Walter Siti: ¡°La capacidad de censura del ruido es enorme¡±
El editor y cr¨ªtico italiano publica 'El contagio', su primera novela en espa?ol, sobre un barrio de la periferia romana actual
Walter Siti es el editor de la obra de Pier Paolo Pasolini, director de la revista Granta, en Italia, y uno de los cr¨ªticos literarios m¨¢s reconocidos de su pa¨ªs. Ha publicado tambi¨¦n numerosos ensayos, pero hasta ahora sus textos nunca hab¨ªan llegado a Espa?a. El contagio (editorial Entre Ambos) es su primera novela traducida al espa?ol, y en ella retrata a un barrio de la periferia romana actual. Un barrio en el que habita un lumpen obsesionado por participar en Gran Hermano, pero en el que tambi¨¦n aparece todo el malestar por los cambios sociales de los ¨²ltimos tiempos. Siti habla de la novela social, de Pasolini y su nula influencia en la esfera intelectual actual y de c¨®mo las clases sociales se han contagiado las unas a las otras.
Pregunta. ?De d¨®nde salen los personajes que habitan esta barriada romana de El contagio?
Respuesta. De maneras distintas. Alguno como Marcello, Chiara o Bruno se inspiran en personas que he conocido de verdad. Eran amigos de una persona de la que yo me enamor¨¦, a la que llam¨® Marcella. Otros surgen de una investigaci¨®n sociol¨®gica que hice en las periferias romanas. Cicci nace de una persona que entr¨® en el parlamento con el partido comunista. Otros surgen de un estudio que hice con las prostitutas que est¨¢n en la calle. Conoc¨ª a una persona que para vivir ten¨ªa un cami¨®n peque?o y por las noches lleva a las prostitutas a donde tienen que trabajar y de madrugada las recog¨ªa y se las llevaba a su casa. Y otros son inventados.
P. ?Necesita un estudio sociol¨®gico para escribir ficci¨®n?
R. S¨ª, yo trabajo as¨ª. Al principio hay una idea que surge de mi necesidad de llevar adelante una investigaci¨®n que estoy haciendo a trav¨¦s de libros: la historia del deseo en la edad contempor¨¢nea. Luego, para darle credibilidad, empiezo a investigar por la calle. Y si se trata de cosas que tienen que ver con la teolog¨ªa o la filosof¨ªa, como mi anterior libro, me paso siete ocho meses en la biblioteca estudiando libros.
P. La cr¨ªtica no suele tener una buena opini¨®n de la llamada literatura social. ?C¨®mo lo ve usted?
R. No s¨¦ muy bien qu¨¦ se entiende por literatura social. En Italia se llamaba neorrealismo, es decir, una literatura comprometida. Creo que a menudo la literatura que nace con un objetivo educativo y social es una literatura de propaganda y normalmente no es buena porque no tiene un nivel suficiente. Un cr¨ªtico de los a?os cuarenta, Elio Vitorini, dec¨ªa que era como tocar la flauta en la revoluci¨®n. Es una literatura que a m¨ª no me gusta. Pero si por literatura social se entiende aquella en la que los grandes problemas de la humanidad se cuentan dentro de un contexto social, como Dostievski o Balzac, creo que es una literatura fant¨¢stica.
P. En El contagio aborda los barrios perif¨¦ricos actuales. ?C¨®mo son estos barrios hoy?
R. Hice dos estudios, uno en 2008 y otro ahora. En 2008, lo que hab¨ªa cambiado fue que con la globalizaci¨®n ya no hab¨ªa una solidaridad. Antes los ancianos dec¨ªan que no hab¨ªa que cerrar la puerta, porque hab¨ªa ladrones, pero iban a robar al centro de la ciudad. En 2008 hab¨ªa mucha menos seguridad, sobre todo por la droga, porque empezaba a haber luchas entre bandas de narcotraficantes. Ahora ha cambiado todav¨ªa m¨¢s porque hay muchos m¨¢s extracomunitarios; quienes han podido hacerlo se han marchado, y luego algunos burgueses se han ido a vivir a esos barrios porque las casas son m¨¢s baratas.
