Para recordar lo que somos
Las literaturas catalana y castellana han recibido desde hace por lo menos cuatro d¨¦cadas las mismas influencias europeas y americanas
Cuando en la Europa decimon¨®nica la literatura era considerada un elemento identitario en el que encontrar aspectos de cohesi¨®n nacional, el hispanista franc¨¦s Albert Savane afirmaba en 1884 que la literatura catalana no era esencialmente diferente de la castellana, algo que en absoluto habr¨ªa de gustar al incipiente nacionalismo catal¨¢n.
A?os m¨¢s tarde, un cr¨ªtico de la talla de Yxart, estudioso de ambas literaturas, sostendr¨ªa que el car¨¢cter de la literatura catalana difiere de la castellana. La primera, aseguraba, tiende al naturalismo frente al idealismo de la segunda. El hispanista alem¨¢n Horst Hina, en su brillante estudio Castilla y Catalu?a en el debate cultural, al analizar la obra de Yxart muestra que este se basa en el hecho de que la literatura catalana carece de una fuerte tradici¨®n ret¨®rica, no usa juegos de palabras, no tiene un componente intelectualista ni tiende a la abstracci¨®n. Por el contrario, mantiene una relaci¨®n directa con la realidad. Est¨¢ claro que Yxart, al expresar tales juicios, piensa solo en la novela de Oller y en el teatro naturalista y no en la literatura medieval catalana ni, por supuesto, en la fuerte tradici¨®n realista de la literatura castellana, que con la novela picaresca se adelanta al naturalismo, como ya vio do?a Emilia Pardo Baz¨¢n de manera certera en su famos¨ªsima La cuesti¨®n palpitante.
Yxart, por tanto, tiene raz¨®n solo en parte, en la parte que ata?e al hecho de que el naturalismo catal¨¢n y en cierto modo tambi¨¦n el simbolismo catal¨¢n est¨¢n m¨¢s cerca de las corrientes literarias europeas que imperan entonces. Yxart, siguiendo las mismas pautas que en pol¨ªtica siguen Valent¨ª Almirall y Pompeu Gener, considera que en Espa?a, solo Catalu?a estar¨ªa a la altura del esp¨ªritu de la ¨¦poca.
La industrializaci¨®n del territorio explicar¨ªa tambi¨¦n el aire moderno y europeo de la Catalu?a de entonces, frente a una Espa?a b¨¢sicamente sin industrializar, rural y anquilosada. Rub¨¦n Dar¨ªo, al visitarnos a finales del siglo XIX, habr¨ªa de constatar algo parecido. Comparando Barcelona con Madrid, asegur¨® que aquella era una ciudad din¨¢mica y moderna frente al poblach¨®n capitalino, y destac¨® incluso que los escritores y artistas catalanes eran por su modernidad superiores a los castellanos. Todo eso plantea, en mi opini¨®n, hasta qu¨¦ punto el debate Catalu?a/Espa?a late por detr¨¢s de la concepci¨®n literaria desde finales del siglo XIX hasta bien entrado el XX.
Hoy las opiniones de Rub¨¦n Dar¨ªo ser¨ªan muy distintas. Madrid es una ciudad bella, cosmopolita y abierta que poco o nada tiene que envidiar a Barcelona, y Espa?a, tras muchos siglos de retraso, est¨¢ a la altura de Europa y es una naci¨®n democr¨¢tica, moderna e industrializada, aunque parad¨®jicamente sea el problema catal¨¢n lo que tal vez nos haga perder el cuarto puesto dentro del escalaf¨®n europeo como potencia econ¨®mica.
Hoy a ning¨²n escritor y menos todav¨ªa a los cr¨ªticos catalanes les preocupa averiguar si la literatura escrita en lengua catalana es distinta de la castellana o cu¨¢les son los rasgos diferenciales de ambas. Entre otras cosas, porque se trata de dos literaturas que han recibido ya desde hace por lo menos cuatro d¨¦cadas las mismas influencias europeas y sobre todo americanas. Sin Faulkner o sin Garc¨ªa M¨¢rquez ser¨ªa dif¨ªcil explicar la obra de Blai Bonet o de Jes¨²s Moncada, por poner solo dos ejemplos cercanos e incontestables.
No obstante, ambas literaturas tienen un mismo grav¨ªsimo reto al que enfrentarse: la falta de lectores. La casi total desaparici¨®n de ambas literaturas del bachillerato y el hecho de que no est¨¦n presentes en las pruebas de acceso a la universidad motivan el desconocimiento de una materia que algunos cortos de entendederas sostienen que no sirve para nada. Estos contravienen a Octavio Paz, que asegura que la poes¨ªa sirve para recordar lo que somos, la literatura, var¨ªo yo, sin distinci¨®n de lenguas.
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