La farsa judicial que dirigi¨® Stalin
Un documental estrenado en la Mostra de Venecia recuerda los procesos ficticios que organiz¨® el poder sovi¨¦tico para frenar la aparici¨®n de disidentes
Se abren las puertas de este tribunal sovi¨¦tico, en un d¨ªa obligatoriamente nevado de finales de 1930. En el banquillo se sientan ocho empresarios, ingenieros y profesores, todos ellos imputados por ¡°sabotaje contrarrevolucionario¡±. Se les acusa de haber militado en el Partido Industrial, sospechoso de haber urdido un golpe de Estado para derrocar el poder y forzar un cambio de r¨¦gimen, con el supuesto apoyo del primer ministro franc¨¦s Raymond Poincar¨¦. Todos ellos se declaran culpables con cierta prisa e imploran a la Corte Suprema de la URSS que les perdone la vida. Pero hay algo acartonado en sus declaraciones, como si estuvieran recitando un guion previamente memorizado. Casi ninguno de ellos opone resistencia o lo hace de manera teatral. Y cuando el juez les comunica sus respectivas penas ¨Ctres fueron condenados a diez a?os de c¨¢rcel y los otros cinco, a la pena de muerte¨C, esos ocho hombres apenas se inmutan.
En realidad, las im¨¢genes no dan cuenta de un juicio real, sino de una puesta en escena. ¡°Fue una farsa digna de Ionesco¡±, bromea el director ucraniano Sergei Loznitsa, que ayer present¨® su nuevo documental, Process, en la Mostra de Venecia. Su pel¨ªcula recupera im¨¢genes de archivo in¨¦ditas que reflejan una de las farsas judiciales que Stalin escenific¨® desde sus primeros a?os en el poder para evitar el enojo de las masas e impedir la emergencia de disidentes. En este caso, se trataba de encontrar a chivos expiatorios que contribuyeran a explicar por qu¨¦ nada hab¨ªa cambiado demasiado en la d¨¦cada larga que sigui¨® a la Revoluci¨®n de 1917. En realidad, ese Partido Industrial nunca existi¨®. Y la mayor¨ªa de inculpados fueron amnistiados a?os despu¨¦s. ¡°Todo estaba dirigido por Stalin, que utiliz¨® este falso juicio para resolver un problema pol¨ªtico. Casi 15 a?os despu¨¦s de su acceso al poder, las cosas iban a peor y los trabajadores empezaban a protestar¡±, se?al¨® ayer Loznitsa en rueda de prensa. ¡°El poder ten¨ªa que hacer algo de cara al p¨²blico para intentar explicarlo¡±, a?ade.
El teatrillo estalinista no fue ninguna broma. Estaba concebido como un juicio ejemplar que enviara un mensaje dr¨¢stico a quienes sopesaban traicionar al poder. Todo lo acontecido fue transcrito y publicado para que la poblaci¨®n supiera cu¨¢les eran las consecuencias a las que se expon¨ªan. Miles de personas acudieron a la sala y aplaudieron al escuchar el veredicto, despu¨¦s de que los arrepentidos industriales imploraran al juez que se apiadara de ellos. ¡°Este es el pr¨®logo de una nueva vida honesta¡±, afirma uno. ¡°A partir de ahora, demostrar¨¦ mi devoci¨®n por la clase trabajadora¡±, proclama el otro. ¡°Expiar¨¦ mis delitos industrializando el pa¨ªs¡±, promete el tercero.
La cinta original que se film¨® durante este juicio moscovita tiene tres horas de duraci¨®n. El director dio con ella mientras se documentaba para otro proyecto en el Archivo de Cine y Fotograf¨ªa del Estado Ruso, en las afueras de Mosc¨², donde se conserva la propaganda de la era sovi¨¦tica. Loznitsa la ha restaurado, montado y reducido a dos horas de metraje. El resultado se presenta como un simple objeto encontrado, aunque est¨¦ manipulado por el propio director, en un claro recordatorio de que toda imagen suele estar intervenida. ¡°Siempre hay un director detr¨¢s. Incluso cuando no es premeditado, es algo que resulta inevitable¡±, afirm¨® ayer. Seg¨²n Loznitsa, estas farsas judiciales constituyeron ¡°uno de los primeros intentos de usar a los medios¡± con finalidad pol¨ªtica. ¡°Est¨¢ muy cerca de lo que observamos hoy, a trav¨¦s de otras tecnolog¨ªas como la televisi¨®n o Facebook. Existen otras posibilidades de afectar al cerebro y organizar estas escenificaciones a una escala todav¨ªa mayor¡±, agreg¨® el cineasta.
Loznitsa tambi¨¦n aprovech¨® para denunciar t¨¦rminos tan en boga como posverdad, noticias falsas o hechos alternativos. ¡°Nos equivocamos cuando mezclamos los conceptos de verdad y mentira. Para m¨ª, lo cierto es cierto y lo falso es falso¡±, expres¨® el director. Su documental est¨¢ pensado como una advertencia contra los abusos de poder. ¡°Parte de lo que describe todav¨ªa existe¡±, denunci¨® Loznitsa, recordando el caso del cineasta disidente Oleg Sentsov, condenado en 2015 a 20 a?os de c¨¢rcel por actos de ¡°terrorismo¡± en Crimea y que mantiene una huelga de hambre desde el mes de mayo. Loznitsa volvi¨® a reclamar ayer su liberaci¨®n.
Revoluci¨®n francesa en el Lido
La otra pel¨ªcula del d¨ªa en la Mostra, que llegar¨¢ esta tarde a su final con el anuncio del palmar¨¦s, tambi¨¦n tuvo cariz hist¨®rico. Presentada fuera de competici¨®n, Un pueblo y su rey es una cr¨®nica de la Revoluci¨®n Francesa protagonizada por estrellas del cine galo como Gaspard Ulliel, Ad¨¨le Haenel o Louis Garrel, que interpreta a Robespierre. El director Pierre Schoeller (El ejercicio del Estado) se centra en el periodo comprendido entre la Declaraci¨®n de Derechos del Hombre en 1789 y la decapitaci¨®n de Luis XVI en 1793. "He querido acudir al pasado, pero no necesariamente para decir algo sobre el presente, sino para hablar de la esperanza y la libertad del pueblo que la impuls¨®", expres¨® ayer. Aun as¨ª, ciertos di¨¢logos parecen recordar a la ret¨®rica de algunos pol¨ªticos franceses de hoy, con Macron en primera fila. El filme refleja con vigor y didactismo el proceso pol¨ªtico que llev¨® a proclamar la Rep¨²blica, pero pincha en su anodina descripci¨®n de la vida diaria de la plebe que la apoy¨®.
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