Robles de generosidad
Eduardo Arroyo fue el alma de los encuentros musicales en el valle leon¨¦s de Laciana que reun¨ªan a figuras de la cultura y el arte
El hombre que desarroll¨® su obra pict¨®rica en Par¨ªs, aunque all¨ª hab¨ªa llegado para crecer como escritor, que triunf¨® en Europa con su arte, regres¨®, a finales del siglo pasado "al paisaje, a? lo antiguo, al mundo mitol¨®gico", como ¨¦l mismo dijo; volvi¨® a la casona familiar en lo alto del pueblo de Robles de Laciana (Le¨®n), al hogar en el que, de ni?o, se quedaba absorto mientras su abuela mataba las molestas moscas que zumbaban al calor de las vacas. Unas moscas que reprodujo muchas veces, a?os despu¨¦s, en enormes piezas, como parte de su vida y como alegor¨ªa de una Espa?a inquietante. Las moscas de Arroyo protagonizaron, por ejemplo, el estand de EL PA?S en la ¨²ltima edici¨®n de Arco, celebrada el pasado febrero, y varias de ellas daban la bienvenida a quien se acercaba a su casa de Robles, pegadas en la pared.
El retorno de Arroyo al pueblo de sus ancestros influy¨® en su forma de pintar, ¨¦l lo reconoci¨®, y quiz¨¢s para dar gracias a la tierra que tantas sensaciones, olores y colores le hab¨ªa transmitido, se embarc¨® en la organizaci¨®n, en 1997, de unos encuentros musicales junto a su amiga la excelente pianista Rosa Torres-Pardo. Poco a poco, los conciertos gratuitos de Robles se convirtieron en una esperada cita en la zona, el ¨²ltimo fin de semana de julio, a la que acudieron m¨²sicos, artistas, escritores, amigos y las gentes del pueblo y de los valles cercanos. Cada a?o, el cartel que anunciaba los encuentros lo encargaba Arroyo a alg¨²n artista: ?rculo, el fot¨®grafo Jordi Socias o lo elaboraba ¨¦l mismo.
Sin embargo, lo m¨¢s significativo para los que, sin conocer al artista, acud¨ªan al jard¨ªn, entre nogales, de su casa y a la iglesia del pueblo a escuchar a cantantes y solistas, era la extraordinaria generosidad de Eduardo Arroyo. Se le notaba que disfrutaba teniendo a su alrededor gente que lo pasaba bien y se desviv¨ªa para que nadie se sintiese extra?o.
Si en alguna ocasi¨®n el concierto al aire libre se suspend¨ªa por la lluvia, se refugiaba con los amigos en casa, pero no le importaba acoger tambi¨¦n a cualquier vecino llegado para escuchar a Torres-Pardo al piano, o re¨ªrse con las divertidas actuaciones del tenor Enrique Viana, a la mezzosoprano Marina Pardo, o a entonces principiantes como la violinista Leticia Moreno o el violonchelista Adolfo Guti¨¦rrez. Y si no ca¨ªa agua, pero hac¨ªa frescacha, se ve¨ªa a Arroyo pidiendo mantas para los invitados sentados en las sillas de madera.
Cuando acababa el recital del viernes, la generosidad de Arroyo se trasladaba al peque?o jard¨ªn de la casa rural La bolera, donde se serv¨ªa abundante comida y bebida para todos los que por all¨ª pasaban. Adem¨¢s, en los corrillos uno pod¨ªa encontrarse con Rosa Montero, Jordi Soc¨ªas, Almudena Grandes, V¨ªctor Manuel, Ana Bel¨¦n, Luis Garc¨ªa Montero, M¨¢ximo Pradera...
A lo largo de las casi dos d¨¦cadas en que se celebraron los encuentros, fueron muchos los momentos especiales en las actuaciones al aire libre o en la iglesia rom¨¢nica de San Juli¨¢n. Como escuchar, a las puertas de este templo del siglo XI, a Torres-Pardo tocar el piano de cola mientras se escuchaban lejanos los cencerros de las vacas, en armon¨ªa, rodeados de verdes valles y en un pueblo en el que, era evidente, la presencia y empuje de Arroyo lo hab¨ªa transformado en uno de los m¨¢s bonitos y cuidados de la zona, agradable para pasear y para tomarse unos frisuelos con chocolate. Aunque hace pocos a?os, hubo una actuaci¨®n de las que no se pueden olvidar. En una iglesia abarrotada, porque afuera llov¨ªa fuerte, la cantaora onubense Roc¨ªo M¨¢rquez ofreci¨® un concierto maravilloso, amplificado por la sonoridad de las paredes de la iglesia.
Solo la debilitada salud de Arroyo quebr¨® la posibilidad de organizar los encuentros en los ¨²ltimos tiempos, aunque ¨¦l segu¨ªa apegado a esa tierra. En la ¨²ltima edici¨®n de Arco, volvi¨® a mostrar su enorme generosidad ("vente a comer este verano, pero no me digas s¨ª, s¨ª... te vienes cuando quieras"). Ojal¨¢ sus numerosos amigos ideen una forma de continuar con los encuentros de Robles, que deber¨ªan llamarse, l¨®gicamente, Encuentros Eduardo Arroyo.
Babelia
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