Basura imparable
Los gobiernos son incapaces de legislar sobre la basura porque ellos mismos son basura y nadie legisla para autodestruirse
El turista enamorado ha llegado a las playas de San Jos¨¦, en Cabo de Gata (Almer¨ªa). Ya est¨¢ mirando el Mediterr¨¢neo, ya est¨¢ pensando en qu¨¦ helado se tomar¨¢ en la mejor helader¨ªa del pueblo. Ha conducido desde Madrid. Seis horas de carretera, en donde ha contemplado los ¨²ltimos avances de la industria del autom¨®vil en los coches de los otros. Su coche est¨¢ viejo, y eso le entristece, pero es un buen coche, con sus 150 caballos siempre a su disposici¨®n. Nadie le dio tanto sin pedir tan poco a cambio como su coche. Ha venido escuchando Martha, una vieja canci¨®n de Tom Waits.
Mira su esn¨®rquel nuevo. En la tienda de deportes le aseguraron que no le entrar¨ªa ni una gota de agua en las gafas. Est¨¢ ahora frente a la playa de M¨®nsul, y el sol alcanza el mediod¨ªa. Mira a su alrededor. Un matrimonio de septuagenarios franceses (les ha o¨ªdo hablar) disfrutan de la brisa bajo una sombrilla. La brisa desciende de la generosidad del cielo y se posa sobre todas las cosas. Una mujer toma el sol casi desnuda, y lleva una rosa tatuada en la espalda. Unos ni?os peque?os chapotean en la orilla. Y un perro se ha acercado hasta el turista enamorado y se ha quedado a su lado mir¨¢ndolo con devoci¨®n. C¨®mo est¨¢s, criatura m¨¢gica y noble, le ha dicho el turista enamorado al perro.
Decide ba?arse. El agua de la superficie est¨¢ caliente, pero cinco cent¨ªmetros abajo el agua se vuelve fr¨ªa. Ve la vida de los peces, all¨ª, serenos y buenos, y les dice buenos d¨ªas, se?ores peces. Y el agua est¨¢ muy limpia, eso piensa durante los 10 primeros minutos. Pero, ?oh sorpresa!, de repente aparece en el fondo arenoso un mechero de pl¨¢stico boca abajo, en una posici¨®n que casi parece contener un misterio o un significado. La boca de la llama est¨¢ tocando la arena, est¨¢ curvado, y se mantiene de pie. ?Qu¨¦ clase de ser humano es capaz de arrojar un mechero al mar?, piensa el turista enamorado. Le entra un ataque de pena. La basura avanza por todas partes. Los gobiernos son incapaces de legislar sobre la basura porque ellos mismos son basura y nadie legisla para autodestruirse, por eso la basura es imparable, piensa el turista enamorado. Los presidentes de gobierno, los jefes de estado, las monarqu¨ªas, las rep¨²blicas, los l¨ªderes de la oposici¨®n, los presidentes de los consejos de administraci¨®n, est¨¢n simbolizados en ese mechero arrojado al mar. Todos somos basura, pero basura enamorada.
En Casa Sebasti¨¢n de San Jos¨¦ se pide una paella, porque la paella de mariscos y el verano espa?ol forman un s¨®lido matrimonio. Los manteles al viento, las gafas de sol, los ni?os que comen calamares fritos, una inmensa dorada pescada con anzuelo que sirven a una pareja de hombres guapos, bronceados, con barba de tres d¨ªas, y los camareros j¨®venes que sudan. Piensa el turista enamorado en los miles y miles de camareros espa?oles de 20 a?os, que queman y gastan su juventud sirviendo paellas a los turistas. Esos camareros son la sangre laboral de Espa?a. Soy yo esos camareros, dice el turista enamorado.
Como todos los a?os saluda al due?o de Casa Sebasti¨¢n y le dice: ¡°Hoy he comido la mejor paella del universo¡±.
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