Los condenados escondidos tras la sombra de Mandela
Un documental recupera las grabaciones del juicio contra el l¨ªder surafricano en 1964 para reivindicar a sus ocho compa?eros de lucha, ignorados por la historia oficial
En 1964, tras un juicio de ocho meses que logr¨® sacudir los cimientos del apartheid, Nelson Mandela fue condenado a cadena perpetua en el proceso que le enfrentaba al Estado surafricano por haber participado en m¨¢s de 200 actos de sabotaje destinados a derrocar ese f¨¦rreo sistema de segregaci¨®n racial. Lo que la historia en may¨²sculas suele olvidar es que, entre los condenados, tambi¨¦n hab¨ªa otros ocho hombres, que quedar¨ªan a la sombra de ese carism¨¢tico l¨ªder por siempre jam¨¢s. Un nuevo documental, presentado fuera de competici¨®n en el Festival de Cannes, reivindica ahora sus historias. The State Against Mandela and the Others recoge los testimonios, en un precario audio anal¨®gico, de todos quienes fueron eclipsados por Mandela. ¡°La pel¨ªcula debi¨® haberse llamado Los otros, a secas. Muchos espectadores no conocen la existencia del resto de acusados, cuando hicieron los mismos sacrificios, tomaron los mismos riesgos y pasaron los mismos a?os en la c¨¢rcel que Mandela. Son igual de heroicos que ¨¦l, aunque la historia no haya retenido sus nombres¡±, afirma Nicolas Champeaux, codirector del documental junto a Gilles Porte.
Pese a estrenarse en el centenario del nacimiento de Mandela, la pel¨ªcula prioriza los testimonios de los tres acusados que segu¨ªan en vida cuando arranc¨® el proyecto, Andrew Mlangeni, Denis Goldberg y Ahmed Kathrada. El ¨²ltimo muri¨® en marzo de 2017, poco despu¨¦s de ser entrevistado para el documental. Tambi¨¦n participan en ¨¦l los dos abogados defensores, Georges Bizos y Joel Joffe, quien tambi¨¦n muri¨® en 2017, y la activista Winnie Mandela, fallecida en abril pasado, que representa la memoria de su entonces marido. ¡°Desde el principio tuvimos la sensaci¨®n de que los protagonistas de esta historia ten¨ªan los d¨ªas contados. Hab¨ªa que apresurarse o ser¨ªa demasiado tarde¡±, explica Porte.
The State Against Mandela and the Others fue posible gracias a la restauraci¨®n de 256 horas de grabaciones de aquel juicio, recientemente realizada en Francia por el Instituto Nacional del Audiovisual. La Biblioteca Brit¨¢nica ya lo intent¨® hace veinte a?os, pero sin ¨¦xito: el material original de las grabaciones, realizadas en cilindros de vinilo extremadamente fr¨¢giles, no permit¨ªa restituir el sonido sin da?ar el soporte f¨ªsico. Fue la invenci¨®n de un nuevo sistema llamado arch¨¦ophone, a cargo del ingeniero franc¨¦s Henri Chamoux, lo que permiti¨® digitalizar el formato original sin destruirlo. Al proyecto se sum¨® tambi¨¦n la productora Julie Gayet, que le dio un impulso definitivo. Para reproducir este largo juicio del que no existen im¨¢genes, los directores tuvieron la idea de hacer escuchar las grabaciones en audio a sus protagonistas y recoger sus reacciones en tiempo real. A menudo, turbados por una emoci¨®n sobrecogedora. Adem¨¢s, la pel¨ªcula cuenta con interludios de animaci¨®n a cargo del ilustrador Oerd, esbozados a l¨¢piz y en blanco y negro, como suele ser habitual en los juicios, e inspirados en los que realiz¨® la esposa de uno de esos acusados que quedaron a la sombra de Mandela.
Precisamente a la sombra aguarda Andrew Mlangeni, exdiputado del Congreso Nacional Africano y uno de los amigos m¨¢s pr¨®ximos a Mandela, que tambi¨¦n pas¨® 27 a?os en la c¨¢rcel de Robben Island. A punto de cumplir 94 a?os, anoche desfil¨®, como cualquier estrella, por la alfombra roja del festival. ¡°La gente solo conoce a Mandela. Muchos creen que es el ¨²nico que estuvo en la c¨¢rcel, cuando hab¨ªa un millar de prisioneros en total¡±, lamenta Mlangeni. ¡°Pero no culpo a nadie, y todav¨ªa menos a Mandela. En el fondo, la culpa fue nuestra. Fuimos nosotros quienes decidimos que fuera nuestro ¨²nico portavoz¡±. Este hombre parco en palabras, que anoche desfil¨® por la alfombra roja del festival como cualquier otra estrella, confiesa que llor¨® al descubrir el documental. ¡°Pero nadie me vio¡¡±, sonr¨ªe. Tambi¨¦n logr¨® emocionar a los espectadores. ¡°Esta ma?ana, cuando ven¨ªa hacia aqu¨ª para encontrarme con usted, una desconocida se me ha acercado por la calle. Me ha abrazado y, sin decir nada, se ha puesto a llorar. Supongo que eso lo resume todo¡±.
?Qu¨¦ ha cambiado en Sur¨¢frica durante estos ¨²ltimos 30 a?os, desde que Mandela y sus aliados lograron salir de esa c¨¢rcel? ¡°Muy poco. El apartheid sigue existiendo, de muchas maneras distintas. Lo ves por la calle, en las tiendas, por todas partes. Y no creo que desaparezca a corto plazo¡±, responde Mlangeni. En el m¨ªtico discurso que Mandela pronunci¨® durante el juicio, en 1964, dijo so?ar en ¡°una sociedad democr¨¢tica y libre, en la cual todas las personas puedan vivir en armon¨ªa y con igualdad de oportunidades¡±. Por desgracia, Mlangeni no cree que ese d¨ªa est¨¦ en el horizonte. ¡°No pasar¨¢ en un futuro inmediato. Nos llevar¨¢, por lo menos, otro siglo m¨¢s¡±, pronostica Mlangeni.
Al final de la pel¨ªcula, los cinco supervivientes se re¨²nen en el jard¨ªn interior de una casa de Johannesburgo para ver juntos la investidura de Donald Trump. ¡°Fue una manera de dar un toque final de atenci¨®n. Hoy la Casa Blanca est¨¢ ocupada por un tipo que no condena abiertamente el supremacismo blanco. Es un combate que sigue adelante. Fue nuestra invitaci¨®n a que las nuevas generaciones sigan luchando por esa causa¡±, expresa Champeaux. En realidad, m¨¢s que una pel¨ªcula sobre el apartheid y su tr¨¢gica herencia, los directores dicen haber hecho una pel¨ªcula ¡°sobre el compromiso pol¨ªtico¡±. Es decir, sobre la noci¨®n de engagement sobre la que tanto discurri¨® Sartre. ¡°A esos acusados no les import¨® el valor de su vida. A pocos d¨ªas del veredicto del juez, cuando se arriesgaban a que el Estado los colgara, no dudaron en contestar mal al fiscal que les interrogaba para poner los puntos sobre las ¨ªes¡±, apunta Porte. Alude a uno de los pasajes m¨¢s poderosos del documental, cuando el hijo de ese terrible abogado, Percy Yutar, un jud¨ªo practicante y descendiente de lituanos que escaparon a las algaradas antisemitas de comienzos del siglo XX, escucha por primera vez las palabras que pronunci¨® su padre, alineado con el poder supremacista solo para poder medrar, con los ojos colmados de l¨¢grimas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.