Eurovisi¨®n, el reto casi imposible de montar en directo 26 videoclips
Es la edici¨®n con escenograf¨ªas m¨¢s complicadas, seg¨²n el productor del espect¨¢culo
Christer Bjorjman juega en una pared con papeles amarillos, naranjas, rosas y verdes. Cada vez que mueve de posici¨®n un post-it, en su cabeza le suena su m¨²sica. Desde la noche anterior, trata de poner orden a la anarqu¨ªa de las 26 canciones finalistas. Nada de sorteos, nada de dejar al capricho de la fortuna el d¨ªa m¨¢s importante del a?o. Ese d¨ªa, para el sueco Bjorjman, es hoy, la noche de Eurovisi¨®n. ?l es el que ha decidido que Amaia y Alfred canten en segundo lugar.
El espect¨¢culo comienza fuerte. Surge de un ata¨²d, el cantante ucranio Melovin. Tiene un ojo de guisante y otro como una canica, llamas de fuego se le acercan por las escaleras. Interesante.
¡°Tengo que garantizar lo mejor para el show, todo debe girar en funci¨®n de su ¨¦xito¡±, explica el productor sueco. ¡°No puede haber cinco baladas seguidas, tampoco dos escenograf¨ªas rojas seguidas¡±. Bjorjman va haciendo su encaje de bolillos en el orden de las canciones, pero siempre surge un pero. ¡°Hay que tener en cuentas muchos factores, los colores del escenario, el ritmo de la canci¨®n, el sexo de sus cantantes, su idioma, si son solistas o una banda...¡±. Despu¨¦s de muchas c¨¢balas, Bjorjman ha resuelto la cuadratura del c¨ªrculo: Amaia y Alfred van tras el vampiro, en segundo lugar.
Un ej¨¦rcito de hombres de negro ha asaltado los escenarios; cuatro personas limpian el suelo, otras dos sacan al artista, una decena retira el caos de la escenograf¨ªa anterior y organiza el siguiente
El d¨²o espa?ol no supone ning¨²n problema a los hombres del atrezzo, al contrario, es un descanso: unas luces y una pareja de la mano. Otra cosa es la siguiente, la eslovena Lea Sirk, con m¨²sica tecno y arropada por un grupo de bailarinas y juegos de luces sincopadas.
El espect¨¢culo es ¨²nico, sobre todo para el televidente. Los eurofans de cada pa¨ªs -con fuerte presencia espa?ola- agitan sus banderitas en el Altice Arena de Lisboa, pero ver, lo que se dice ver, no lo ven bien. Es un espect¨¢culo para la televisi¨®n, aunque el p¨²blico puede apreciar los dos modos del espect¨¢culo: el del escenario y el de la caja m¨¢gica del televisor a trav¨¦s de pantallas gigantes del auditorio. Es como un v¨ªdeo clip de Madonna realizado en directo 26 veces con artistas diferentes. Un desaf¨ªo ¨²nico, no hay otro igual en la televisi¨®n mundial de entretenimiento. No es extra?o que Bjorjman empiece a perder pelo. ¡°Con el orden de las 26 melod¨ªas tengo que crear una especie de melod¨ªa in crescendo del espect¨¢culo¡±.
Se suceden luces de mil colores, fuegos artificiales, llamaradas, humo, nieve, antorchas humanas. Llega Noruega, una de las favoritas y uno de los momentos dif¨ªciles del espect¨¢culo. Alexander Rybak simula que toca instrumentos a la vez que se imprimen en pantalla el dibujo de los bombos o de un viol¨ªn, o hay sincronizaci¨®n o resultar¨¢ una chapuza. Sale perfecto. La interactividad entre v¨ªdeos, gr¨¢ficos y cantantes ha venido a complicar a¨²n m¨¢s tan arriesgados directos. ¡°Es la edici¨®n con propuestas m¨¢s complicadas de todas las que he vivido¡±, confiesa Bjorjman.
Acaba uno y viene el siguiente. Entremedias es el p¨²blico quien goza del espect¨¢culo. En los 45 segundos que dura el v¨ªdeo de presentaci¨®n de la pr¨®xima canci¨®n, un ej¨¦rcito de hombres de negro ha asaltado los escenarios; cuatro personas limpian el suelo, otras dos sacan al artista, una decena retira el caos de la escenograf¨ªa anterior y organiza el siguiente, tocan escaleras; finalmente otro hombre traer¨¢ a los siguientes artistas y los colocar¨¢ en el lugar exacto del plat¨®. Cuando vuelve la c¨¢mara al escenario, el televidente solo ve paz y orden; el p¨²blico del Arena, que ha vivido el traj¨ªn, respira tranquilo.
La soprano Elina Nechayeva ha sido subida en una especie de columna, tapada con un vestido que ocupa medio escenario. Sobre ¨¦l se van proyectando im¨¢genes que solo el telespectador puede apreciar gracias a una c¨¢mara cenital. El vestido ha tra¨ªdo cola, porque nadie en Estonia quer¨ªa pagar los 65.000 euros que costaban los proyectores.
Los eurofans aplauden a todos por igual, no les amarga lo m¨¢s m¨ªnimo el triunfo de un pa¨ªs o de otro. Van all¨ª donde se celebre Eurovisi¨®n. Aqu¨ª hay un grupo de australianos con su canguro inflable, israel¨ªs sin kip¨¢, mucho finland¨¦s, y espa?oles, claro, de Medina del Campo, de Tarifa, de Barcelona. Llevan d¨ªas de farra, es su cita anual. No entienden ni papa lo que se dicen entre ellos pero coinciden en proclamar su mantra: ¡°Eurovisi¨®n es una forma de vida¡±. Para Bjorjman, tambi¨¦n.
El mago
Christer Bjorjman (1957, Suecia) ha sido cocinero antes que fraile. En 1992 cant¨® en Eurovisi¨®n en representaci¨®n de su pa¨ªs -el peor resultado desde 1977-, pero el ¨¦xito que no logr¨® con sus discos lo ha conseguido produciendo espect¨¢culos.
Bjorjman es el mago detr¨¢s de las bambalinas del festival, el productor que dirige y decide cada detalle de Eurovisi¨®n. Bjorjman no solo le ha dado un nuevo aire a Eurovisi¨®n, tambi¨¦n ha revitalizado el Melodifestivalen, el concurso sueco para elegir el representante en Europa. A?o tras a?o, ese festival moviliza a todo el pa¨ªs; sus cuatro semifinales se celebran en cuatro ciudades diferentes y los ganadores se convierten inmediatamente en superventas. El pr¨®ximo objetivo de Bjorjman es que Suecia alcance a Irlanda en n¨²mero de victorias. Hoy no va a ser.
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