Un viaje al punto de partida
Las utop¨ªas nos empujan hacia un mundo supuestamente mejor, pero la tierra prometida suele desvanecerse una vez alcanzada
M¨¢s que un desaf¨ªo constitucional y una provocaci¨®n a la idiosincrasia integradora de la UE, la declaraci¨®n unilateral de independencia, pongamos por caso en Catalu?a, tanto representa la euforia de la promesa cumplida como la frustraci¨®n impl¨ªcita de haberla conseguido.
Se antoja mucho m¨¢s estimulante el viaje que la meta, sobre todo cuando la raz¨®n para emprenderlo proviene de una idealizaci¨®n o de un proceso de enamoramiento colectivo. En caso contrario, puede precipitarse la desdicha que malogr¨® la traves¨ªa del capit¨¢n Black a bordo del cohete espacial que transport¨® a sus hombres al planeta Marte en abril de 2000.
La tiene recogida Ray Bradbury en sus Cr¨®nicas marcianas. Y describe la decepci¨®n que les supuso haber aterrizado en el mismo lugar desde el que hab¨ªan salido. Estar, estaban en Marte, pero la emoci¨®n, la sugesti¨®n, del viaje interplanetario se resinti¨® del desgarro que produjo al capit¨¢n Black la similitud del pueblo conquistado con su pueblo natal de Ohio.
El cuento est¨¢ sujeto a varias interpretaciones y aloja un desenlace fatal a sus protagonistas, pero tiene sentido evocarlo en el contexto aleg¨®rico de las grandes utop¨ªas. Ninguna tan atractiva como el para¨ªso, cuya elaboraci¨®n conceptual y hasta topon¨ªmica proviene del antagonismo al desierto donde brotaron las religiones monote¨ªstas. El para¨ªso deb¨ªa ser frondoso y tupido, exuberante, f¨¦rtil. Un lugar acaso donde el agua rebosa y la comida pende de los ¨¢rboles. Una contrafigura perfecta de la tierra bald¨ªa donde Dios se hizo necesario en la abstracci¨®n metaf¨ªsica. ¡°Lo imposible pero cre¨ªble es preferible a lo incre¨ªble pero posible¡±, escribe Galvano Della Volpe.
La declaraci¨®n de independencia representa tanto la euforia de la promesa cumplida como la frustraci¨®n de haberla conseguido
El hombre ha sido n¨®mada por obligaci¨®n y por la b¨²squeda del misterio que se aloja al otro lado de la monta?a. Ha perseguido El Dorado, la Arcadia, Shangri-La como respuesta a la hostilidad y depresi¨®n de h¨¢bitat cotidiano. O como remedio a las persecuciones imaginarias o reales. Mois¨¦s tuvo que liderar el ¨¦xodo del pueblo jud¨ªo para sacudirse el asedio de los egipcios. Necesit¨® cuatro d¨¦cadas hasta alcanzar la Tierra Prometida, pero fue privado por Yahv¨¦ de ingresar en ella en represalia a su impureza.
Se ha arraigado en Catalu?a la enso?aci¨®n de la patria nueva en el contexto victimista de la opresi¨®n. Y se han reunido las circunstancias que mejor conspiran a una ruptura. La crisis econ¨®mica, los recortes, la propaganda, el traj¨ªn de los mitos fundacionales, la identidad, el hallazgo del enemigo exterior precipitaron la construcci¨®n de un relato que se repite en la historia de la humanidad como placebo hacia un mundo mejor.
Es cuanto experimentaron los vecinos del barrio londinense de Pimlico en la maravillosa comedia de Henry Cornelius. Est¨¢ rodada en la posguerra y recrea la conmoci¨®n que produce el descubrimiento accidental de un documento de acuerdo con el cual Pimlico formar¨ªa parte del reino de Borgo?a. Creen as¨ª los neoborgo?eses que eludir¨¢n la depresi¨®n econ¨®mica, las cartillas de racionamiento, los deberes con la Corona, hasta el extremo de que el jefe de la polic¨ªa del barrio, igual que si fuera un mosso d¡¯esquadra, reflexiona sobre su nueva identidad: ¡°Entonces¡ ?soy extranjero!¡±.
¡°Lo imposible pero cre¨ªble es preferible a lo incre¨ªble pero posible¡±, escribe el intelectual italiano Galvano Della Volpe
Las exclamaciones acotan el entusiasmo que conlleva toda novedad existencial propicia. Tiene escrito Emil Cioran: ¡°Hasta respirar ser¨ªa un suplicio sin el recuerdo o el presentimiento del para¨ªso, objeto supremo ¡ªy sin embargo, inconsciente¡ª de nuestros deseos, esencia informulada de nuestra memoria y de nuestra espera¡±. Se entiende as¨ª la naturalidad con que puede emprenderse una causa ¡°paradis¨ªaca¡± ¡ªla tierra prometida, la patria prohibida¡ª que en principio nos resultaba remota, pero que lat¨ªa o yac¨ªa hasta que lleg¨® el momento de identificarse con ella, m¨¢s todav¨ªa en grandes procesos de movilizaci¨®n y de euforia, destinados no solo a la promiscuidad de las emociones, sino al abandono de la responsabilidad individual. Toleramos sacrificarla como alivio de una gran empresa colectiva.
As¨ª la retrata Bertolt Brecht en las p¨¢ginas de Auge y ca¨ªda de Mahagonny, una fundaci¨®n costera donde los pioneros prometen rectificar todas las prohibiciones y restricciones de las urbes occidentales. Se instala una rep¨²blica de hedonismo y placer, pero la corrupci¨®n malogra el sue?o porque la corrupci¨®n no es heter¨®mana, anida en el hombre y amenaza o represalia la idea ingenua de escapar de nosotros mismos. Por eso la obra de Brecht incluye un himno universal, Alabama Song, con m¨²sica de Kurt ?Weill ¡ªlo han cantado David Bowie, The Doors, Dalida¡¡ª, que alude a la embriaguez de los hombres mirando a la Luna, pues es la Luna la alegor¨ªa de la muerte y de la resurrecci¨®n, o la met¨¢fora del misterio que representa su lado oculto.
Brilla la Luna en el firmamento de Sicilia. Y entretiene o hipnotiza a los pasajeros de una modesta embarcaci¨®n cuya proa mira hacia Am¨¦rica. Nos los describe Leonardo Sciascia en las p¨¢ginas de El largo viaje. Recrea la crueldad de patr¨®n que los mantiene hacinados y asustados a bordo. Les ha prometido una vida al otro lado del Atl¨¢ntico. Ha saqueado sus ¨²ltimos recursos, como sucede ahora en las rutas de la inmigraci¨®n.
Y creen los sicilianos que Am¨¦rica los espera realmente. Al cabo, han transcurrido 11 noches de traves¨ªa. El mar los acuna como el l¨ªquido amni¨®tico de un renacimiento. Y se aferran a la orilla cuando el barco finalmente se detiene. Y solo entonces, a los pobres sicilianos les sacude el hallazgo de que han salido de Sicilia para volver a Sicilia. Enga?ados por el se?or Melfa ??¡ªas¨ª se llama el despiadado pirata¡ª y enga?ados por ellos mismos en la elucubraci¨®n del para¨ªso al que aspiraban.
Lo ha escrito Oscar Wilde: ¡°Un mapa de la tierra en el que no est¨¦ se?alada la utop¨ªa no merece la pena de ser mirado; le falta aquel pa¨ªs al que la humanidad siempre llega y, una vez ha llegado, mira en torno suyo, descubre otro pa¨ªs mejor, y navega de nuevo hacia ¨¦l¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.