Carlo Rovelli: ¡°La diferencia entre pasado y futuro es un juego¡±
Experto en gravedad cu¨¢ntica de bucles, el f¨ªsico y reputado divulgador publica 'El orden del tiempo', un ensayo en el que aborda uno de los grandes misterios de la humanidad
Carlo Rovelli (Verona, 1956) es m¨¢s que un divulgador cient¨ªfico. Primero, porque es un f¨ªsico de primera l¨ªnea, uno de los fundadores de la llamada ¡°gravedad cu¨¢ntica de bucles¡±. Y segundo, porque la suya es una divulgaci¨®n que podr¨ªamos llamar l¨ªrica.
Sus libros son aut¨¦nticos ensayos po¨¦ticos y filos¨®ficos, donde desvela los arcanos de la ciencia al profano entre citas de Marcel Proust y Grateful Dead. En el ¨²ltimo, El orden del tiempo (Anagrama), aborda uno de los grandes misterios de la humanidad.
Rovelli nos recibe en un apartamento sobre la legendaria librer¨ªa Shakespeare and Co., cedido por la propia librer¨ªa, donde se aloja durante unos d¨ªas en Par¨ªs. Para alguien que permanentemente conecta la literatura con la f¨ªsica no es un mal lugar.
PREGUNTA. ?Disponemos de las palabras adecuadas para explicar las complejidades de la f¨ªsica?
RESPUESTA. No, y este es el problema. Pero toda la historia de la cultura consiste en aprender a decir cosas que ¨¦ramos incapaces de decir. En el libro hablo del texto de la Antig¨¹edad que dice que ¡°abajo est¨¢ arriba y arriba est¨¢ abajo¡±. El autor se est¨¢ peleando con las palabras para decir que la Tierra era redonda, y que arriba y abajo significaban cosas distintas en funci¨®n de donde est¨¦.
P. Su libro sugiere que nuestro lenguaje se fundamenta en ilusiones: arriba y abajo, de pasado y futuro. ?No habr¨ªa que inventar otro lenguaje?
R. No podemos salirnos del lenguaje, estamos dentro de ¨¦l. Hay que hacerlo con lo que tenemos. Y el lenguaje cambia: palabras nuevas, significados nuevos.
¡°Quien dice que la ciencia quiere llegar a una descripci¨®n final del mundo no la ha entendido bien¡±
P. El arriba y abajo ya lo hemos entendido. Pero ?y el ahora?
R. El ahora es local y no global. Y esto es dif¨ªcil digerirlo.
P. El ahora de usted, en este momento mismo, es una peque?a fracci¨®n de tiempo diferente del m¨ªo.
R. As¨ª es. Pero a esta distancia la diferencia es negligible. A otra m¨¢s grande no. Cuando los humanos comiencen a viajar en el espacio, cuando tengamos la costumbre de que mi padre se marche de viaje y ¨¦l vuelva y yo sea viejo y ¨¦l tenga la misma edad, entonces cambiar¨¢ la manera de ver el tiempo. Veremos que no tiene sentido decir ¡°?qu¨¦ hace pap¨¢ ahora?¡± si est¨¢ muy muy lejos. No significa nada.
P. ?Por qu¨¦ usted ser¨ªa m¨¢s viejo que su padre?
R. Estamos acostumbrados a ver que el tiempo transcurre a la misma velocidad en todos los lugares del mundo. Si mi padre tiene 25 a?os m¨¢s que yo, siempre tendr¨¢ 25 a?os m¨¢s. Pero esta concordancia s¨®lo se debe a que vivimos en el mismo lugar y no viajamos demasiado r¨¢pido: en general, el tiempo transcurre a velocidades distintas en lugares distintos y seg¨²n lo r¨¢pido que viajemos. Si mi padre viaja muy r¨¢pido, el tiempo pasa m¨¢s lento para ¨¦l y envejece m¨¢s lentamente que yo. As¨ª que cuando ¨¦l todav¨ªa sea joven podr¨¢ reencontrarse conmigo cuando yo ya sea viejo. Estas distorsiones del tiempo, previstas por la teor¨ªa de la relatividad, se observan hoy rutinariamente en los laboratorios.
P. ?Qu¨¦ significa la frase de Anaximandro que da t¨ªtulo a su libro?
R. La frase completa dice: ¡°Las cosas se transforman una en otra seg¨²n necesidad y se hacen mutuamente justicia seg¨²n el orden del tiempo¡±. Ah¨ª est¨¢ la idea de entender el mundo en su evoluci¨®n, su cambio. Pero lo que quer¨ªa decir exactamente no lo s¨¦. Incluso la traducci¨®n exacta de la palabra griega ¡°orden¡± puede ser diferente.
P. No existe el tiempo, sino el cambio.
R. S¨ª, pero la ausencia de tiempo no quiere decir que todo est¨¦ congelado y bloqueado. Esto no es la ausencia del tiempo, sino la glorificaci¨®n del tiempo. Si nada cambia, el tiempo pasa y las cosas siguen iguales, y el tiempo est¨¢ separado de las cosas.
