El arte chino derriba la gran muralla
Un repaso a la creaci¨®n en el pa¨ªs asi¨¢tico, con motivo de la nueva muestra sobre el tema en el Guggenheim de Bilbao
Octubre de 2010. Ai Weiwei inaugura en la Turbine Hall de la Tate Modern la instalaci¨®n Sunflowers Seeds, una alfombra de 100 millones de pipas de girasol elaboradas minuciosamente una a una por 1.600 artesanos de la hist¨®rica f¨¢brica de Jingdezhen, que durante siglos suministr¨® sus delicadas porcelanas a los emperadores Ming y Qing. A lo largo de dos a?os, el artivista chino corresponde a los trabajadores con una paga mensual de entre 187 y 262 yuanes, aproximadamente la mitad del salario m¨ªnimo de entonces, unos 380. La obra crea furor entre el p¨²blico, ni?os y grandes quieren llevarse una pepita, pero la direcci¨®n del museo londinense coloca un cord¨®n disuasorio para evitar robos, con la excusa de que las cer¨¢micas desprenden un polvo peligroso. Clausurada la muestra, el comit¨¦ de compras de la Tate anuncia la adquisici¨®n de 8 de los 100 millones de semillas, pero embarga toda informaci¨®n referida al coste de la operaci¨®n. Pocas semanas despu¨¦s, Christie¡¯ s saca a la venta un saco de 100 kilos por 500.000 euros, y s¨®lo tres meses m¨¢s tarde, Sotheby¡¯s le coloca a un comprador an¨®nimo una tonelada por 605.000 euros. Igual que hab¨ªa ocurrido con la fiebre de los tulipanes en la Holanda del siglo XVII, Londres animaba su mercado del grano del XXI con lo que ahora llamar¨ªamos un bitcoin, pero en su caso era literalmente real. La sunflower seed asalt¨® el mercado al valor de 4,14 euros. Y hab¨ªa 100 millones. No hace falta la calculadora. Es lo que ocurre en el second life art¨ªstico, cuyos r¨¦ditos no palpan ni palpar¨¢n jam¨¢s las delicadas manos de los artesanos de Jingdezhen.
Abstracta, realista, pintada o instalada, la creaci¨®n china no evita la firmeza del ideal mao¨ªsta ni al subvertirlo
Li Qing, esposa de Weiwei, dirige con mano f¨¦rrea la empresa ¡ªde elocuente nombre¡ª Beijing Fake Cultural Development Company, adem¨¢s de controlar la reedici¨®n de todos los proyectos del artista pequin¨¦s (1957). En 2011, no pudo impedir que el Gobierno chino detuviera a su marido por un supuesto delito de evasi¨®n de impuestos. ¡°La compa?¨ªa no es m¨ªa, sino de mi esposa¡±, se defendi¨® el artista. Sus amigos y fans reunieron la cantidad exigida por los jueces, una fianza (¡°rescate¡±, precis¨® Weiwei) de m¨¢s de un mill¨®n de euros. Hasta aqu¨ª la genealog¨ªa del delito, una pirula m¨¢s en el negocio de los tiburones y las esculturas hinchables. Se podr¨ªa afirmar que la verdadera obra de arte es observar a estos artistas de gran talento empresarial moverse en la oscuridad de sus bottegas.
Ai Weiwei es el artista chino m¨¢s popular, millonario e influyente a escala mundial. Lo que deslumbra no es su caricaturizada barba de emperador, ni su creencia de que es un artista de su tiempo con una misi¨®n salvadora, sino su fluidez y capacidad para adaptarse a cualquier ceremonia ol¨ªmpica, desastre humanitario o casu¨ªstica privada, como demostr¨® en un simp¨¢tico videoclip que ¨¦l mismo film¨® durante su estancia en la c¨¢rcel. Su virtud es su propio virtuosismo en el tedioso espect¨¢culo del dinero.
