Miguel Hern¨¢ndez lejos del clich¨¦ del poeta-pastor
Tal d¨ªa como hoy hace 76 a?os, el poeta mor¨ªa en una c¨¢rcel de Alicante castigado por la represi¨®n, enfermedad y la desnutrici¨®n
Un d¨ªa como hoy mor¨ªa Miguel Hern¨¢ndez en la prisi¨®n de Alicante. La enfermedad, la desnutrici¨®n y las represivas condiciones carcelarias de la inmediata postguerra acabaron con ¨¦l, a la edad de 31 a?os. No se cumple hoy una cifra redonda?ni de su muerte ni de su nacimiento, y quiz¨¢s por ello tenga m¨¢s valor y sentido el recordarlo aqu¨ª y ahora, pues dudosa memoria es aquella que solo responde al capricho aritm¨¦tico de las conmemoraciones.
La corta vida de Miguel Hern¨¢ndez se vio marcada por dos grandes pasiones: por su amor a la naturaleza y, en el plano literario, desde muy joven, por su atracci¨®n por la palabra po¨¦tica. Y conste que no decimos por la poes¨ªa, sino, en t¨¦rminos m¨¢s amplios, la palabra po¨¦tica, ya que la primera vocaci¨®n suya fue la de ser autor teatral, no poeta. Con el teatro pensaba que podr¨ªa ganarse la vida. Lo primero que Miguel Hern¨¢ndez escribi¨® fue precisamente una pieza teatral, Qui¨¦n te ha visto y qui¨¦n te ve y sombra de lo que eras, en la l¨ªnea de los autos sacramentales de nuestra Edad de Oro.
Volviendo sobre su pasi¨®n por la naturaleza, Miguel fue como una criatura surgida de ella ¨C¡°elemental naturaleza desnuda¡±, lo llam¨® Juan Ram¨®n Jim¨¦nez¨C, todo vitalidad, todo entusiasmo, y en el secreto ¨ªntimo de lo que es la tierra: sus floraciones, sus frutos, el nombre de cada ¨¢rbol, el canto de los innumerables p¨¢jaros, que ¨¦l sab¨ªa imitar como nadie. El muchacho de Orihuela se sent¨ªa hijo de la naturaleza, con clara conciencia de lo que eso supon¨ªa. Un don terrenal, una forma elemental de sabidur¨ªa que se tiene pero que no se aprende. Sent¨ªa fascinaci¨®n por el agua y, a poco que pudiera, se iba al r¨ªo a ba?arse o, si llov¨ªa, se expon¨ªa gozosamente al caer de las gotas hasta empaparse de aquel man¨¢ purificador y sagrado. Aleixandre lo recuerda ech¨¢ndose de bruces al agua de los arroyos para beber. Y le gustaba trepar a los ¨¢rboles y lo sol¨ªa hacer, para sorpresa de los amigos que iban con ¨¦l, en plena ciudad. ¡°?D¨®nde est¨¢ Miguel?¡±, se preguntaban. Y Miguel se hab¨ªa encaramado a la copa de un ¨¢rbol y desde all¨ª imitaba el canto de un jilguero.
Estereotipos
De Miguel Hern¨¢ndez circul¨® durante muchos a?os un estereotipo que poco ten¨ªa que ver con su realidad biogr¨¢fica. Se le vio como de familia pobre y poco cultivado, porque ¨Cse dec¨ªa¨C apenas hab¨ªa podido ir al colegio de ni?o. Lejos de la verdad, como su bi¨®grafo Jos¨¦ Luis Ferris pone de manifiesto en su excelente libro Pasiones, c¨¢rcel y muerte de un poeta, ese clich¨¦ del poeta-pastor, al que el propio Hern¨¢ndez contribuy¨® en buena medida, ha enturbiado la clara imagen de su persona y lastrado el reconocimiento de su poderosa y siempre emocionante poes¨ªa. Para empezar a desmontar esa falsa imagen hemos de decir que no fue un ni?o pobre, sino un ni?o de familia modesta, pero con recursos para salir adelante en la Espa?a deprimida de comienzos del XX. Y no casa tampoco con la verdad que fuera un joven sin formaci¨®n. Fue a la escuela hasta los 14 a?os, lo que pocos ni?os del medio rural pod¨ªan permitirse entonces. Pas¨® por tres colegios distintos, y el ¨²ltimo, el de Santo Domingo, un colegio privado de los jesuitas. En ¨¦l Miguel estudi¨® gracias a la ¡°generosidad interesada¡± de los profesores, conscientes de su talento, y con la expectativa de poderlo orientar hacia su seminario. La imagen de un poeta algo ¡°asilvestrado¡± no se corresponde por tanto con la realidad.
