El MoMA sienta en el div¨¢n a Louise Bourgeois
Las 300 piezas que se exhiben, principalmente grabados, dibujos y pinturas, arrojan nueva luz sobre su proceso creativo
¡°No soy est¨²pida. Solo soy infeliz¡±, escribi¨® en 2007 Louise Bourgeois en una de sus impresiones, Oda a Eug¨¦nie Grandet, basada en la hero¨ªna creada por Honor¨¦ de Balzac. Ten¨ªa 96 a?os y morir¨ªa tres a?os despu¨¦s, pero el arte sanador de su alma herida, como todas las terapias, nunca acab¨® de darle de alta y llevarle a la felicidad. Precisamente, en esos ¨²ltimos a?os de su vida, se descubrieron en el armario de su casa de Chelsea miles de cartas psicoanal¨ªticas de su pu?o y letra que desvelaron que la artista hab¨ªa tenido una relaci¨®n oculta con el div¨¢n desde 1951 hasta casi mediados de los sesenta, la ¨¦poca menos productiva de su vida. Se podr¨ªa decir que hab¨ªa cambiado el arte confesional por la escritura de sue?os y de angustias.
En esos textos se encontraba una nueva dimensi¨®n de su dolor. ¡°Aquellas cartas eran algo muy, muy duro de leer. Aun conoci¨¦ndola y estudi¨¢ndola desde hac¨ªa d¨¦cadas, la profundidad de su sufrimiento me sorprendi¨®¡±, explic¨® la comisaria del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) Deborah Wye al presentar una nueva exposici¨®n dedicada a la artista que le marc¨® de por vida: Louise Bourgeois: An Unfolding Portrait (Un retrato que se despliega). Desde el 24 de septiembre hasta el 26 de enero de 2018, esta muestra drena las profundidades de su pantanosa vida. Desentierra sus sketches, sus dibujos, sus libros de tela y sus grabados buscando desglosar su proceso creativo, que era nada menos que la auscultaci¨®n de su estado de ¨¢nimo. Una de sus c¨¦lebres ara?as gigantes, claro, preside el atrio del museo neoyorquino, pero el verdadero reclamo de la muestra est¨¢ en el viaje menos espectacular pero m¨¢s ¨ªntimo e hipn¨®tico que provocan las 299 obras restantes.
Wye no es, como dijo el director del MoMA, Glenn D. Lowry, una comisaria cualquiera, sino que lo suyo es ¡°una consagraci¨®n vitalicia¡± a la obra de Bourgeois: ella fue la que all¨¢ por 1982 mont¨® la primera retrospectiva dedicada a la artista en Estados Unidos. Ella fue la que la descubri¨® para la gran escena muse¨ªstica, la que midi¨® y catalog¨® todos sus dibujos, grabados e impresiones y la que le convenci¨® de que los donara al MoMA en 1990. Ella fue, finalmente, la que lidi¨® con su dif¨ªcil car¨¢cter, forjado capa sobre capa, a?o sobre a?o hasta casi el centenar, alrededor del trauma infantil causado por la aventura extramatrimonial que su padre tuvo ante sus ojos con la ni?era.
Bourgeois pod¨ªa, seg¨²n la comisaria, ¡°ver una obra suya de los a?os 40 y retrotraerse al sentimiento que la produjo, retomarlo en ese mismo punto 50 a?os despu¨¦s y volver a crear sobre ¨¦l¡±. ¡°Enfrentarse a su obra es enfrentarse al dolor de una amiga y al valor de expresarlo sin ning¨²n tipo de filtro¡±, a?adi¨® Lowry. Es por eso que esta exposici¨®n, aunque promete una nueva luz (o, m¨¢s bien, una nueva sombra) sobre la obra de Bourgeois, lo hace abundando machaconamente en sus obsesiones troncales. Su intento por controlar el caos desde la espiral o desde las formas geom¨¦tricas y arquitect¨®nicas (¡°conforme la conciencia arquitect¨®nica de las formas se incrementa, la conciencia psicol¨®gica del miedo se aminora¡±, dec¨ªa) o su incorporaci¨®n de las telas a su arte como jirones de su alma (¡°puedes recordar tu vida por la forma, el peso, el color y el olor de la ropa de tu armario¡±, aseguraba la hija de los due?os de una galer¨ªa de tapices) est¨¢ presente en esta exposici¨®n. Tambi¨¦n aparecen la feminidad y el erotismo afilados y punzantes (como en la escultura El arco de la histeria, de 1993), adem¨¢s de la naturaleza ¡°como modo de comunicaci¨®n¡±. Y por supuesto, caminan las ocho patas de su aracnofilia. Todo combinado en obras como La mujer espiral, de 2002, en sus libros de tela que juegan a inventar recuerdos (¡°tuve un flashback de algo que nunca existi¨®¡±, dice en Oda al olvido, de 2004) o en el retrato sin t¨ªtulo de uno de sus tres hijos en forma de escultura de un rascacielos realizada en los a?os 40, reci¨¦n establecida en Nueva York, donde conoci¨® a su marido, el historiador de arte Robert Goldwater.
Sin embargo, su primero t¨ªmida y luego devota relaci¨®n con las impresiones ¨Cempez¨® en los a?os 40, pero explot¨® en el cambio de siglo¨C acab¨® propiciando algo de paz a la artista, que entend¨ªa esta t¨¦cnica no como un simple m¨¦todo de reproducci¨®n, sino como toda una forma de creaci¨®n, al que a?ad¨ªa capas de gouache, acuarela y lapicero. Aunque ten¨ªa una peque?a imprenta en el s¨®tano de su casa, para sus trabajos de grandes dimensiones ¡°ten¨ªa a su impresor de cabecera, Felix Halan (todav¨ªa en activo en el Lower East Side de Nueva York). Es un hombre muy dulce y, de hecho, cuando le pregunt¨¦ si no hab¨ªa discutido mucho con ella durante sus 20 a?os de relaci¨®n casi diaria, me dijo: ¡®No tanto. Solo una vez¡¯. Creo que eso era todo un r¨¦cord¡±, concluy¨® Wye.
Babelia
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