El semillero londinense signific¨® tambi¨¦n el corolario de un tipo de arte sensacionalista, empalagoso ¡ªlos historiadores chinos lo llaman experimental (shiyan yishu), que no tuvo ning¨²n reparo en la utilizaci¨®n natural de los recursos propagand¨ªsticos de los YBA (Young British Artists), pero recargando un poco m¨¢s las obras. Y cuando eran m¨¢s simples, eran de una simpleza monumental.
Desde los d¨¦biles pedestales mao¨ªstas o sobre las ruinas de la gran muralla socialista, dos generaciones de artistas han ido construyendo en las ¨²ltimas d¨¦cadas una membrana cultural casi invisible, una nueva ruta de la seda donde nunca se pon¨ªa el sol. Su di¨¢spora defini¨® una nueva modalidad de exposiciones ¡°acorazado¡± en las que pod¨ªan verse los prol¨¦pticos indicios de un tipo de acontecimientos que llenar¨ªan palacios versallescos, ferias y bienales.
Magiciens de la terre, inaugurada en mayo de 1989 en el Centro Beaubourg y la Grande Halle de la Villette de Par¨ªs, fue la piedra de toque de la primera descentralizaci¨®n cultural. Entre los 100 artistas ¡ªun 50% para cada bloque oriental y occidental¡ª el comisario franc¨¦s, Jean-Hubert Martin, incluy¨® a Gu Dexin, Huang Yong Ping y Jang Jiechang. Cuando el coreano Nam Yune Paik ¡ªasentado desde 1963 en Nueva York¡ª vio a los tres artistas chinos en la inauguraci¨®n, corri¨® hacia ellos sonriente y les dijo: ¡°?Bienvenidos!¡±. Dos semanas despu¨¦s de la muestra parisiense ocurr¨ªa la masacre de Tiannamen, el 4 de junio.
Las exposiciones con obras de autores chinos eran m¨¢s y m¨¢s abundantes. A ello contribuyeron las dos bienales de Venecia dirigidas por Harald Szeeemann, en 1999 y 2001, con 20 firmas chinas en la 49? edici¨®n, donde el jurado recompens¨® a Cao Guo Qiang con el Le¨®n de Oro. Huang Yong Ping, que se hab¨ªa instalado en Par¨ªs desde su participaci¨®n en la muestra de Hubert, represent¨® a Francia en la primera bienal del curador suizo. Hou Hanru, comisario de la secci¨®n Zone of Urgence de la 51? Bienal de Venecia, lleg¨® a comparar el nuevo internacionalismo con una especie de entrop¨ªa en la que ¡°unos ¨®rdenes nuevos, numerosos y m¨¢s variados surg¨ªan del caos¡±.
En 1998, el Museo Guggenheim present¨® la muestra A Century in Crisis: Modernity and Tradition in the Art of XX in China, de la que Arte y China despu¨¦s de 1989. El teatro del mundo es ahora su continuaci¨®n natural. La retrospectiva sirve como registro indispensable de aquel periodo, entre Tiananmen y los Juegos Ol¨ªmpicos, y a su vez anticipa un tipo de muestras dirigidas a una platea cada vez m¨¢s indiferenciada donde el espectador no encuentra lugar para la fantas¨ªa.
Abstracta o realista, pintada o instalada, la creaci¨®n china domina el primer plano, es literal y no evita la firmeza reductiva del ideal mao¨ªsta incluso cuando lo subvierte. La noticia positiva es que estos dragones, de influencia temible en el mercado, componen ya un movimiento art¨ªstico que entra como un guante en el nuevo orden gobernado por el dios del crecimiento demogr¨¢fico-tecnol¨®gico.
Art and China despu¨¦s de 1989. El teatro del mundo. Comisarios: Alexandra Munroe, Hou Hanru y Philip Tinari. Museo Guggenheim Bilbao. Hasta el 23 de septiembre.
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