El clich¨¦ del poeta-pastor, al que el propio Hern¨¢ndez contribuy¨® en buena medida, ha lastrado el reconocimiento de su poderosa y siempre emocionante poes¨ªa
En lo f¨ªsico era un joven fibroso, delgado, de estatura media; su rostro, siguiendo la descripci¨®n de Neruda, ten¨ªa algo de patata en su hechura, con p¨®mulos marcados, ojos verdes claros, y coronada la cabeza por escaso pelo, que ¨¦l adem¨¢s se empe?aba en llevar muy corto. Le atra¨ªa el esfuerzo y el ejercicio al aire libre. Y si lo hac¨ªa en compa?¨ªa de amigos, la delicia era para ¨¦l completa. Jugar a la pelota era su deporte favorito. En su equipo del pueblo se le conoc¨ªa, seg¨²n cuenta Ferris, por ¡°el Barbacha¡±, que quiere decir ¡°caracol¡±, porque, aunque buen jugador, era algo lento en sus movimientos. Alg¨²n poema temprano escribi¨® sobre el f¨²tbol.
Cuando lleg¨® a Madrid a finales de 1931 pocos poetas de su edad ten¨ªan una formaci¨®n literaria m¨¢s s¨®lida y completa que ¨¦l. Conoc¨ªa bien a Virgilio, fray Luis de Le¨®n y San Juan de la Cruz, a G¨®ngora y Quevedo. El teatro de Lope y de Calder¨®n le eran familiares. Tambi¨¦n Verlaine y Gabriel Mir¨® vendr¨ªan a conformar su gusto. Pero Miguel se da cuenta de que sus tentativas po¨¦ticas resultaban algo trasnochadas si se comparaban con lo que estaban escribiendo por entonces los poetas del 27, generaci¨®n a la que ¨¦l por estricta cronolog¨ªa pertenece.
A la zaga
Cuando vuelve a Orihuela decide cambiar y ponerse al d¨ªa, y lo hace subi¨¦ndose al tren del neogongorismo, sin darse cuenta de que ese tren era ya cosa del pasado. El problema de Miguel Hern¨¢ndez es que va siempre a la zaga de los movimientos est¨¦ticos dominantes: desemboca en el gongorismo (Perito en lunas,1933) cuando hab¨ªa dejado de ser un acto reivindicativo y se hab¨ªa convertido en reliquia; luego se dedica al soneto y al arte medido (El rayo que no cesa, 1936) cuando lo que imperaba era el verso libre, y pasar¨¢ por el surrealismo en sus odas a Neruda y Aleixandre, lo menos personal de su poes¨ªa, cuando la avanzadilla del 27 empezaba a dejar atr¨¢s ese estilo.
Hern¨¢ndez es quiz¨¢s de los poetas que con mayor vigor ha exaltado la sexualidad desde la poes¨ªa
Durante la guerra escribir¨¢ dos libros en los que empieza a percibirse una gradual depuraci¨®n expresiva: Viento del pueblo (1937) y El hombre acecha (1939), pero no ser¨¢ hasta Cancionero y romancero de ausencias, editado p¨®stumamente en 1958 ¨Cpara la cr¨ªtica, hoy, su mejor y m¨¢s aut¨¦ntica obra¨C, cuando la voz del poeta se afine, se adelgace y pierda todo el formidable artificio ret¨®rico que la hab¨ªa caracterizado. Llega Miguel entonces a la m¨¢xima desnudez y a la mayor eficacia expresiva. Son poemas muchos de ellos compuestos en la c¨¢rcel, en condiciones lamentables. Abatido y vuelto de muchas cosas (al enterarse de que Stalin hab¨ªa firmado un pacto con Hitler se encoleriza), se repliega en lo m¨¢s hondo de su intimidad: su esposa, su nuevo hijo, el recuerdo de su tierra natal, de sus antepasados, que parecen convocarle desde el m¨¢s all¨¢ a perpetuar su sangre.
Porque Hern¨¢ndez es quiz¨¢s de los poetas que con mayor vigor ha exaltado la sexualidad desde la poes¨ªa, y no por el placer er¨®tico, sino por su fatalidad instintiva, su necesaria obligaci¨®n y obediencia al mandato b¨ªblico de ¡°creced y multiplicaos¡±. Del sexo tiene un sentido primordial, genes¨ªaco, como si fuera un regalo m¨¢s de la naturaleza que ¨¦l tanto am¨®, y de la que saltar¨¢, como una simiente, la viva chispa del hijo. El beso en la noche de los esposos tiene su perfecta encarnaci¨®n en el hijo.
De ah¨ª, de ese amor primario por la vida, nace el Cancionero y romancero. Bell¨ªsimas canciones que no recuerdan en absoluto ni a las de Lorca ni a las de Alberti, escollo que supo evitar admirablemente, y en las que Miguel Hern¨¢ndez ha sabido convertir su dolor y su desaliento en la mejor y m¨¢s perdurable poes¨ªa.?
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