P. Usted precisamente afirma en la novela que la burgues¨ªa se ha arrabalizado. Explique esta idea.
R. Consiste en el hecho de que la burgues¨ªa antes ten¨ªa la posibilidad de pensar en la historia, en el futuro. Por ejemplo, ahorraban para dej¨¢rselo a sus hijos y sus nietos. Y hab¨ªa un sentido de pudor, por eso no se hablaba de cosas personales; hab¨ªa una especie de sobriedad burguesa. Mientras, el pueblo llano no ten¨ªa ninguna idea de futuro, viv¨ªan al d¨ªa y mezclaban lo p¨²blico con lo privado: se viv¨ªa en la calle¡ Hoy, la peque?a burgues¨ªa comienza a no tener esperanza de futuro, y ya no existe la idea de tener que dejar una herencia; tambi¨¦n el pudor se est¨¢ perdiendo. A cualquiera se le cuenta cualquier cosa. Incluso los que tienen mucho dinero son muy vulgares.
P. ?Y qu¨¦ le ha pasado a la gente de los barrios?
R. Los del pueblo son muy sensibles al consumismo, muy sensibles a todo eso que el poder quiere que se crea. No tienen anticuerpos culturales: tienen coches muy grandes, televisiones enormes, m¨®viles¡ y usan much¨ªsimo las redes sociales. Las chicas de barrio, por ejemplo, usan mucho los lugares de encuentro de las redes sociales. Hay una ausencia de valores y la diferencia entre el bien y el mal que s¨ª exist¨ªa antes en el barrio, no existe en las redes sociales y no tienen ninguna defensa contra esto.
P. ?Esta influencia de unos y otros no podr¨ªa entenderse como algo positivo, como un motor democratizador?
R. Creo que no, porque para que algo sea democr¨¢tico es necesario que las personas sepan de d¨®nde vienen las cosas y d¨®nde terminan. Cuando t¨² tienes un m¨®vil, pero no sabes qu¨¦ hay dentro, qui¨¦n manda, qui¨¦n es el due?o, caminas a ciegas y no tienes la posibilidad de ejercer un derecho tuyo. Eres un sujeto pasivo, y no existe la democracia con sujetos pasivos.
P. Usted fue el editor de la obra de Pasolini. ?l tambi¨¦n habl¨® de los barrios en novelas como Los chicos del arroyo. ?Qu¨¦ diferencias existen entre ese barrio pasoliniano y el actual?
R. Much¨ªsimas. Una diferencia muy evidente es que los chicos de la calle de los a?os cincuenta despreciaban a los j¨®venes burgueses porque dec¨ªan que no maduraban, mientras que los chicos de la calle de ahora envidian a los j¨®venes burgueses.
P. La lucha de clases se acab¨®.
R. Completamente. Y en el ¨¢mbito de la prostituci¨®n ahora los chicos primero se preparan f¨ªsicamente y luego se prostituyen, mientras que en los cincuenta ning¨²n chico hubiera pensado en prepararse en el gimnasio. M¨¢s que venderse a s¨ª mismos, ahora lo que venden es su imagen. Se ha pasado de lo real a lo virtual.
P. ?No es influyente la obra de Pasolini ahora en Italia?
R. No. Pasolini ten¨ªa una presencia, un carisma muy grande y sus afirmaciones ten¨ªan una resonancia muy alta. Pero ahora, el ¨²nico que tiene algo parecido es Roberto Saviano a trav¨¦s de las teles y sus actuaciones. Pero mientras Pasolini era un poeta, Saviano no lo es, y adem¨¢s Saviano es amado por la mitad de Italia y odiado por la otra mitad, mientras que Pasolini era odiado por ambas partes.
