¡°Lo m¨¢s eficaz para luchar contra la ultraderecha es que siga dando miedo¡±
El prestigioso medievalista,Patrick Boucheron, triunfa en las librer¨ªas francesas con un volumen de 800 p¨¢ginas que plantea una historia alternativa de su pa¨ªs, abierta a la inmigraci¨®n y la influencia de otras culturas
Es uno de los grandes fen¨®menos editoriales del a?o en el pa¨ªs vecino. Historia mundial de Francia, un volumen de 800 p¨¢ginas firmado por un colectivo de 122 universitarios, se acerca a los 100.000 ejemplares vendidos. El director de este volumen, inicialmente destinado a una minor¨ªa de entendidos, responde al nombre de Patrick Boucheron (Par¨ªs, 1965), gran medievalista y profesor del Coll¨¨ge de France, quien ha tenido la audacia de proponer un nuevo relato nacional en un pa¨ªs donde el preexistente, ese que protagonizan irreductibles galos e intr¨¦pidos sans-culottes, sigue siendo casi intocable.
En pleno ascenso del populismo y la xenofobia, su misi¨®n consiste en recordar que Francia nunca fue impermeable al resto de culturas. Y que en su historia hay tantos momentos de gloria como de oscuridad. Como es l¨®gico, el ¨¦xito ha venido te?ido de pol¨¦mica. El fil¨®sofo Alain Finkielkraut, jefe de filas de la intelectualidad reaccionaria, lo defini¨® como un ¡°breviario biempensante¡± que aspira a enterrar ¡°la gran herencia francesa¡±. Por su parte, el acad¨¦mico Pierre Nora, fundador de la nouvelle histoire, lo acus¨® de hacer ¡°un uso pol¨ªtico¡± de su disciplina, con el ¨²nico objetivo de subrayar ¡°las aportaciones del mundo colonial y musulm¨¢n¡±.
Pregunta. ?C¨®mo explica el ¨¦xito del libro?
Respuesta. En Francia existe una sed por la historia que ning¨²n universitario se ha molestado en satisfacer. Por eso triunfan libros con vocaci¨®n popular, que no est¨¢n escritos por historiadores. Sin menospreciarlos, nuestro objetivo ha sido escribir una historia tan accesible como rigurosa. Algunos de esos libros tan exitosos [como El suicidio franc¨¦s, del ensayista ultraconservador ?ric Zemmour, que vendi¨® medio mill¨®n de copias en 2015] resultan de una generalidad extrema. Yo quise hacer lo contrario: proponer una historia lenta, paciente y a escala humana. Lo podr¨ªamos llamar ¡°microhistoria¡±.
P. Ha escogido 146 fechas para resumir la historia de su pa¨ªs. Algunas son previsibles, como la Revoluci¨®n de 1789. Otras lo son menos, como el lanzamiento del perfume Chanel n? 5 en 1921.
¡°La historia tiene el deber de recordarnos de qu¨¦ somos capaces¡±
R. Este libro no aspira a sustituir a un manual escolar. Si tuviera que fijar un programa de secundaria, resulta obvio que no escoger¨ªa las mismas fechas. Mi objetivo fue, sencillamente, hacer o¨ªr una voz distinta. La historia debe aportar conocimiento y esclarecer el presente, pero tambi¨¦n desconcertar, incluso en el sentido musical del t¨¦rmino. Es decir, aportar un poco de disonancia a un periodo hist¨®rico que todo el mundo cree conocer. Partiendo de esa voluntad, escogimos algunas fechas con af¨¢n provocador.
P. La dimensi¨®n transnacional de su obra tampoco ha gustado. Se ha interpretado como un menosprecio a lo puramente franc¨¦s.
¡°La inercia de la historia apunta hacia la destrucci¨®n del cosmopolitismo¡±
R. En Francia, la historia global o transnacional casi no existe, a diferencia del resto de Europa y Estados Unidos. Se suele creer que nuestra historia engloba, por s¨ª sola, la del resto del mundo. A la manifestaci¨®n posterior al atentado contra Charlie Hebdo, con la que concluye nuestro libro, acudieron l¨ªderes de todo el mundo, ya que se consider¨® que era un ataque al universalismo franc¨¦s. Eso no pas¨® en Yakarta o en Barcelona. Es algo que me produce cierta verg¨¹enza. Preferir¨ªa vivir en un pa¨ªs que no se creyera tan especial y que no generara esa histeria. Sin embargo, como historiadores, tenemos la obligaci¨®n de saber de d¨®nde surge.