P. ?Es lo que Newton dec¨ªa?
R. Mientras la teor¨ªa de Newton funcion¨® bien, adoptamos todos la idea del tiempo externo que pasaba. Pero ha mostrado sus l¨ªmites. Mercurio no gira en torno al Sol seg¨²n las ecuaciones de Newton. Y cuando intentamos mejorarla, con la teor¨ªa de Einstein, nos damos cuenta de que este tiempo absoluto y fijo no es un buen instrumento para entender el mundo. As¨ª que volvemos a la idea prenewtoniana de un tiempo que es cambio.
¡°Cuando los humanos comiencen a viajar al espacio, cambiar¨¢ la manera de ver el tiempo¡±
P. ?Arist¨®teles?
R. S¨ª. La realidad es cambio, son cosas que ocurren, y medir esto es el tiempo. Es distinto del tiempo universal y absoluto, que es matem¨¢tico y es el mismo para todo el mundo. Arist¨®teles dice: hay cosas que ocurren ¡ªel Sol en torno a la Tierra, por ejemplo¡ª y yo mido: una, dos, tres vueltas. Y esto es el tiempo: medir el tiempo.
P. Cuando las cosas cambian, hay un pasado, un presente y un futuro.
R. Las cosas cambian, as¨ª que hay una distinci¨®n entre el antes y el despu¨¦s. Pero todas las ecuaciones que hemos descubierto y que describen este cambio no diferencian entre pasado y futuro. Si algo puede ocurrir as¨ª [Rovelli dibuja con el gesto una flecha imaginaria en una direcci¨®n], tambi¨¦n pueden ocurrir as¨ª [Rovelli dibuja con el gesto una flecha imaginaria en la direcci¨®n opuesta]. El problema que sigue abierto es de d¨®nde viene la diferencia entre pasado y futuro: por qu¨¦ las dos direcciones no son iguales. Parece evidente que el pasado es diferente del futuro: el pasado lo conocemos, el futuro no. Pero cuando miramos de cerca, esta diferencia parece desaparecer.
P. ?Podr¨ªamos acordarnos del futuro? El sentido com¨²n dice que no.
R. El sentido com¨²n est¨¢ basado en el hecho de que tenemos mucha informaci¨®n sobre el pasado y muy poca sobre el futuro. Si nos fijamos bien, es m¨¢s complicado: hay muchas cosas del pasado que no conocemos y otras de futuro que s¨ª. Lo que ocurre es que el pasado es m¨¢s conocido que el futuro. Y la raz¨®n tiene que ver con el orden y el desorden, con esta extra?a propiedad de las cosas en el pasado que parecen haber sido m¨¢s ordenadas: la entrop¨ªa. Y esto es lo que nos permite tener m¨¢s informaci¨®n sobre el pasado: hay rastro, memoria. Pero nos preguntamos por qu¨¦ en la direcci¨®n de lo que llamamos pasado hay orden, y no lo sabemos. La idea que abordo en el libro es que este orden en el pasado no est¨¢ en el mundo, sino en nuestra mirada. La diferencia entre pasado y futuro es un juego entre el mundo y nosotros. No es que el mundo sea as¨ª: es un juego, como la rotaci¨®n del cielo, en el que de lo que se trata no es del cielo, sino del juego entre nosotros y el cielo.
¡°Nos interesa la apertura de esp¨ªritu, saber que hay cosas que no conocemos a¨²n y descubrirlas¡±
P. Para entender el tiempo, ?habr¨ªa que hacer m¨¢s neurociencia que f¨ªsica?
R. Gran parte de la confusi¨®n es que mezclamos las cosas, proyectamos en la f¨ªsica cosas que no le corresponden. Esto es azul, esto es rojo: el espacio de colores lo conocemos bien. Rojo, azul y amarillo. Pero no tiene nada que ver con el mundo: son nuestros ojos, que tienen tres tipos de receptores diferentes. El mundo no est¨¢ coloreado en rojo, azul, amarillo. Es decir, lo hemos entendido todo sobre el color y su estructura, pero no como propiedad del mundo, sino como propiedad de nuestros ojos.
P. ?Y esto vale para el tiempo?
R. Es similar. Hay que separar lo que es la f¨ªsica fundamental y lo que son nuestros ojos y nuestro cerebro.
P. ?Hay una verdad detr¨¢s del velo de la subjetividad, de las ilusiones?
R. La pregunta sobre la verdad final detr¨¢s de todos los velos no es una buena pregunta y a fin de cuentas no nos interesa. Lo que nos interesa es la apertura de esp¨ªritu, saber que hay muchas cosas que no conocemos a¨²n y descubrirlas. Despu¨¦s, en cada momento de nuestra vida, nuestra historia y nuestra cultura, intentamos organizar de la mejor manera posible nuestra comprensi¨®n del mundo. Y nunca es definitivo. Quiz¨¢ es porque soy cada vez m¨¢s viejo, pero la idea de ¡°d¨®nde est¨¢ la verdad final¡± la encuentro cada vez menos interesante.