P. ?Se ha restituido la imagen de Pasolini en estos cuarenta a?os de su muerte?
R. Ha habido diversos momentos en la historia de Pasolini. Cuando estaba vivo, le odiaban casi todos. La derecha le odiaba porque era homosexual y comunista; la izquierda, porque dec¨ªa que ten¨ªa ideas conservadoras. Con la muerte se convirti¨® casi en un santo. Y durante un tiempo Italia se preguntaba qu¨¦ hubiera dicho Pasolini de esto o de lo otro. Y cada partido trataba de llevarse para s¨ª mismo una parte de Pasolini. La derecha dec¨ªa que en los ¨²ltimos a?os hab¨ªa hablado de un fascismo sublime; la izquierda dec¨ªa que siempre hab¨ªa sido un compa?ero; e incluso La Liga Norte dec¨ªa que hab¨ªa sido un autonomista. Una sobrevalorizaci¨®n de su figura, sin que nadie lo volviera a leer. Despu¨¦s est¨¢ la fascinaci¨®n por el Pasolini cineasta, por eso casi nadie conoce al Pasolini poeta, que es el mejor de todos. En los ¨²ltimos seis, siete a?os, ha ca¨ªdo en una zona de sombras, por eso ahora no le importa a nadie.
P. Pero su muerte sigue resultando pol¨¦mica. El principal acusado, Pino Pelosi, acaba de morir sin que se sepa muy bien cu¨¢l fue su funci¨®n.
R. Yo creo que existen muchos elementos para entender qu¨¦ sucedi¨®. Lo que es seguro es que no lo mat¨® Pelosi, o si lo mat¨®, no estaba solo. Hoy se sabe que en ese lugar hab¨ªa tres coches. Seguramente est¨¢n implicados los sicilianos, tambi¨¦n tiene que ver lo que ¨¦l estaba investigando sobre la muerte de Enrico Mattei, presidente de la petrolera ENI. Pero el caso ya est¨¢ cerrado y, desde el punto de vista judicial, no se sabr¨¢ nada.
P. Hablaba antes de Saviano. ?Ha le¨ªdo su ¨²ltima novela, La banda de los ni?os? Tambi¨¦n retrata a los chicos de barrio de ahora.
R. Me ha parecido que es un buen libro, conmovedor, sobre todo las ¨²ltimas cincuenta p¨¢ginas. Es algo que ¨¦l conoce bien. Por lo tanto es mejor que el libro sobre la coca¨ªna, de lo que sab¨ªa poco. Lo que me deja perplejo es que se tiene la sensaci¨®n de que ha sido escrito por cinco o cuatro manos distintas. Ha tenido que escribirlo muy deprisa, porque ten¨ªan que traducirlo en EE UU, pero es curioso, porque hay puntos en los que parece muy cercano a la novela policiaca, con frases muy breves y todas las partes en cursiva parece el Saviano de antes, con una tendencia l¨ªrica. Tengo la impresi¨®n de que estil¨ªsticamente no hay armon¨ªa, porque se pueden utilizar registros estil¨ªsticos distintos, pero en este caso los registros cambian sin que haya un sistema que los mantenga unidos. Por ejemplo, hay partes escritas en napolitano y uno de los chicos dice unas frases en las que emplea verbos en napolitano, sin embargo, la construcci¨®n de la frase es tan refinada que un napolitano no la utilizar¨ªa nunca. De vez en cuando aparecen cosas de este tipo. Pero bueno, si hay una cosa que en Italia es un gran misterio es la omert¨¢ de los editores. Silencio y no se dice nada.
P. La transgresi¨®n de Saviano, sin embargo, no tiene nada que ver con la de Pasolini.
R. Bueno, personalidades como Pasolini no nacen todos los d¨ªas. Ha cambiado el mecanismo de la comunicaci¨®n. En 1975, un intelectual pod¨ªa ser escuchado casi por todo el mundo, pero ahora el ruido medi¨¢tico es tan grande que algunos intelectuales que han dicho cosas transgresoras solo son un ruido entre tantos otros. La capacidad de censura del ruido es enorme. Y antes tambi¨¦n hab¨ªa menos cosas. El Corriere della Sera era un peri¨®dico muy importante. Ahora hay muy poca gente que lea los peri¨®dicos.
Babelia
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