P. Precisamente, una de sus tesis es que la Revoluci¨®n Francesa ha terminado. ?En qu¨¦ sentido?
R. Me he dedicado a investigar c¨®mo se ense?a la historia en el resto del mundo. He descubierto que, una vez superada la antig¨¹edad cl¨¢sica, en muchos pa¨ªses la historia se vuelve estrictamente nacional, hasta que llega la Revoluci¨®n de 1789. Fue un acontecimiento global que fortific¨® la creencia en una excepci¨®n francesa. Sin embargo, es indiscutible que la historia en may¨²sculas sucede, desde hace bastantes a?os, en otros rincones del planeta. En mi pa¨ªs, los ideales republicanos siguen dominando gran parte del debate pol¨ªtico, pero es innegable que existe una profunda crisis de confianza en la democracia, los valores universalistas y el papel de Francia en el mundo. En ese sentido, la Revoluci¨®n ha terminado.
P. En el pr¨®logo, afirma haberlo hecho para oponerse ¡°a la actual estrechez identitaria¡± y negarse a ceder la historiograf¨ªa ¡°a la crispaci¨®n reaccionaria¡±. ?Ha escrito una historia de centroizquierda, como se le recrimina?
R. Existe un compromiso pol¨ªtico detr¨¢s, aunque no sea de tipo partidista. Hay momentos en la historia en los que uno debe tomar partido. Ante el dilema entre una sociedad abierta y otra cerrada que caracteriza nuestro tiempo, tenemos derecho a decir que preferimos lo primero. Marine Le Pen perdi¨® las elecciones, pero sus ideas siguen siendo dominantes. Todav¨ªa no son mayoritarias, pero s¨ª determinan el debate p¨²blico, ya que todo el mundo se posiciona respecto a ellas.
P. Su obra describe la historia francesa como una sucesi¨®n de fases de apertura y cosmopolitismo, y otras marcadas por el repliegue y la intolerancia. ?En qu¨¦ momento se encuentra ahora su pa¨ªs?
R. Pese a la victoria de Macron, nos hallamos en un momento de repliegue. Hemos evitado una cat¨¢strofe que hubiera echado a perder la historia europea, pero no es razonable decir, como he o¨ªdo, que Francia vuelve a mostrar el camino a seguir al resto del mundo, frente a la victoria de Trump y la del Brexit. En realidad, en ese debate entre cosmopolitismo y nacionalismo identitario, la segunda opci¨®n se ha vuelto muy seductora. No es una cosa de cuatro ignorantes, sino un modelo intelectualmente s¨®lido que debemos tomarnos muy en serio. En realidad, la inercia de la historia apunta hacia la destrucci¨®n del modelo cosmopolita. Debemos reconfigurar una alternativa cre¨ªble en toda Europa. No creo que la elecci¨®n de Macron sea necesariamente un sin¨®nimo esa alternativa pero, por lo menos, la ha vuelto posible.
P. Ha comparado al presidente franc¨¦s con Maquiavelo. ?En qu¨¦ se parecen?
R. No lo digo en el sentido c¨ªnico y ladino, como se suele decir, sino porque Macron, igual que Maquiavelo, ha llegado en un momento de agotamiento de los valores republicanos, a un mundo de apariencias que se derrumba, en el que hay que afrontar la verdad. En t¨¦rminos pol¨ªticos, hay que dejar de hablar una lengua muerta. No digo que la soluci¨®n sea Macron, que de momento tampoco habla, se limita a comunicar. Pero, si un d¨ªa tiene algo que decir, lo escucharemos.
P. En 2016, coescribi¨® El miedo (Capital Intelectual) con el polit¨®logo estadounidense Corey Robin. Ven¨ªan a decir que el uso pol¨ªtico del temor es un rasgo capital de nuestra ¨¦poca.
R. Vivimos bajo el gobierno de los afectos y las emociones. Existe un uso pol¨ªtico del miedo que crea instituciones de dominaci¨®n. Dar miedo es el primer paso para provocar la obediencia. Lo que yo digo es que debemos encontrar una forma positiva de gobierno por el miedo. Por ejemplo, yo crec¨ª con miedo a la bomba nuclear. Mi hijo lo est¨¢ haciendo con el miedo medioambiental, lo que determina su comportamiento respecto a esta cuesti¨®n¡
P. ?Lo que dice es que ese miedo puede tener efectos positivos?
R. Si el miedo no tuviera virtudes pol¨ªticas, no leer¨ªamos cuentos aterradores a nuestros hijos. Fue el temor lo que logr¨® vencer a Marine Le Pen. Lo m¨¢s eficaz para luchar contra la ultraderecha es que siga dando miedo. Si se normaliza como opci¨®n pol¨ªtica, se acab¨®. En ese sentido, la memoria es muy importante. Una sociedad sin memoria es una sociedad sin miedo a nada. Como disciplina, la historia tiene el deber de recordar a los hombres de qu¨¦ son capaces. Es decir, de lo mejor y de lo peor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.