P. Pero ?la ciencia no tiene por objetivo precisamente intentar llegar a esta verdad?
R. La ciencia es la respuesta a la curiosidad que se abre ante nosotros. Quien dice que la ciencia quiere llegar a una descripci¨®n final del mundo no la ha entendido bien. Casi es lo contrario. La ciencia ha sido siempre la reacci¨®n en contra de la idea de que tenemos la verdad final, plantearse siempre preguntas. Buscar la verdad final es una manera de bloquear las preguntas.
El orden del tiempo. Carlo Rovelli. Traducci¨®n de Francisco Jos¨¦ Ramos Mena. Anagrama, 2018. 182 p¨¢ginas. 16,90 euros.
El secreto es entender, explicar, no aburrir
Que un libro de ciencia se traduzca a 40 idiomas y se venda como churros es un fen¨®meno extraordinario. Eso es lo que ocurri¨® con Siete breves lecciones de f¨ªsica, el anterior libro de Carlo Rovelli, y la raz¨®n de las expectativas sobre su reci¨¦n editado El orden del tiempo (ambos en Anagrama). ?A qu¨¦ se debe este frenes¨ª lector sobre algunas de las cuestiones m¨¢s endiabladamente dif¨ªciles del conocimiento humano? Sobre el papel, la divulgaci¨®n cient¨ªfica se cimienta en tres puntales muy simples: entender, explicar y no aburrir. Pero la vida real no discurre sobre un papel, y hacer bien esas tres cosas resulta extraordinariamente dif¨ªcil. Rovelli alcanza la excelencia en todas ellas. Como otros grandes divulgadores contempor¨¢neos ¡ªBrian Greene, Lawrence Krauss, Sean Carroll¡ª, es un destacado f¨ªsico te¨®rico, una subespecie humana dedicada en cuerpo y alma a entender los estratos m¨¢s profundos de la realidad, a bregar con sus paradojas, guerrear con sus contradicciones, hallar una luz al final del t¨²nel de sus misterios. Son gente acostumbrada a pensar con una profundidad pe?netrante y f¨¦rtil. Gente especializada en entender lo m¨¢s dif¨ªcil.
Quiz¨¢ son los otros dos puntos ¡ªexplicar y no aburrir¡ª los que hacen m¨¢s especial a¨²n a Rovelli. Porque a la claridad imprescindible en este negocio, el f¨ªsico veron¨¦s a?ade una voluntad literaria, una vis casi po¨¦tica, que convierte sus libros en unos objetos raros y preciosos, unas obras poco comunes en el g¨¦nero de la popularizaci¨®n cient¨ªfica. Su transparencia expositiva se basa a menudo en brillantes met¨¢foras, en im¨¢genes reveladoras y en una intuici¨®n aguda de lo que necesitamos los lectores para enfrentarnos al v¨¦rtigo metaf¨ªsico que nos plantea la f¨ªsica actual. Y, desde luego, no aburre nunca. No hay en su libro un solo p¨¢rrafo, ni una sola frase, que no contenga un ¨¢ngulo interesante, una paradoja desconcertante, una explicaci¨®n luminosa.
Einstein hizo una advertencia esencial sobre los libros de ciencia para el lector general: ¡°Hay que simplificar todo lo posible, pero ni un mil¨ªmetro m¨¢s¡±. Este es quiz¨¢s el equilibrio m¨¢s delicado que debe practicar un escritor cient¨ªfico. En toda su inextricable complejidad, la ciencia es incomprensible para el lector general (por eso los cient¨ªficos pasan toda su vida form¨¢ndose). Es imprescindible, por tanto, simplificar la cuesti¨®n, pero sin hacerlo hasta tal extremo que el resultado sea una caricatura o, peor a¨²n, una mentira. Rovelli es un maestro en sostenerse sobre ese filo cortante y salir indemne.
"Quiz¨¢s una de las ra¨ªces profundas de la ciencia sea tambi¨¦n la poes¨ªa: saber ver m¨¢s all¨¢ de lo visible", escribe Rovelli. Vean tambi¨¦n c¨®mo describe al descubridor de la entrop¨ªa, Ludwig Boltzmann: "Hombre de coraz¨®n tierno que oscila entre la exaltaci¨®n y la depresi¨®n. Bajo, robusto, de cabello oscuro y rizado, su novia lo llamaba 'mi dulce y querido gordinfl¨®n". O la paradoja central que vertebra el libro: "La diferencia entre pasado y futuro ¡ªentre causa y efecto, entre memoria y esperanza, entre remordimiento e intenci¨®n¡ª no existe en las leyes elementales que describen los mecanismos del mundo". Este estilo no cuadra con el clich¨¦ del sabio bondadoso y despistado que solo sabe expresarse mediante ecuaciones.
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