Fragilidad y redenci¨®n
El tr¨¢nsito del chileno Marcelo Lillo de escritor fantasmal a visible le permite construir historias tan complejas como las recopiladas en este volumen de cuentos
En ¡®El otro Mississippi¡¯, uno de los relatos que componen De vez en cuando, como todo el mundo, exhaustivo volumen de Marcelo Lillo, un escritor plantea la dificultad, casi la imposibilidad, de contar la propia historia. Mientras, la est¨¢ contando. Acaso lo imposible sea no contar siempre lo propio, ya que contar lo que sea ¡ªavistamiento de naves espaciales, el tufo a pobre, un polvo m¨¢s reparador que los oligoelementos¡ª parece una forma de apropi¨¢rselo. La imposibilidad de contar la propia historia constituye m¨¢s bien un destino inevitable para este peculiar escritor chileno que repite una y otra vez, bajo distintas luces, el dibujo del mismo ¨¢rbol: familias disfuncionales, parejas que se van olvidando mientras ven la televisi¨®n, infidelidades, mujeres de rompe y rasga, padres y madres perdidos y reencontrados, la extra?eza de la propia carne, la misma caleta a la que van a desaguar existencias tristes y luminosas¡
Quiz¨¢ todas las peripecias no sean exactamente la suya, pero forman parte de ¨¦l, le pertenecen, desde el mismo momento en que las cuenta. Lillo avista y relata vidas de escritores o vidas librescas llevadas hasta el extremo, a ratos humor¨ªstico, de un melodrama que invita al lector a replantearse no solo la calidad de lo que lee, sino las nociones mismas de calidad y verosimilitud; as¨ª ocurre en ¡®No era mi tipo¡¯, un cuento de amores pasionales, fratricidio, c¨¢rcel, perdones y reencuentros donde el exceso folletinesco empapa incluso la redondez de las frases: ¡°T¨² eres la rosa perfecta¡±. Todas las vidas son follet¨ªn o burlas del follet¨ªn, y esa intuici¨®n sentenciosa subraya la pertinencia del trabajo de quien escribe. La vida es un g¨¦nero literario a veces tan moralista e hiperb¨®lico como los textos de Nelson Rodrigues. Se escribe para algo m¨¢s que entretenerse: se escribe como salvaci¨®n o para aguantar realidades como que la gente pierde su trabajo y se cuela en una fiesta para comer tarta.
¡°Si nos conformamos con la realidad nadie o muy pocos tendr¨¢n el coraje de contarla con pelos y se?ales¡±, escribe el narrador de ¡®El otro Mississippi¡¯, y quiz¨¢ la idea fundamental no sea tanto que la ficci¨®n redime, como que no podemos conformarnos ni con la falta de coraje en las narraciones ni con la realidad. El narrador de este cuento busca en el diccionario fragilidad y redenci¨®n, palabras encarnadas en la figura de esos escritores, aficionados o profesionales, que ejemplifican la pelea del propio Lillo, a la que en el ep¨ªlogo de De vez en cuando, como todo el mundo se refiere Ignacio Echevarr¨ªa: aunque lleva escribiendo desde los 15 a?os, Lillo publica su primer libro con 50, y su tr¨¢nsito de escritor fantasmal, que participa en multitud de concursos ¡ªen uno de ellos lo descubre Echevarr¨ªa¡ª, a escritor visible le permite construir historias tan complejas como ¡®El fumador¡¯, en la que habla de la pareja, la soledad, las renuncias, la escritura y, especialmente, de todo lo que se tiene que mentir no para armar un cuento, sino para poderlo vender.
Las caracter¨ªsticas del campo literario, el comercio de la cultura o su ausencia, las condiciones de vida del escritor Aquiles Madrid se filtran en sus palabras del mismo modo que empapan las de Lillo. Alter ego del alter ego. Precisamente El fumador y otros relatos es el t¨ªtulo del volumen con que Constantino B¨¦rtolo dio a conocer al autor en Espa?a en 2008. Junto al escritor que vende sus propios libros, en otros relatos se apunta, sarc¨¢sticamente y con cierta aura religiosa, hacia la autor¨ªa: en ¡®Reino¡¯ o ¡®Pobre Johnnie¡¯ se trabaja con la culpa y con una dimensi¨®n no consoladora de la trascendencia; en estas historias los protagonistas se enfrentan a sus fantasmas cuando han de actuar como dioses y desenchufar al ser amado ¡ªo no¡ª.
El poder de quitar la vida ¡ªel poder de la escritura, borrado o subrayado, salvaci¨®n o aniquilaci¨®n¡ª representa un acto de piedad o de venganza al que solo el lector le pondr¨¢ calificativo. En el hueco que queda entre el escritor y sus voces, leemos cuentos gloriosos en su acepci¨®n m¨¢s etimol¨®gica: ¡®La felicidad¡¯ y esa alteridad monstruosa del que se mira desde fuera de su propia ventana, ¡®Hablando de ballenas¡¯, ¡®Hielo¡¯, ¡®Apaga la luz¡¯ y esas existencias que viran a partir de un solo punto: una mujer podr¨ªa no haberlo dicho, pero al acostarse, le dice que se vaya al hombre con quien lleva conviviendo d¨¦cadas. Lo importante es que podr¨ªa no haberlo hecho, aunque el hast¨ªo se le haya transformado en asco¡
Los cuentos de Lillo se recuerdan en esta ¨¦poca de adormideras y memorias fr¨¢giles. Cuentos de la sed y de un mundo que huele a ¡°humedad, cigarro, transpiraci¨®n¡±: en esa elecci¨®n desaseada acaso se percibe el residuo moral del relato en sus or¨ªgenes. Cuentos desmesurados o g¨¦lidos en su austeridad, a ratos humor¨ªsticos, dialogados, carverianos, pero no tanto. Cuentos de personas que temen ser castigadas como nuevos Prometeos al robar el fuego de los dioses. Los escritores, como Lillo, saben que escribir a la vez cura y aniquila. Quiz¨¢ los escritores de la estirpe de Fonseca y de Benedetto tambi¨¦n temen ser castigados por su escritura cuando dejan de vivir en la marginaci¨®n art¨ªstica: alguien, de pronto, los ilumina y esa luz ciega, aunque nunca sea suficiente. El ejemplo de Lillo y de sus personajes llenar¨¢ de esperanza a los invisibles.
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Autor: Marcelo Lillo.
Editorial: Lumen (2018).
Formato: tapa blanda (424 p¨¢ginas)
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