Descifrando lo lynchiano
Dennis Lim presenta 'David Lynch. El hombre de Otro Lugar', un ensayo sobre la obra del director estadounidense
Con David Lynch. El hombre de Otro Lugar (Alpha Decay), Dennis Lim, director de programaci¨®n de la Film Society del Lincoln Center, logra algo que parec¨ªa imposible: capturar toda la complejidad de un artista esencial de nuestro tiempo sin renunciar a ninguno de los lados de su poli¨¦drica identidad creativa y, dato nada irrelevante, sin extenderse mucho m¨¢s all¨¢ de las doscientas p¨¢ginas. No es un libro de cr¨ªtica cinematogr¨¢fica, como el que en su d¨ªa le dedic¨® Michel Chion, sino un sint¨¦tico ensayo consagrado a resolver el enigma de un creador que nunca ha sido un cineasta puro, sino un artista pl¨¢stico que, en determinadas ocasiones, ha sustituido el pincel por la c¨¢mara. O ni siquiera eso: bajo la mirada de Lim, Lynch se convierte, m¨¢s que en un poeta multidisciplinar, en un tipo venido del Otro Lado (como el enano de Twin Peaks o el Robert Blake de Carretera perdida) para desvelarnos la estructura profunda de una existencia que nunca podr¨¢ ser le¨ªda de un ¨²nico modo. Lim visit¨® Madrid para presentar Fuego camina conmigo (1992) ¨Cobra denostada en su d¨ªa y hoy considerada clave b¨¢sica de interpretaci¨®n de todo el universo Twin Peaks¨C en una sesi¨®n especial en Filmoteca Espa?ola.
¡°Lynch no es el artista m¨¢s f¨¢cil sobre quien escribir¡±, confiesa Lim, ¡°porque su obra inspira pensamientos abstractos. Si escrib¨ª el libro es porque estaba convencido de que pod¨ªamos hablar de ¨¦l de una manera m¨¢s concreta, pensar en ¨¦l a trav¨¦s de varias lentes y contextos¡±. El punto de partida del estudio de Lim es el esquivo concepto de lo lynchiano, t¨¦rmino tan frecuentemente utilizado como dif¨ªcil de definir. De hecho, solo el escritor David Foster Wallace se atrevi¨® a proponer una definici¨®n acad¨¦mica del t¨¦rmino, en tanto que ¡°una clase particular de iron¨ªa en la que lo muy macabro y lo muy mundano se combinan de tal manera que revelan la perpetua inclusi¨®n de lo uno en lo otro¡±. Para Lim, lo lynchiano es, m¨¢s bien, ¡°un tono complejo y parad¨®jico en el que no domina ¨²nicamente la iron¨ªa, sino el equilibrio de esta con la sinceridad. Tiene que ver con el modo en que juega con dualidades y opuestos, con su estrategia de alternar emociones, estados de ¨¢nimo y ritmos para obtener algo que es m¨¢s que la suma de sus partes. Y, por supuesto, lo lynchiano est¨¢ estrechamente relacionado con el miedo: con nuestros miedos m¨¢s primarios y con la sensaci¨®n de que el sentido de la realidad es mucho m¨¢s fr¨¢gil de lo que nos figuramos¡±.
El ensayista tiene claro que en Lynch no hay precisamente un intelectual, sino un artista intuitivo probablemente asombrado ante la voracidad interpretativa que ha inspirado su obra. ¡°La primera vez que me encontr¨¦ con Lynch le regal¨¦ un ejemplar de Lacrimae Rerum, el libro de Slavoj Zizek que dedica un exhaustivo estudio a la lectura lacaniana de Carretera perdida. Estoy absolutamente seguro de que nunca se lo ley¨®, pero le hizo gracia que un pensador lacaniano se lo tomara tan en serio. Hasta cierto punto, ese inter¨¦s es l¨®gico: los temas que Lynch aborda a trav¨¦s de la cultura popular son los grandes temas de la filosof¨ªa y la religi¨®n, como la naturaleza del Bien y el Mal¡±, rememora Lim.
Es posible que a alg¨²n lector de David Lynch. El hombre de Otro Lugar le sorprenda descubrir que el autor de Cabeza borradora (1977) lleg¨® a votar a Ronald Reagan: ¡°Pero por lo menos no ha votado a Donald Trump, que, por cierto, si uno se detiene a pensarlo, es una figura muy lynchiana¡±, precisa Lim, ¡°en realidad, Lynch se interes¨® por Reagan m¨¢s por motivos est¨¦ticos que por razones ideol¨®gicas. Lo asociaba al viejo Hollywood y encajaba con esa iconograf¨ªa de su infancia que tambi¨¦n marca su imaginario cinematogr¨¢fico. Lynch no es un sujeto pol¨ªtico y ser¨ªa inadecuado definirle como un republicano¡±. De momento, la tercera temporada de Twin Peaks corona una trayectoria magistral, poniendo en evidencia las limitaciones de esa supuesta Edad de Oro de la televisi¨®n que, seg¨²n Lim, cristaliza en ¡°trabajos sofisticados, bien hechos, respetables y comprensibles, pero que pertenecen a otra especie muy distinta del asombroso desaf¨ªo que ha planteado Lynch¡±.
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