El oto?o de los corazones rotos
Este curso proliferan los libros sobre rupturas amorosas
El amor es un g¨¦nero literario. Su final, tambi¨¦n. Sobre todo este oto?o, que parece marcado por el tema de marras en la narrativa, en el cine y en el puente que lleva de la una al otro. El pr¨®ximo d¨ªa 23 se estrena en Espa?a El veredicto, adaptaci¨®n de La ley del menor (Anagrama), una novela de Ian McEwan que mezcla la borrasca matrimonial de una jueza con un dilema moral que la tiene en vilo. Como al lector. La pel¨ªcula de Richard Eyre completa un cap¨ªtulo de separaciones cinematogr¨¢ficas cuyo buque insignia en lo que va de curso es, sin duda, Cold War, de Pawel Pawlikowski. Despu¨¦s de firmar la estupenda Ida, el cineasta polaco ha fundado un subg¨¦nero melodram¨¢tico con hora y media de videoclip en blanco y negro: el anuncio de Martini m¨¢s largo de la historia, el La La Land del Tel¨®n de acero.
Por el lado libresco, la cosecha de rupturas est¨¢ siendo buena: a El cielo seg¨²n Google, de Marta Carnicero (Acantilado); Feliz final, de Isaac Rosa (Seix Barral), y Aprender a hablar con las plantas, de Marta Orriols (Lumen), se les acaban de sumar dos t¨ªtulos con mucho en com¨²n. El primero es El salto del ciervo (Igitur), de la enorme poeta estadounidense Sharon Olds, que rememora en verso su propio divorcio. Premio Pulitzer en 2013, el libro ve ahora la luz en castellano en versi¨®n de Eduard Lezcano y Joan Margarit. El segundo es El libro de Tamar (Eterna cadencia), de otra poeta, la argentina Tamara Kamenszain, que alguna vez ha llamado ¡°vanguardia dom¨¦stica¡± a su forma de ¡°espiar en las costuras para ver las construcciones por su reverso¡±. Empezando por el reverso de la tradici¨®n masculina.
Olds es, por cierto, una de las autoras citadas por Kamenszain. Las dos tardaron 15 a?os en hablar de sus respectivas separaciones. La californiana para evitar el mal trago a terceras personas: sus hijos. La porte?a para evitar, literalmente, la primera persona. Cuando esperaba de su marido ¡ªel escritor H¨¦ctor Libertella¡ª un ¡°te extra?o¡±, ¨¦l le pas¨® por debajo de la puerta un poema herm¨¦tico jugando con su nombre. ¡°Pareja militante del formalismo puro y duro¡±, el yo era para ambos un anatema. De ah¨ª que El libro de Tamar sea de golpe memoria, cr¨ªtica y autocr¨ªtica. ¡°H¨¦ctor y yo¡±, leemos, ¡°nos hab¨ªamos construido una lengua tan indescifrable para los dem¨¢s que termin¨® no solo aisl¨¢ndonos del mundo, sino tambi¨¦n a uno del otro¡±. Tambi¨¦n los estructuralistas tienen su coraz¨®n (roto).
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