos ling¨¹¨ªsticos para ensanchar el l¨¦xico de lo cotidiano. Su preferido, dice, est¨¢ en pleno barrio de las Letras, el Hipercibe, un comercio que homenajeaba la fuente madre de Madrid cuyo letrero ha sido modificado para instalar un escape de ventilaci¨®n en la fachada. Ventanas para nuevos significados. Ah¨ª es donde Juan L¨®pez ejerce resistencia: ¡°Desde una posici¨®n de vida m¨¢s po¨¦tica, intentando aportar nuevos modos de ver¡±.
Juan L¨®pez. ¡®Los Afijos¡¯. Abierto ¡Á Obras. Matadero Madrid. Del 15 de septiembre de 2017 al 8 de enero de 2018
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